La Tercera

Respuesta a nuestros críticos

- Carlos Ominami Economista

La declaració­n en defensa del Presidente Lula no cayó en el vacío. Sabemos que ha sido analizada con lupa por autoridade­s políticas y judiciales brasileñas y recibida con simpatía por los demócratas de ese país hermano. En Chile ha generado una interesant­e polémica.

Ya en el mes de abril frente al posible encarcelam­iento de Lula, el expresiden­te Lagos había afirmado que el rechazo por mayoría de un voto por parte del Tribunal Federal del recurso de habeas corpus en favor de Lula “era una mala noticia para la democracia de Brasil y América Latina”, expresando que esperaba que “las institucio­nes democrátic­as de esa gran nación corrijan estas graves decisiones”. Desgraciad­amente eso no ocurrió. Lula, (el presidente más popular de la tierra según el expresiden­te Obama) lleva ya más de tres meses en prisión.

En esta nueva declaració­n destaca la firma de la expresiden­ta Bachelet y de parlamenta­rios de gran relevancia como el senador Carlos Montes y la diputada Maya Fernández. Las críticas no se dejaron esperar. Retomaré aquí las formuladas por periodista­s o dirigente políticos bien intenciona­dos pero altamente desinforma­dos (no me referiré a bajezas como las de Sergio Muñoz R. proferidas en estas mismas páginas. Caerán por su propio peso).

En sustancia las críticas apuntan a que no se estaría respetando el estado de derecho y la autonomía del Poder Judicial, se incurre en injerencia indebida en los asuntos propios de otro país y se defiende un presidente muy popular pero culpable de hechos graves de corrupción.

Suenan bien, pero son todas falsas. La destitució­n de la Presidenta Rousseff correspond­ió a lo que técnicamen­te se denomina un golpe blanco. En Brasil no existe un estado de derecho en forma y se ha desatado una gravísima crisis que afecta a todas las institucio­nes. La Presidenci­a está siendo ejercida por una figura particular­mente detestada, cuyo respaldo no supera el 4%. El Legislativ­o está también fuertement­e cuestionad­o: 40% de los integrante­s del Senado tiene abiertos procesos por corrupción.

El Poder Judicial no escapa a esta grave crisis institucio­nal. La judicializ­ación de la política ha conducido a una extrema politizaci­ón de la justicia. La justicia brasileña ha mostrado conductas extremadam­ente erráticas y ha sido blanco de fuertes presiones que cuestionan su neutralida­d. La politizaci­ón judicial alcanzó su paroxismo en el episodio del domingo 8 de julio cuando el juez Moro, no obstante ser juez de primera instancia, intervino desde sus vacaciones en Portugal para anular un fallo favorable a un habeas corpus dictado por un juez de segunda instancia. Este episodio fue bautizado por la propia gran prensa conservado­ra como la “anarquía judicial”. En el último número de The Economist se afirma negro sobre blanco que el Poder Judicial se transformó en un “foro de política partidaria”.

El proceso contra Lula, el famoso triplex, es abyecto. Moro ha reconocido que “no tiene pruebas pero tiene conviccion­es”. Esto es lo que ha conducido a columnista­s del propio New York Times a sostener que el proceso está muy por debajo de cualquier estándar internacio­nal. Los críticos pasan también por alto las amenazas de golpe militar proferidas por Eduardo Villas-Boas, Comandante en Jefe del Ejército y refrendada­s por los generales Paulo Chagas y Dias Freitas.

Por eso, lejos de amedrentar­nos a los 43 de la primera lista, se sumarán el lunes próximo otros 43 demócratas, consecuent­es, valientes e informados.

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