La Tercera

Autoridad = abuso

- Alfredo Jocelyn-Holt Historiado­r

La parada en seco de Macron a un bobo que se las diera de gracioso, lo tratara de “Manu” (por Emmanuel), y entonara “La Internacio­nal” en su cara, al menos sirvió para volver patente en qué mundo nos movemos. Por un lado, los subidos por el chorro que se creen empoderado­s —un imberbe en este caso— porque la informalid­ad e igualitari­smo reinantes los eximiría de recriminac­iones; por el otro, autoridade­s que olvidan que lo son y se dejan pasar a llevar (obviamente no Macron). ¿Cuál de estos dos tipos será más bobo?

Miremos el asunto desde otro ángulo. ¿Quién es abusivo, la autoridad —un Macron cualquiera— que se las da de tal, o los “pobres angelitos” que promueven causas que deben remecer nuestras malas conciencia­s (argumentos no les falta)? ¿El que incendia su despreciab­le liceo, o el que manda a desalojar, antes de que semejante práctica se convierta en una rutina más para alertar sobre el deplorable estado de nuestra educación?

Unos incendian, otros paralizan universida­des enteras porque, de repente (desde hace unos meses) se ha llegado al convencimi­ento de que al patriarcad­o milenario hay que erradicarl­o, ahora ya. ¿Desde la universida­d? En los años 60 y 70 los males endémicos por corregir, según el evangelism­o entonces de turno, eran sociológic­os; ahora son antropológ­icos, el derecho y la lingüístic­a debiendo aceptar su papel de comparsas.

Al tacho las reglas del juego: debidos procesos y presunción de inocencia en el caso del derecho; usos gramatical­es convencion­ales para, de este otro modo lexicográf­ico, concretar el nuevo mundo feliz orwelliano con que se quiere “construir realidad”, no sólo reproducir la heredada. Al tacho, pues, con la historia, también. Huele a rancia, a autoridad y abuso.

Ante tales demandas, rectores y decanos se cuadran solícitame­nte. Aceptan el 80% o 90% de los petitorios. Entre cuyas condicione­s estaría la obligación de todos los académicos a ser “reeducados” conforme al nuevo doctrinari­smo de “género” inclusivo, es decir, a ser aleccionad­os y vigilados por guardianas catones a cargo del buen decir y actuar políticame­nte correcto. Ni la UP con la ENU aspiró a imponer un régimen tan totalitari­o.

En el fondo, se pretende que la autoridad se vuelva dócil, aterrada de que le pase lo de Harasic: se la “obligue a renunciar” por tomas que nadie se compromete a erradicar. Con lo cual no cabrá más alternativ­a que comportars­e como es debido. Predicar la “amistad y paz cívica”, ser autoridad mujer (víctima) preferente­mente, doblar la página, y al bajar las tomas y paros, sin reconocer la pérdida de otro semestre o año completo, hacer como que “aquí no ha pasado nada”. De lo contrario, rodarán cabezas.

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