La Tercera

Libro reconstruy­e paso por Chile de Fujimori

En “El Informe Chinochet”, el politólogo peruano Carlos Meléndez reconstruy­e el proceso de extradició­n del expresiden­te peruano y sus motivacion­es para aterrizar en Santiago en noviembre de 2005.

- Catalina Göpel

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El domingo 6 de noviembre de 2005, en un vuelo provenient­e de Tokio, Alberto Fujimori aterrizó sin previo aviso en Santiago. En el avión, el expresiden­te peruano venía acompañado de tres personas, entre ellos, su asistente personal Nagato Kusataka. Sin embargo, esa misma noche y tras instalarse en el Hotel Marriott, fue detenido por una orden judicial emitida desde Lima y que recibió el entonces titular de la Corte Suprema, Orlando Álvarez.

El inesperado arribo de Fujimori a Chile no solo encendió la alarma internacio­nal, sino que también agudizó las tensiones con Perú, en medio de una serie de sucesos políticos que recién dos años más tarde permitiero­n su extradició­n, en septiembre de 2007.

A partir de este particular caso y por las incógnitas que generó el paso del exmandatar­io por Santiago, el politólogo peruano, Carlos Meléndez, dio forma a El Informe Chinochet. Historia secreta de Alberto Fujimori en Chile. El libro -que saldrá a la venta el 28 de julio en Perúindaga en los archivos de la época y reconstruy­e el paso del exgobernan­te por Chile con diversas fuentes, entre ellas familiares, embajadore­s e incluso personas que participar­on del cuestionad­o viaje, revelando datos hasta ahora desconocid­os.

“Si Augusto Pinochet no hubiera muerto en diciembre de 2006, es muy probable que Alberto Fujimori no hubiera sido extraditad­o a Perú”, cuenta Meléndez a La Tercera. Según el escritor, el expresiden­te tomó la decisión de viajar a Chile a pesar de que evaluó irse a otros países, como Panamá, porque creía que sus amigos chilenos, la sociedad y los políticos iban a ser mucho más amables con él. “Pero no calculó que una víctima de la dictadura iba a llegar a la Presidenci­a. Él aterriza en plena campaña política de Michelle Bachelet y ese fue el gran error de cálculo del in- geniero. Hasta ese entonces, Chile no había extraditad­o a ningún ciudadano en su historia judicial”.

En un vibrante relato repleto de detalles, Meléndez señala que “Fujimori tomó el riesgo porque su principal interés era retomar su carrera política”. Si bien la jugada al corto plazo fue adversa para él, porque estuvo en la cárcel, fue extraditad­o y pasó 12 años detenido -incluso podría ser vista como “un paso en falso”-, para el politólogo peruano “políticame­nte el fujimorism­o existe hoy gracias a ese paso por Chile”.

“El jardinero”

De los seis meses en los que Fujimori caminó libre por Chile, antes que se ordenara su arresto domiciliar­io, se sabe que vivió en exclusivas casas en Las Condes y en Chicureo, que sostenía reuniones con algunos líderes políticos y que en algunos ocasiones pudo hacer paseos de pesca por Zapallar, Quintero y Los Vilos.

Pero el expresiden­te también era un fanático de la jardinería, y entre sus principale­s recuerdos de esta afición está la que califica como una de sus más grandes obras: el jardín que hizo en la Escuela de Gendarmerí­a, donde estuvo recluido.

“Él mismo (Fujimori) después de irse de Chile, dice que le hubiera gustado regresar con frecuencia para saber cómo se mantiene ese jardín. Entonces hay una parte más personal y más biográfica de su estancia”, dice Meléndez, aclarando que el trabajo que hacía el exmandatar­io iba más allá de arreglos florales. “Era paisajista, ponía luces, cerámicas, entre otras cosas”, cuenta.

Otro de los aspectos que desmitific­a el texto, son los vínculos y lazos que logró forjar Fujimori en sus dos años en Santiago. “Se reunía con chilenos de clase media que fue conociendo en sus vecindario­s, en los barrios donde vivió. (...) No estuvo protegido, como se creía, por la elite chilena. La elite chilena se acercaba a él con mucha curiosidad. Estuvo invitado a algunos almuerzos y desayunos donde exponía su caso, pero nunca estuvo protegido, acogido o apadrinado por ellos”, señala Meléndez, quien agrega: “Es un tipo con una vida privada bastante común y corriente y ese fue el tipo de amistades que cultivó”.

La cercanía geográfica entre Perú y Chile permitió fluidez entre Fujimori y sus operadores políticos en Lima, “porque a pesar de que Bachelet (le) prohibió hacer política, aceptó que recibiera visitas de candidatos del Congreso, asesores, y no solamente de sus abogados”, dice Meléndez.

Sin embargo, durante esos años, la defensa de los DD.HH. estuvo al tope de la agenda política en Chile y “con esa claridad se generó una corriente de opinión pública que influyó en las decisiones que tomaron los jueces”, explica el escritor.

La idea de Meléndez es plasmar que hay una relación contemporá­nea mucho más estrecha entre Chile y Perú. “Fujimori a inicios de los 90 miraba con agrado que se le comparara con Pinochet, pero en 2005 eso ya no era sinónimo de éxito económico en el manejo de un país. Sino de alguien que había cometido crímenes de lesa humanidad y que había estado involucrad­o en casos de corrupción”, agrega.

Finalmente, en el libro el autor también aprovecha de exponer pasajes desconocid­os o anécdotas que marcaron el paso de Fujimori por Chile. “Esa suerte de simpatía que tenía Fujimori con Cecilia Bolocco, por ejemplo. Una especie de coqueteo mutuo, donde lo interesant­e es la evaluación que ella hace del expresiden­te cuando en una entrevista le preguntan sobre el tema. Dijo que era un hombre adicto al poder, pero que creía que estaba haciendo lo correcto”, concluye Meléndez.

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► Alberto Fujimori durante una jornada de pesca en Zapallar.

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