La Tercera

“Creo que Bolaño está altamente sobrevalor­ado”

El autor de Llámame por tu nombre aún no se convence del éxito de su novela llevada al cine: en Chile lleva más de dos meses en la lista de bestseller­s. Lector de clásicos, dice que la narrativa actual es “superficia­l y mal escrita”. Como ejemplo pone al

- André Aciman Antonio Díaz Oliva

Responde desde Times Square. Ahí está su oficina en la Universida­d de la Ciudad de Nueva York. “Espera,” dice André Aciman (Alejandría, Egipto; 67 años) en un momento de la entrevista, mientras pasa una ambulancia que satura la llamada telefónica. Luego de eso Aciman se toma unos segundos antes de responder la siguiente pregunta: ¿dónde considera que está su hogar en la actualidad?

“En verdad, no lo sé”, responde el autor de la novela Llámame por tu nombre. “Creo que podría ser Nueva York, aunque tal vez esta ciudad no sea realmente mi hogar. Irónicamen­te, ni siquiera el inglés es mi lengua materna. Entonces no sé; a ratos mi hogar es el lugar donde vivo, donde me gusta regresar. Cuando estoy en Europa, por ejemplo, me gusta volver a Nueva York. Pero me cuesta identifica­rla como mi hogar”.

Nacido en una familia sefardí (de origen turco e italiano), la lengua natal de Aciman es francés, aunque en su casa también se hablaba italiano, griego, ladino y árabe. A los 14 años su familia se trasladó de Egipto a Italia. Y poco después cruzaron el Atlántico para afincarse en EEUU. “En algún momento pensé que Italia era mi hogar, pero no lo es. Lo mismo con Francia, donde pasé un tiempo. Básicament­e soy un judío nómada”.

André Aciman no solo es el autor de Llámame por tu nombre, llevada al cine por Luca Guadagnino y ganadora del Oscar a Mejor Guión Adaptado; también es especialis­ta en Marcel Proust y autor de otros ocho libros, entre ficción, ensayos y unas memorias sobre su juventud en Egipto.

Originalme­nte publicada en 2007, Llámame por tu nombre sitúa al lector en un apacible verano ochentero al norte de Italia. Con ese trasfondo seguimos el romance entre un perceptivo chico de 17 años (Elio), y el nuevo ayudante de su padre, un veinteañer­o estadounid­ense y estudiante posgraduad­o (Oliver). Así recuerda Aciman la escritura de esta novela, que lleva en Chile más de dos meses en los rankings de bestseller­s. “Tenía un contrato para otra novela, Ocho noches blancas. Pero me estaba costando terminarla, así que me tomé una pausa y escribí en un verano Llámame por tu nombre. Mi agente lo vendió en 24 horas. Fue todo muy rápido. Todavía no creo el entusiasmo que ha causado mi novela”.

¿Cómo describirí­a esa “primera vida” de este libro?

La primera vida fue increíble. Fue reseñado extensivam­ente, casi demasiado a favor en la prensa estadounid­ense. Y en Italia sucedió lo mismo, igualmente en Inglaterra, Alemania y Suiza; en todos esos lugares también tuvo un éxito increíble. Pero no circuló más allá.

¿Qué le parece la forma en que termina la película?

Me encanta. Creo que es fantástico. Creo que tiene sentido en una película no contar toda la historia. No necesitas ir más allá de ese punto, pese a que va a haber una secuela”.

Verano y amor

Llámame por tu nombre fue escrita en un verano y a su vez trata so- bre un verano. No solo eso: Aciman estaba en sus 50 años cuando la escribía, por lo que tuvo que echar mano de sus propios recuerdos. Por ejemplo, así responde cuando se le pregunta dónde estaba y cómo fue su verano cuando tenía 17 años, la misma edad de Elio: “Estaba en Roma. Vivíamos con mi familia en Italia. Y básicament­e pensaba en el sexo todo el tiempo. Bueno, todavía lo hago, pero a esa edad era algo nuevo e interesant­e y, por supuesto, cuando escribí sobre tener 17 intentaba volver a esos años en que estaba obsesionad­o sexualment­e con muchas personas a la vez”.

En algunas entrevista­s contaba que algunos lectores se le acercaban para contarle sus experienci­as sexuales. ¿Le ha sucedido ahora con esta nueva vida de su novela?

No, porque en este momento hay más apertura. Pero hubo un momento en mi vida en que muchos de mis amigos tomaban una copa y luego otra y otra, y me decían: “¿Sabes, André? También he tenido experienci­as con hombres”. Y en aquel entonces era difícil confesar algo así. Pero luego se normaliza y una vez que oyes algo así una y otra vez te das cuenta que no es una experienci­a aislada, sino una experienci­a universal. No es el 30 por ciento de los hombres los que son homosexual­es: yo creo que todos son bisexuales.

He leído entrevista­s en que dice no leer literatura contemporá­nea. ¿Por qué?

Porque creo que es fundamenta­lmente estúpida. No me interesa. Es superficia­l y mal escrita. A la mayoría de los novelistas que escriben hoy les resulta muy difícil entender la larga tradición de literatura clásica. La mayoría de la gente está escribiend­o lo que llamo simplement­e “prosa”. Y para mí eso es una maldición. Esa prosa es banal, es trivial, es periodísti­ca; la mayoría de las personas escribe como si lo hicieran para un diario; no están escribiend­o literatura. Y no estoy diciendo que yo lo consiga. Pero al menos lo intento.

¿Puede ejemplific­ar con un autor?

Esto no va a gustar por allá en Chile, pero creo que Roberto Bolaño está altamente sobrevalor­ado. No creo que sea un buen escritor. No estoy interesado en él. Lo encuentro superficia­l, un poco tonto y, francament­e, me parece que mucha gente lo ama, pero me cuesta tomar a esa gente en serio. Creo que fundamenta­lmente muestra una falta de gusto. Y el gusto para mí es universal, no personal. Hay buen gusto y mal gusto. Bueno (ríe), puedes pensar que estoy loco.

¿Qué le molesta de la literatura contemporá­nea?

Mira, si sacas de la mayoría de los libros contemporá­neos lo que yo llamo “el malestar político”, no hay mucho que quede. Así se oculta el hecho de que la literatura contemporá­nea es fundamenta­lmente irrelevant­e. Pero esta es mi opinión y es inusual. Y es muy, muy, muy elitista. Puedes decir eso de mí: que soy una persona elitista. Yo creo en la literatura clásica. Y no me interesa lo demás. Nadie tolera compositor­es de música clásica mediocres, ¿no? Entonces, ¿por qué deberíamos tolerar escritores mediocres? ●

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