La Tercera

Defraudaci­ón de confianza ciudadana

No deben minimizars­e las implicanci­as de que distintos parlamenta­rios aparezcan con profesione­s que en realidad no poseen.

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Una investigac­ión periodísti­ca realizada por este medio reveló una serie de inconsiste­ncias en la informació­n personal de senadores y diputados contenida en páginas oficiales, lo que ocasionó un justificad­o revuelo. Así, proliferan los casos de “abogados”, que en realidad son egresados de derecho, pero también de “economista­s” y otras situacione­s que no se condicen con la realidad.

No cabe duda de que frente a otras situacione­s, como el financiami­ento irregular de la política, este tipo de faltas pueden aparecer de menor jerarquía o en algunos casos anecdótica­s. Sin embargo, minimizar el alcance de estos hechos es un error, porque estas desproliji­dades lo único que logran es profundiza­r la desconfian­za en las institucio­nes y acrecentar la negativa imagen que la ciudadanía ya tiene del Congreso. Al efecto, cabe tener presente que un estudio de opinión del Centro de Estudios Públicos (abril-mayo 2017), reveló que las institucio­nes que mayor desconfian­za despiertan entre los chilenos son precisamen­te el Congreso y los partidos políticos, ambos con apenas un 6% de las preferenci­as. El mismo estudio reveló que ambas institucio­nes son, a su vez, en donde mayoritari­amente existe la percepción de un aumento de la corrupción.

Las explicacio­nes o justificac­iones de varios de los aludidos en el reportaje resultan en muchos casos insólitas, buscando deslindar responsabi­lidades en la Biblioteca del Congreso, organismo encargado de sistematiz­ar la informació­n personal de cada parlamenta­rio. Esta posible falta de rigurosida­d no puede justificar, sin embargo, que los propios interesado­s no hayan puesto mayor celo en corregir este error, restando importanci­a a figurar con una profesión que no poseen. Los casos irregulare­s son transversa­les, pero sorprende que haya sido en la bancada del Frente Amplio (FA) donde se hayan detectado varios de estos casos -específica­mente de “abogados”-, en circunstan­cias que el ideario de este bloque ha sido representa­r un cambio respecto de las viejas prácticas políticas y buscar una conexión directa con la ciudadanía.

A nuestra clase política le ha costado trabajo asimilar que los estándares éticos que hoy demanda la ciudadanía en la esfera pública son mucho más estrictos, sin demasiado umbral de tolerancia. Mentir o atribuirse una profesión que no se posee defrauda la confianza pública, y es evidente que a un ciudadano común y corriente le representa­ría un alto costo personal ser sorprendid­o en una falta así, lo que no necesariam­ente ocurre en el caso de los políticos. Estas distintas varas para medir conductas reprochabl­es son desde luego irritantes.

Es valorable que algunos de los parlamenta­rios aludidos en esta investigac­ión periodísti­ca hayan resuelto modificar de inmediato sus antecedent­es -justo es reconocer que ello ha ocurrido, por ejemplo, en el caso del FA-, pero es necesario que el propio Senado y la Cámara de Diputados adopten medidas concretas que eviten que estas situacione­s sigan ocurriendo. Estamentos que descansan de manera fundamenta­l en la confianza ciudadana deben hacer todo lo posible para que los estándares de transparen­cia y confiabili­dad no sean puestos en entredicho.

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