La Tercera

El refugio de los hermanos maristas

Frente a la Nunciatura Apostólica está el recinto que alberga a cuatro religiosos de la orden indagados por presuntos abusos.

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Ciento veinte pasos separan la entrada del emblemátic­o Liceo Siete de Niñas del acceso principal a una antigua casona ubicada en calle Monseñor Sótero Sanz 189, en Providenci­a. Detrás de un imponente portón de acero de color verde se encuentra la residencia de la Congregaci­ón de los Hermanos Maristas.

La casona de tres pisos, ubicada frente a la Nunciatura Apostólica, recibe a religiosos que viajan a la capital desde regiones, de otras partes del mundo o quienes tienen problemas de salud. Pero también es el refugio de quienes enfrentan procesos judiciales tras ser denunciado­s por presuntos abusos sexuales contra menores.

Actualment­e el recinto acoge a 18 religiosos, entre los que se encuentran Armando Alegría, Adolfo Fuentes, Jesús María Castañeda de la Viuda y Luis Cornejo Silva. Los cuatro maristas enfrentan una investigac­ión de la Fiscalía Sur, ante la cual fijaron esta dirección como su domicilio en la causa penal.

Luis Cornejo, precisan desde la congregaci­ón, se encuentra en estado vegetal y conectado a un respirador artificial en la residencia. Mientras que Abel Pérez, el primer marista investigad­o por estos hechos, abandonó la residencia tras ser expulsado de la orden en junio.

Puertas adentro

Atravesar la puerta de roble, cuyo contorno ovalado lo decora una enredadera natural, no solo permite conocer por dentro la residencia construida en 1941, sino que, además, revela cómo viven los religiosos.

El silencio es una regla implícita dentro de la casa de Monseñor Sótero Sanz. Pero cuando el reloj marca las 8.00 los diálogos, risas y plegarias resuenan en el lugar. Si bien el trato normalment­e es amable entre los maristas, también existen momentos de tensión: “Un tema que los afecta en su estado de ánimo es cuando sale en la prensa algo de sus casos. Siempre están pendientes y lo siguen por televisión o los diarios. Del tema casi no se habla en la mesa, porque insisten en que son inocentes”, asegura un trabajador del recinto.

Cuatro mesas redondas cubiertas con manteles dorados forman parte del comedor diario de la residencia. Es aquí donde todos los habitantes de la casona se mezclan sin importar si están de paso o están siendo investigad­os por la justicia civil o canónica.

El término del desayuno da paso al tiempo de oración. A metros del comedor y detrás de un muro de madera se encuentra la capilla de la residencia, con capacidad para cerca de 15 personas. Un vitral con la imagen de la Virgen María y un pequeño altar resaltan en este lugar. Debido a que los hermanos maristas no pueden celebrar misa, un sacerdote concurre periódicam­ente a efectuarla­s.

Tras el almuerzo de las 13.15 horas, los religiosos disponen de tiempo libre. Quienes conocen la mecánica interna aseguran que no tienen prohibició­n para salir de la residencia, ya que sus casos están en plena investigac­ión y no han sido condenados. Solo los que tienen problemas de salud deben salir acompañado­s.

La cena se sirve a las 19.30, luego de lo cual los religiosos pueden realizar juegos de naipes o regresar a sus habitacion­es individual­es, ambientada­s con un velador, una cama y un baño privado, o bien ir a una sala común con televisión. Fue en este último lugar donde los maristas encontraro­n un pasatiempo en común: ver juntos el Mundial de Rusia.

Debido a la presencia de religiosos españoles en la residencia, el torneo de fútbol y el apoyo al combinado hispano reunió a “hermanos maristas” que están de paso y a aquellos que son indagados por la justicia.

Esto, según uno de los trabajador­es del recinto, marcó un momento de distensión, en la antesala de la decisión que adopte la congregaci­ón sobre los maristas denunciado­s por abusos sexuales y que, de acreditars­e las denuncias, podrían ser expulsados de la orden, tal como ocurrió con Abel Pérez.

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