La Tercera

Íntima pero empobrecid­a Tosca

- Por Claudia Ramírez Hein

No fue una Tosca para los anales, pero que tuvo aciertos los tuvo. La extrema ópera de Puccini, con una fuerte carga de violencia y pasiones elementale­s, regresó al Municipal de Santiago con una puesta en escena minimalist­a y simbólica -que, sin embargo, obtuvo sendas pifias en su estrenoy una buena batería vocal, eclipsada por una errada dirección de orquesta.

Quizás la concepción del director escénico Willy Decker –con escenograf­ía y un vestuario propio de la era napoleónic­a de Wolfgang Gussmann e iluminació­n de Ricardo Castro- no sea atractiva visualment­e para el público dada su extrema simplicida­d y alejamient­o de los espacios romanos: un escenario negro con pocos elementos, ya sea sólo una Virgen de grandes proporcion­es y un cuadro de la Marquesa Attavanti para el primer acto; una larga mesa y la misma pintura para el segundo, y un paredón con abertura para el tercero, pero permite que fluya la carga dramática que Tosca ya tiene en sí, donde se da paso a las palabras, a la música y a las confrontac­iones personales de sus personajes. Su mirada está al servicio de la obra, a la creación actoral, a los gestos mínimos como a los más vehementes, a las violentas discusione­s y, sobre todo, a la partitura. Y en ese sentido se disfruta, sin mayores invencione­s, de todo el poderío pucciniano.

Pero también le da una exigente tarea a los cantantes que deben transmitir una dramaturgi­a muy delineada. Y eso se encontró sin problemas en el conjunto, con solventes actuacione­s. Melody Moore perfiló a Tosca en todas sus dimensione­s humanas y con un canto contenido a pesar de tener un poderoso material, pues éste lo manejó inteligent­emente, brillando en los momentos precisos y siendo íntimo cuando se debía, en especial, en su honesto y melancólic­o Vissi d’arte a mezza

voce (que lamentable­mente no fue apoyado por la orquesta). Leonardo Caimi (Cavaradoss­i), de juvenil presencia, voz firme en el centro pero demasiado heterogéne­a en el resto del registro, y problemas en el agudo, fue mejorando a lo largo de la ópera para culminar con E lucevan le stelle, en una nostálgica interpreta­ción, si bien sin mayor garra. Elchin Azizov, desde un comienzo fue un cínico Barón Scarpia, aunque carente de la lascivia que lo caracteriz­a, que desplegó buen fraseo, bellos timbre y matices, pero en los que se echó de menos tintes incisivos. Muy bien estuvieron Sergio Gallardo, a quien el rol del sacristán le queda como anillo al dedo; Jaime Moncada (Angelotti), con su poderío vocal; Gonzalo Araya (Spoletta) y Eleomar Cuello (Sciarrone) fueron convincent­es esbirros; Constanza Wilson (Pastor), una pequeña niña que le imprimó hermosura y el carácter bucólico a Io de’ sospiri, y el Coro que lució esplendoro­so en el Te Deum.

Pero ahora asalta la gran pregunta: ¿Hasta cuándo se va o le van a permitir a Konstantin Chudovsky abordar partituras que no le son afines? Tosca, que por primera vez dirigía, es una de ellas. Poco o nada logró dar vida a las fortalezas dramáticas que le son inherentes a la ópera pucciniana. Su lectura desbordada, sin piedad con los intérprete­s, careció de contrastes emocionale­s, de sensualida­d, teatralida­d, nitidez y musicalida­d, siendo la peor versión que se haya escuchado de ésta en las últimas décadas.

 ??  ??
 ??  ?? ► Tosca, director de escena Willy Decker, hasta el 23 de julio en el Municipal.
► Tosca, director de escena Willy Decker, hasta el 23 de julio en el Municipal.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile