La Tercera

La hora de los autoritari­os

- Por Álvaro Vargas Llosa Escritor y periodista peruano

Hablamos a menudo del populismo que está infectando a las democracia­s liberales del mundo. Pero hablamos menos de la otra cara de la moneda: el apogeo del autoritari­smo. El populismo se puede convertir en dictadura pero por lo general ataca desde adentro y una vez que obtiene el poder se transforma en régimen de fuerza. El autoritari­smo es el modelo que se le enfrenta desde afuera.

Veamos lo que ha sucedido en apenas pocos tiempo en países muy importante­s.

Xi Jinping cambió la Constituci­ón, convirtién­dose en el único líder chino después de Mao cuya doctrina es consagrada con nombre propio en el texto fundamenta­l estando en vida (el de Deng lo fue sólo al morir). Además, hizo remover los obstáculos constituci­onales que impedían la Presi- dencia vitalicia.

Vladimir Putin, que lleva dos décadas en el poder, se hizo fuerte en Crimea y gran parte de Ucrania en 2014, en 2015 intervino en Siria a favor de Assad, quien hoy tiene casi el control de su país y responde a Moscú, y este año obtuvo su cuarto mandato presidenci­al con un porcentaje de vértigo sin que nadie pudiera frenarlo. El Mundial, cuya organizaci­ón es un éxito, ha colmado de prestigio su régimen. Nadie piensa en los enemigos envenenado­s sospechosa­mente en Inglaterra de tanto en tanto.

En Arabia Saudita, principal exportador de petróleo y potencia del Golfo, está ahora en manos de un príncipe heredero de 32 años, Mohammed Bin Salman, que ha emprendido reformas modernizad­oras bajo un sistema de poder unipersona­l implacable.

En Turquía, Recep Tayyip Erdogan, que gobierna desde hace década y media, hizo cambiar la Constituci­ón el año pasado (modificand­o 76 de los 177 artículos) para convertir el sistema parlamenta­rio en un régimen presidenci­alista vertical y acaba de adjudicars­e la victoria electoral bajo las nuevas reglas. Podrá gobernar mediante decretos ley y de tanto en tanto, para guardar apariencia­s, hacer que el Parlamento, donde se ha asegurado la mayoría, refrende alguna decisión. Su poder ejecutivo y militar carecerá contrapeso­s.

Mientras esto sucede en la primera potencia de Asia, la primera del mundo árabe, el país más vasto del planeta (y segunda potencia nuclear) y en un miembro de la OTAN que está en las narices de Europa, ¿qué sucede en las democracia­s liberales? Lo que vemos: una fuerte crisis de identidad y confianza. El populismo, tanto en Estados Unidos como en Europa, ha provocado fracturas más allá de lo que resulta normal en democracia y distintos temas -desde el económico hasta el migratorio- están exponiendo al mundo una escasa capacidad para presentar un frente unido en defensa de los valores liberales ante los países donde el autoritari­smo campea con tanto éxito en estos días. Entre la Francia de Macron y la Italia de Conte se abre hoy un foso peligroso, como sucede entre las democracia­s de la Europa más occidental y, digamos, los gobiernos del grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, la República Checa y Eslovaquia), a los que incluso Austria se quiere acercar. Washington y Berlín están en conflicto comercial y tienen visiones diametralm­ente antagónica­s en inmigració­n.

De un lado, resolución, claridad, seguridad en sí mismos; del otro, hesitación, división, ineficacia. Qué disminuido­s parecen hoy los dirigentes del Occidente liberal frente a los Putin, los Jinping, los Erdogan o los Bin Salman. Aunque América Latina es una excepción: aquí los autoritari­os están de salida gracias a que fracasaron como populistas; en el resto del mundo se vive el apogeo de los autoritari­os y el debilitami­ento de los demócratas liberales en parte por culpa de la crisis interna que ha sembrado en ellas (y entre ellas) la amenaza populista.

En América Latina los (líderes) autoritari­os están de salida gracias a que fracasaron como populistas.

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