La Tercera

¿Fair play?

- Por Felipe Bianchi Leiton

Tal como se podía aventurar, una de las figuras prepondera­ntes del Mundial ha sido el VAR. En vez de molestar, ha ayudado. Y mucho. No sólo ha impartido mayores dosis de justicia sino que, además, ha facilitado y mejorado el espectácul­o… objetivo fundamenta­l de la tecnología. Desde luego ha borrado del mapa, hasta casi llegar a cero, los errores arbitrales en penales, off side y agresiones. Pero también, albricias imperiales, ha desterrado la miserable pérdida de tiempo originada por esa ordinaria, indigestan­te y habitual costumbre de los jugadores más tramposos de reclamar todo cobro con aspaviento­s y alharacas. Agréguele como propina que, producto de la nueva objetivida­d de las ciencias aplicadas, también se han eliminado buena parte de las disputas posteriore­s, absurdas y llenas de ignorancia, entre hinchas y/o comentaris­tas. Digo: si de verdad se borrara por fin y de un plumazo toda esa basura aledaña al juego (a algunos tontones les gusta llamarlo folklore) habríamos avanzado kilómetros hacia un estadio más noble y sobre todo más inteligent­e de la actividad. Like, entonces.

Otra cosa es el tema del fair play. En eso el Mundial ha quedado en deuda. Desde luego, en algunas capas de la sociedad chilensis ha renovado una de las miserias morales más grotescas de estos tiempos: el odio a los países. No a personas, no a grupos determinad­os, a países ¿Ha visto algo más tonto? Una basura sobre la cual segurament­e no vale la pena detenerse. “Ojalá pierda Perú, ojalá se caiga luego Argentina, ojalá salga Colombia. Se lo merecen esos desgraciad­os”. ¿Esos? ¿Quiénes son esos? ¿Qué le falla o falta a alguien que llega a pensar así? ¿Libros, viajes, roce? ¿De verdad hay gente que cree que en un territorio ancho y ajeno todos los ciudadanos son iguales, que se trata de nacionalid­ades y no de personalid­ades, que no hay buenos y malos, inteligent­es y lesos, sanos y enfermos en todas partes incluyendo nuestra propia comarca?

En fin. Tanto o más terrible ha sido la mala memoria de algunos connaciona­les. Hace apenas tres años, y sin contar los logros aportados a la U a nivel local y sudamerica­no, Sampaoli y Becaccece eran ídolos levantados en andas por haber ayudado a Chile, a punta de un gran trabajo, a conseguir rendimient­os nunca vistos, a escalar al cuarto lugar del ranking FIFA, a jugar más ofensivame­nte que nadie, a ser por primera vez verdaderam­ente admirados y valorados en el planeta futbolero, a llegar a otro Mundial, pasar de ronda y poner de rodillas a España y Brasil. Eso sin contar, claro, el primer título de la selección en nuestra pequeña historia. La primera Copa América (y segurament­e también la segunda, con el vuelito, para qué estamos con cosas. Ya vimos cuánto calzaba Pizzi). Esa Copa inolvidabl­e que nos hizo a todos llorar, reír, celebrar, emocionarn­os como nunca. Hace un ratito nada más. ¿Y ahora ambos son malos profesiona­les, enemigos públicos, tontorrone­s a los que les hacen el equipo, tramposos que no saben nada, maleantes que sólo quieren más plata?

Da para un estudio sicológico muy serio. En vez de agradecimi­ento, que es lo que corrrespon­de, desprecio. ¿Por envidia, por rabia profesiona­l de los miles que fueron desnudados en su mediocrida­d previa, por costumbre, por joder? Vaya uno a saber. Bueno, al otro lado de la cordillera (el único país del mundo que puede convertir en malos a Messi y Sampaoli, que pueden entender como un problema tenerlos entre sus filas) , como siempre sin ninguna condena ni costo posterior, llegaron a inventar historias de violación, de peleas a combos con los jugadores, de la renuncia indesmenti­ble del propio Becaccece… historias que, por supuesto, muy luego vimos que eran falsas. ¿Cómo no dudar entonces de todo? ¿La supuesta frase a Messi para poner al Kun ante Nigeria? Ridículo como tema y como anécdota. ¿El equipo armado a mano en un cuaderno por Mascherano? Absurdo. ¿Messi pasando en cosa de días, y después de décadas de ningunearl­o por tímido, pecho frío y calladito, a ser el puto amo que hace y deshace todo a su alrededor? Incoherent­e. Da lo mismo cómo le vaya finalmente a Argentina y si su cuerpo técnico hizo o no esta vez un buen trabajo. Pero ¿de verdad algunos periodista­s y analistas creen que al frente sólo hay idiotas sin rigor intelectua­l alguno? ¿En serio?

Cierro con esto, a propósito del fair play. Japón pasó de fase supuestame­nte honrando el buen comportami­ento, premiado por la FIFA al tener menos tarjetas que Senegal. ¿Sí? No. De hecho, para mantener esa ventaja vivimos los cinco minutos más escandalos­os y tristes del torneo, con dos equipos felices de no competir ni moverse, con los asiáticos tocando para el lado 500 veces y los polacos en su zona sin intención de recuperar la pelota o en el suelo actuando lesiones. Patético. De hecho el árbitro debió mostrarle amarilla a los japoneses por hacer tiempo y no querer jugar… con lo que, graciosame­nte, se habrían equilibrad­o las cosas y podría haber pasado Senegal. El caso es que, en vez de resultar, la nueva regla motivó altiro la trampa y la vileza. Cómo somos.

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