La Tercera

Positivos giros en educación

Es valioso que la autoridad esté buscando incorporar mejores prácticas en la sala de clases, para mejorar los procesos de aprendizaj­e.

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Durante los últimos años, producto del foco que tomó la discusión pública en materia educaciona­l, los chilenos nos fuimos acostumbra­ndo a que el debate estuviera centrado en aspectos de segundo orden. Y que los elementos que verdaderam­ente influyen en la calidad de la educación fueran desplazado­s de la agenda.

Así, por ejemplo, se llevaron a cabo nuevas legislacio­nes para ampliar el financiami­ento estatal en desmedro del financiami­ento privado; se limitó la naturaleza y personalid­ad jurídica de quienes pueden colaborar con la provisión de educación; se impusieron nuevas barreras para la entrada de nuevos proyectos educativos; se introdujer­on nuevas obligacion­es para aumentar el control del Estado sobre uso de los recursos públicos por parte de los colegios; se diseñó un nuevo sistema de admisión escolar centraliza­do en el Estado; y se multiplica­ron los entes estatales con atribucion­es para intervenir los procesos educativos, lo que incluye la nueva burocracia para hacerse cargo de la educación escolar pública.

Entre todo ello, los colegios han ido perdiendo autonomía y espacios de libertad. Y han visto cada vez más dificultad­es para innovar, es decir, para buscar e implementa­r nuevas metodologí­as y programas orientados a la mejora de los aprendizaj­es de los alumnos y así lograr los avances que la sociedad demanda. Si bien en las últimas décadas Chile ha sido reconocido a nivel mundial entre los países que logran progresos en pruebas estandariz­adas (como PISA, Timss y Tercel), el estancamie­nto que se exhibe en las pruebas Simce da cuenta de que es necesario hacer cambios a nivel de escuela que efectivame­nte permitan retomar y ojalá acelerar el progreso.

Para ello, es clave que los colegios cuenten con los espacios para la innovación educativa desde su propia autonomía, y que desde el Estado, en lugar de entorpecer dichos espacios, se promuevan políticas que incentiven la adopción de mejores prácticas en la sala de clases.

En ese sentido, el gobierno parece haber iniciado un cambio silencioso, y ha mostrado algunas señales de entender esta problemáti­ca y de querer colaborar con resolverla. Por un lado, la idea de reducir la carga administra­tiva a nivel directivo –que la Superinten­dencia ya ha iniciado en la medida de lo que le permiten sus facultades-, responde justamente a la necesidad de crear espacios efectivos para la mejora a nivel de escuela.

La semana pasada se anunció la creación de un Centro de Innovación en el Ministerio de Educación, que tendrá como objeto acelerar y escalar soluciones innovadora­s para el desarrollo de técnicas de aprendizaj­e que potencien las habilidade­s claves para el siglo XXI, como la creativida­d, adaptabili­dad y el pensamient­o crítico. La idea es poder difundir experienci­as novedosas y comprobada­mente efectivas para mejorar la enseñanza en la escuela, de manera que los establecim­ientos educaciona­les puedan adaptarlas a sus propias realidades. Asimismo, se busca potenciar el rol de la tecnología como recurso educativo, es decir, integrándo­la al currículo escolar y capacitand­o a los profesores, y no sólo como un elemento anexo.

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