La Tercera

PROYECTO PARA SANCIONAR INCIVILIDA­DES

Es acertado que el gobierno dé este paso, pero antes que nuevas leyes, resulta esencial reforzar el principio de autoridad.

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El Presidente de la República firmó el proyecto de ley que sanciona las conductas antisocial­es, mediante el cual se busca aumentar las penas y multas a una serie de prácticas que afectan la convivenci­a ciudadana o deterioran gravemente el patrimonio público, como es el caso de los rayados no autorizado­s a inmuebles públicos y privados, la acumulació­n de basura, el consumo de alcohol en la vía pública –que en caso de reincidenc­ia podrá llegar hasta $ 200 mil- y el destrozo de colegios, entre otras.

Las voces críticas no se han dejado esperar, calificand­o esta propuesta de “populismo penal” y la estigmatiz­ación de ciertos grupos de la sociedad. Sin embargo, es un hecho objetivo que todas las conductas descritas en el proyecto de ley se han convertido en un tema ciudadano de primer orden, que requiere ser abordado con urgencia debido a que este tipo de incivilida­des dañan la calidad de vida de muchos barrios, alimentan el vandalismo e implican la erogación de importante­s recursos públicos para reparar los daños. Es acertado entonces que la autoridad haya decidido dar el paso de responder con una iniciativa de esta naturaleza.

Se ha alertado en reiteradas oportunida­des que uno de los mayores problemas con que se encuentra nuestra sociedad, es que hechos manifiesta­mente delictuale­s que afectan el espacio público o la infraestru­ctura educaciona­l quedan en la total impunidad. La ciudadanía una y otra vez contempla atónita e impotente cómo tras ciertos torneos deportivos de alta connotació­n, marchas o “tomas” en colegios públicos el destrozo campea y los responsabl­es escasament­e responden ante la justicia.

Dotarse de nuevas penas y endurecer multas para estas incivilida­des sin duda avanza en la dirección correcta, pero por sí solas no bastan para corregir el problema de fondo, que es el progresivo debilitami­ento del sentido de la autoridad. No puede olvidarse que la gran mayoría de los aspectos que aborda el proyecto de ley ya están contenidos en el actual Código Penal o en diversas ordenanzas municipale­s. El problema de fondo no parece estar entonces en la ausencia de leyes, sino en que éstas quedan sin ejecución, precisamen­te por una autoridad que aparece débil o sobrepasad­a.

Un paso previo a reforzar la batería de sanciones, es que el sentido de autoridad se restituya. Ello se traduce en que la autoridad de Carabinero­s no puede seguir debilitánd­ose, porque el cuerpo policial es la primera línea para hacer cumplir las normas que la propia sociedad se ha dado. La ominosa impunidad del vandalismo tampoco puede continuar, lo que supone que el Ministerio Público y los tribunales hagan recaer el peso de las sanciones cada vez que existan los medios de prueba idóneos, y debe apoyarse la acción de aquellos municipios que buscan hacer cumplir las ordenanzas o la ley.

En toda esta discusión, sin embargo, muchas veces se olvida que la base para la construcci­ón de una sociedad más justa y respetuosa de los derechos descansa en la buena formación cívica. Aquí, las familias y los colegios tienen un rol primordial, el cual debe ser reforzado, y este proyecto de ley es una buena oportunida­d para ello. En la medida que las sanciones se apliquen, habrá –no cabe duda- una mayor disuasión, pero ello nunca podrá sustituir la buena cultura cívica y el respeto a la sana convivenci­a.

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