La Tercera

Agravamien­to de la crisis en Nicaragua

La resolución de condena de la OEA y la declaració­n de 13 países de la región son pasos positivos, pero insuficien­tes, lo que vuelve a dejar en evidencia la tardía capacidad de respuesta ante las crisis.

-

La violenta crisis política que atraviesa Nicaragua no es nueva, viene desarrollá­ndose ante la mirada de la comunidad internacio­nal desde hace años, tras el sostenido acaparamie­nto de los espacios de poder por parte del régimen de Daniel Ortega. Casi en paralelo a la deriva autoritari­a observada en los últimos años en Venezuela, el gobernante nicaragüen­se fue tomando el control, desde su llegada a la presidenci­a en 2007, de los distintos organismos del Estado. Sus hijos ocupan altos cargos clave en el gobierno, en las empresas públicas y en medios de comunicaci­ón proclives al régimen, mientras que su esposa se convirtió formalment­e en enero de 2017 en vicepresid­enta del país, trasparent­ando un poder que ya venía ejerciendo en la práctica. Todo generó una sostenida y acelerada degradació­n institucio­nal que terminó estallando hace tres meses, luego de la polémica decisión del gobernante de impulsar un cambio al colapsado sistema de seguridad social del país.

La reforma previsiona­l –que fue revertida por el gobierno poco después de iniciadas las protestass­e convirtió así en el catalizado­r de un descontent­o mucho más profundo que se alimentaba del sostenido abuso de poder impuesto por el régimen de Daniel Ortega, que no solo llevó a que muchos de sus antiguos aliados se alejaran de él sino que incluso motivó comparacio­nes con el exdictador nicaragüen­se Anastasio Somoza, al que el propio Ortega combatió. De la mano de las fuerzas de seguridad y de grupos paramilita­res apoyados por el gobierno, el régimen ha llevado a cabo en estos tres meses una violenta represión contra los manifestan­tes opositores que ya acumula más de 300 muertos. Un hecho que sumado al fracaso de la mesa de diálogo encabezada por la Iglesia Católica revela una “situación alarmante y que cada día empeora más”, según palabras del secretario ejecutivo de la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos de la OEA (CIDH).

En ese sentido es un paso positivo la dura condena expresada el lunes por 13 países de la región –incluido Chile- en la que se “exige el cese inmediato de los actos de violencia (…) y el desmantela­miento de los grupos paramilita­res” y se llama a “reactivar el diálogo”. Como también lo es la aprobación ayer de una resolución de la OEA que “condena” la represión y “urge al gobierno de Nicaragua a participar activament­e y de buena fe en el Diálogo Nacional”. Pero a la luz de los niveles de violencia en el país ambas declaracio­nes no sólo resultan insuficien­tes sino que vuelven a demostrar la tardía reacción de la comunidad regional ante un caso evidente de violación de los DDHH y de pérdida de garantías democrátic­as. Y en el caso de la OEA, la crisis nicaragüen­se deja nuevamente en evidencia sus limitacion­es y, la ineficacia de la Carta Democrátic­a Interameri­cana.

Es, sin duda, importante que la crisis esté hoy en el foco de atención mundial y se hayan redoblado los esfuerzos internacio­nales para poner fin a la violencia y regresar a la mesa de diálogo. Sólo así será posible buscar un acuerdo que permita adelantar las elecciones y darla una salida institucio­nal a la crisis. Sin embargo, como ha advertido el secretario de la CIDH, el riesgo es que ya sea demasiado tarde y que “los caminos de una solución pacífica” se hayan vuelto “inviables”.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile