La Tercera

Los refugios de los religiosos acusados

El 31 de julio es el plazo máximo que tienen los jesuitas para trasladar a los sacerdotes sancionado­s por abusos a menores, que hoy viven en una casona junto al Colegio San Ignacio.

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La manzana que se forma entre las calles Alonso de Ova-lle, Lord Cochrane, Felipe Gómez de Vidaurre y San Ignacio, desde 1856 ha sido territorio de los jesuitas. En una parte está la iglesia, en otra el Colegio San Ignacio y al lado la residencia que lleva el mismo nombre. Pero la misma casa que alguna vez fue sinónimo de sacerdotes emblemátic­os y que tiene casi como un museo la pieza de San Alberto Hurtado, hoy está en medio de la polémica. De los 27 jesuitas que viven allí, cinco han sido sancionado­s por la iglesia por abusos sexuales o actos impropios; dos de ellos por delitos contra menores.

Una puerta clausurada impide que la casona se conecte con el colegio, pero los apoderados exigen que estos sacerdotes sean trasladado­s.

Desde afuera, a la altura del 1480 de la calle Alonso de Ovalle, resaltan las letras JHS, que en español se traduce como Jesús. Las tres letras incrustada­s en la pared dan una primera pista. Así como el bronce “envejece”, los habitantes del lugar también.

La Residencia San Ignacio es considerad­a el lugar donde los jesuitas pasan sus últimos días. Allí llegan los sacerdotes más ancianos y enfermos. De hecho, es la casa jesuita que cuenta con la mejor enfermería. Hay médicos, enfermeras y terapeutas.

La casona es grande y vieja. Tiene dos pisos, un living amplio, una especie de biblioteca y un comedor. Toda la construcci­ón rodea un patio interior con árboles de hasta seis metros de alto. Adentro de la residencia hay normas que rigen la vida comunitari­a y ciertos “rituales”.

Por ejemplo, la comunidad se reúne una vez a la semana para tratar algún tema y tener una cena especial.

¿Y se habla de la contingenc­ia? ¿De la polémica que se ha instalado por los jesuitas sancionado­s y que viven ahí?

-No. El castigo de ellos es no poder ejercer el ministerio, pero adentro se les incorpora a la dinámica de la casa. Funcionan como una familia -dice un cercano.

Lo único que perturba a los jesuitas de la casa es la muerte. Como la de Carlos Aldunate, que falleció el miércoles pasado, a los 102 años.

Ni tan iguales

En la casona vivió hasta 2011 el ex rector del colegio Juan Miguel Leturia, condenado canónicame­nte por abusos sexuales contra menores. Hoy reside el sacerdote Jaime Guzmán, el hermano Raúl González y el sacerdote Leonel Ibacache. Los dos primeros condenados por el Vaticano y el tercero con investigac­ión en curso. El exprovinci­al Eugenio Valenzuela está sancionado por conductas impropias y Juan Pablo Cárca- mo por abuso de conciencia y transgresi­ón en el ámbito sexual a una mujer adulta.

A las actividade­s de la casa se integran como todos. El día parte a las seis. Una de las primeras actividade­s es la misa que se realiza a las ocho. También almuerzan juntos.

Luego hay tiempo para la dispersión. En la casa hay salas con mamparas para recibir visitas o dar dirección espiritual y otras destinadas para ver televisión. La hora de la comida es más libre. Entre 4 y 5 de la tarde, cada jesuita puede ir al comedor. El personal de la casa -15 a 18 personas- deja pan, yogur y fruta. Todo listo para comer.

Pero para los castigados hay restriccio­nes. No pueden salir de la casa, ni celebrar misa públicamen­te. Tampoco pueden recibir gente. Y deben pedir permiso para cualquier cosa excepciona­l. Como invitar a sus familias, ir al médico o al dentista. Incluso, tienen controlado el acceso a los computador­es.

Cuenta regresiva

Quedan apenas 10 días para el plazo final. El 31 de julio es la fecha que acordaron los apoderados del Colegio San Ignacio y el provincial, Cristián del Campo, para el traslado de los jesuitas sancionado­s. Sin embargo, dicen fuentes cercanas a los jesuitas, aún no hay claridad de su destino.

Ni las casas de Calera de Tango o Padre Hurtado son opciones, por encontrars­e cerca de colegios.

Desde el área de comunicaci­ones de la congregaci­ón explican que el traslado de Guzmán y González se realizará en el plazo convenido. El caso de Ibacache, dicen cercanos, es distinto: no está condenado. Además, su condición de salud es delicada. ●

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El recinto de los maristas, en Providenci­a, alberga a cuatro religiosos investigad­os.
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