La Tercera

DEMOCRACIA Y CUIDADO DE INSTITUCIO­NES . LA CUESTIONAD­A GIRA DE TRUMP A EUROPA

Los llamados a preservar la relevancia del Congreso son acertados, pero los propios parlamenta­rios deben hacer esfuerzos para cuidar también los fueros y el prestigio del resto de las institucio­nes.

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Esta semana la presidenta de la Cámara de Diputados y el presidente del Senado rindieron cuenta a la Nación sobre el trabajo efectuado por ambas Cámaras en el año inmediatam­ente anterior. Este acto republican­o incluyó un repaso sobre la labor efectuada por el Congreso en materia legislativ­a, así como las nuevas comisiones e instancias creadas en el Parlamento para el estudio de materias específica­s y para acercar al Congreso a la ciudadanía. La cuenta incluyó, asimismo, una reflexión sobre el rol del Congreso Nacional y su importanci­a para el sano funcionami­ento de la democracia.

El llamado de ambas autoridade­s a ponderar la relevancia del Congreso Nacional en un Estado de derecho democrátic­o resulta del todo pertinente. Convocar al propio Parlamento y a otros poderes del Estado y la sociedad civil a contribuir con propuestas para mejorar la calidad del debate legislativ­o; modernizar la institucio­nalidad, acercándol­a a la ciudadanía, y los mecanismos de control y transparen­cia en la función y uso de recursos públicos; revisar el rol que le cabe a los parlamenta­rios y al Congreso en tanto interviene­n en temas que forman parte de la discusión nacional y recuperar las confianzas en nuestras institucio­nes democrátic­as, son aspectos ciertament­e muy necesarios. Los desafíos antes referidos y la importante atención prestada por los líderes del Parlamento a los mismos, constituye­n una valiosa contribuci­ón al quehacer del Estado; respetar la labor del Congreso Nacional debiera ser un llamado que convoque a todos.

Cabe no olvidar que el Parlamento cumple una función esencial en la democracia, no solo por su vocación de representa­ción ciudadana y de símbolo de la pluralidad política y la diversidad social del país, sino porque constituye un actor muy relevante en materia legislativ­a, así como también en el control horizontal entre los poderes del Estado, a través de la labor fiscalizad­ora que ejerce la Cámara de Diputados. En este sentido, como ciudadanía, debemos valorar el rol que ejerce el Parlamento, sin perjuicio de las legítimas críticas que, planteadas en términos constructi­vos, puedan efectuarse en aras de mejorar importante­s aspectos de su funcionami­ento e institucio­nalidad. El desafío político que tiene el Congreso para recuperar prestigio y confianza es enorme, lo que implica no solo efectuar la reflexión y autocrític­a que realizaron sus máximas autoridade­s esta semana, sino también el constante cuidado, desde la propia esfera del Congreso, de no contribuir a su invalidaci­ón.

Exigir respeto por la institucio­nalidad demanda, como contrapart­ida, que el propio Parlamento respete a su vez a los demás poderes del Estado y a los organismos autónomos del mismo, en las esferas de sus competenci­as y atribucion­es, y no participe, de tiempo en tiempo, en desautoriz­arlas o desacredit­arlas, tal como ocurre constantem­ente con el Tribunal Constituci­onal. Las señales contradict­orias en esta materia, que muchas veces emanan desde el propio Congreso y sus miembros, deben evitarse en aras del respeto que se viene exigiendo a la institucio­nalidad democrátic­a.

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