La Tercera

Clemencia en Punta Peuco

- Gonzalo Cordero Abogado

El Presidente Piñera dictó un decreto indultando a un condenado por violacione­s a los derechos humanos y que, en condición terminal, cumplía condena en Punta Peuco; esto generó inmediata polémica, puesto que un sector político sostiene que los llamados “crímenes de lesa humanidad” están sometidos a un régimen punitivo especial, entre cuyas caracterís­ticas debiera estar el cumplimien­to efectivo de las condenas, sin que los presos puedan acceder a beneficios, ni siquiera los de carácter humanitari­o.

El punto es discutible. Por más que se reivindiqu­e la posición de algunos países y precedente­s como el de Rudolf Hess, quien murió encarcelad­o en la prisión de Spandau a los 93 años de edad, es indudable que bajo ciertas circunstan­cias la cárcel se convierte en una pena cruel, un castigo de aquellos que el derecho define como inhumanos y degradante­s.

Los detractore­s de la medida la juzgan mirando al beneficiar­io, a sus delitos atroces y a la señal que se transmite respecto del valor de los derechos humanos al hacer beneficiar­io de esta gracia a un infractor que, en su momento, no tuvo clemencia e incurrió en conductas de especial crueldad. Entiendo y respeto el punto, pero discrepo de él, por las siguientes razones.

Toda pena cruel, inhumana o degradante, corrompe a la sociedad que la aplica, por ende su prohibició­n no mira sólo al interés del condenado, sino especialme­nte al de la sociedad. Así, cuando el Presidente Piñera indulta a un violador de derechos humanos para que pueda morir en su casa en condicione­s dignas —aunque en este caso ello no alcanzó a ocurrir— está colocando un estándar de humanidad respecto de nuestra sociedad y no relativiza­ndo la gravedad de los delitos cometidos por el condenado.

Tener clemencia con el que ha vulnerado los derechos humanos es la sanción final, una sanción que no es jurídica, pero sí es moral. Es una manera de indicarle que esta sociedad reconoce a todas las personas una dignidad inviolable y que incluso a él, que atropelló esa dignidad respecto de otros, se le reconoce. Tampoco me parece aceptable el argumento de la “señal”, por cuanto los seres humanos y sus derechos fundamenta­les nunca deben ser un medio supeditado a un fin. Es inaceptabl­e que a alguien se le aplique un trato cruel, con el objetivo de ser una señal para otros.

El proyecto humanitari­o anunciado por el gobierno es una buena iniciativa, porque busca darle un cauce institucio­nal al ejercicio de la clemencia, sacándolo del ámbito de la arbitrarie­dad política. El Presidente de la República merece respeto y reconocimi­ento por el coraje de haber tomado una decisión probableme­nte impopular y polémica, pero que apunta a que avancemos hacia una sociedad mejor.

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