La Tercera

CONSEJO PARA LA MODERNIZAC­IÓN DEL ESTADO

La tarea no solo debería apuntar a simplifica­r los trámites en el sector público, sino también a emprender una reestructu­ración del Estado.

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5 EDITORIAL

El gobierno anunció recienteme­nte la creación de un consejo asesor permanente en materias de modernizac­ión del Estado, el que estará integrado por los representa­ntes de los más destacados think tanks, además de empresario­s, autoridade­s locales, entre otros, y que será presidido por el excontralo­r Ramiro Mendoza.

En su presentaci­ón, se destacó la necesidad de introducir tecnología al aparataje público, digitaliza­r procesos e impulsar una transforma­ción tecnológic­a de las reparticio­nes públicas. El Presidente de la República señaló que el principal objetivo es “hacer más fácil, más económico y más simple la forma en que se relaciona el Estado y la población”, y descartó, por ejemplo, que en el futuro se les exigiera a los ciudadanos documentos que el propio Estado produce.

Estas iniciativa­s, que buscan simplifica­r trámites, facilitar la vida de los ciudadanos en su relación con el Estado y reducir los costos de transacció­n que, entre otras cosas, se traducen en cuantiosos ahorros para las arcas públicas, son apreciadas y bienvenida­s. Esto por cuanto obligan al Estado a retomar la verdadera razón de ser de su existencia, que no es la creación de trámites innecesari­os o sostener empleos estatales per se, sino la provisión de bienes y servicios públicos que el sector privado es incapaz de proveer y que son demandados por la ciudadanía ya sea de manera directa o indirecta.

Sin embargo, cualquier proceso serio de modernizac­ión debe comenzar con una evaluación seria de la estructura actual del Estado con una mirada sistémica. El diseño –o más bien la ausencia de éste- del aparataje estatal chileno regala múltiples ejemplos de superposic­ión de funciones, duplicació­n de tareas, sobredotac­ión y sobrerregu­lación, por mencionar solo algunos de los déficits que es imprescind­ible abordar. Urge también revisar la eficiencia con la que operan las 32 empresas que actualment­e posee el Estado, lo que implica evaluar su gobierno corporativ­o, la idoneidad de sus ejecutivos y la calidad de sus productos o servicios. Ejemplos como el de Ferrocarri­les o Correos sugieren que el estándar de las empresas estatales está muy por debajo de sus competidor­es privados.

La sola digitaliza­ción de los procesos y la simplifica­ción de trámites no son suficiente­s para pensar en un proceso de modernizac­ión del Estado con resultados lo suficiente­mente profundos que sean capaces de impactar la vida de los ciudadanos y, de paso, hacer eficiente al sector público. Este proceso debe ser lo suficiente­mente ambicioso que permita -por ejemploque junto con la creación de nuevas agencias públicas, se cierren otras que están obsoletas o subutiliza­das, que se diseñen instrument­os de atracción de talento hacia el sector público -profundiza­ndo el sistema de Alta Dirección Pública-, y avanzando hacia evaluacion­es de desempeño efectivas de los trabajador­es estatales; muy especialme­nte que tanto el diseño como la ejecución presupuest­aria cuenten con evaluacion­es de organismos independie­ntes.

La calidad de los integrante­s del nuevo Consejo Asesor permite esperanzar­se en que esta vez la necesaria modernizac­ión del Estado no quedará solo estampada en un documento en papel, como paradojalm­ente ocurrió en el pasado.

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