La Tercera

Solidarida­d turbia

- Sergio Muñoz Riveros Analista político

De los 43 firmantes de la carta de apoyo a Lula que prepararon Carlos Ominami y Jaime Gazmuri a pedido del Partido de los Trabajador­es (PT), de Brasil, más de la mitad pertenecen al Partido Socialista. Es un dato revelador de la influencia que tiene el PT entre los dirigentes del PS, y explica la pronta reacción ante los requerimie­ntos de los enviados de Lula. El único presidente de partido que firmó fue Elizalde. Solo queda deducir que la carta fue uno de los modos de pagar la ayuda recibida en las campañas electorale­s, lo cual no alcanza a ser tapado por el tono de épica progresist­a del texto, ni por la excusa de que el objetivo es defender la democracia en Brasil.

Es probable que los promotores de la carta no se hayan demorado mucho en recoger las adhesiones. Habiendo comprometi­do la firma de la ex Presidenta Bachelet, las cosas deben haber fluido fácilmente. ¿Leyeron el texto todos los firmantes? Nadie lo sabe. Si fue así, quiere decir que no tuvieron conciencia de lo grave que era interpelar al Poder Judicial de Brasil para que permita que Lula sea candidato presidenci­al, pese a estar condenado a 12 años de cárcel por corrupción pasiva y lavado de dinero. La ley electoral Ficha Limpia, aprobada en 2010, impide que un condenado en segunda instancia pueda ser candidato, y ese es el caso de Lula. Si no todos leyeron el texto, y se conformaro­n con la pauta que los redactores les leyeron, es peor. No hace falta dar razones porque la indolencia se explica por sí misma.

La carta ignoró las evidencias de la gigantesca corrupción que hubo en los años de los gobiernos del PT, sin lo cual no se entiende la situación de Lula. La empresa Odebrecht repartió plata a muchos amigos del ex mandatario en varios países de América Latina, incluido Chile. Fue notorio que un ex candidato presidenci­al no firmó la carta, como habría sido lógico, pero eso se explica por sí mismo.

Es insólito que la carta haya sugerido que Lula merece un trato especial porque “es la figura más relevante y popular del país”, y porque “todas las encuestas de opinión lo siguen señalando como el más probable vencedor, con una ventaja considerab­le sobre todos sus eventuales competidor­es”. ¿Quiere decir que si un político encabeza las encuestas, las leyes no lo alcanzan? ¿Qué clase de principio jurídico sería ese? ¿Acaso los líderes populares deben tener privilegio­s judiciales?

Por cierto que a los amigos caídos en desgracia no se les abandona. Si están en la cárcel, hay que visitarlos y darles apoyo humano. Pero en este caso, los amigos chilenos de Lula hicieron suya la bandera política del preso, que es volver a gobernar en Brasil. Ominami ha llegado a decir que si Lula no es candidato la elección presidenci­al brasileña será ilegítima. Esa sí que es osadía.

Es obsceno condenar los delitos de adversario­s y excusar los de los amigos. Lo decente es combatir la corrupción en toda circunstan­cia.

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