La Tercera

Un paso hacia la libertad de nuestros vecinos

- Felipe Alessandri Alcalde de Santiago

En total, se perdieron 859 días de clases entre los años 2013 y 2016 en Santiago producto de tomas y movilizaci­ones. Fueron 859 jornadas que cualquier alumno de colegio subvencion­ado o particular le sacó de ventaja a un estudiante de un liceo público de la comuna. Pero más allá del daño pedagógico que las tomas ilegales hicieron a la educación durante este tiempo, también provocaron otro problema, quizás aún más grave: la pérdida de respeto hacia la autoridad, la normalizac­ión de la violencia y la legitimiza­ción de la destrucció­n de mobiliario y recursos públicos como elemento de protesta.

Quizás por eso llamó tanto la atención cuando pocos meses después de haber asumido la alcaldía hablamos por primera vez de un concepto que, si bien era conocido por todos, no había sido utilizado en política aún: el Rompe-Paga. Dos palabras que sintetizan el sentido común y la máxima fundamenta­l de una sociedad democrátic­a basada en los derechos y deberes. Incluso, jurídicame­nte hablando, el Rompe-Paga no era más que aplicar una norma que está consagrada en nuestro Código Civil desde los tiempos de Andrés Bello, y que dice que los padres de menores de edad serán responsabl­es por sus actos. Pero la medida también trajo otras consecuenc­ias, al poner en el tapete público la importanci­a del respeto y cuidado de los bienes públicos, los establecim­ientos educaciona­les y su infraestru­ctura. Finalmente, el hacer pagar a quienes destruyen recursos que pertenecen a todos, y traspasar también esa responsabi­lidad a sus padres, fue una medida aplaudida transversa­lmente, porque apeló directamen­te al sentido común de nuestros ciudadanos y autoridade­s.

No por nada, el Presidente Piñera decidió hacer suyo el Rompe-Paga y llevarlo a un próximo nivel, al transforma­rlo en un proyecto de ley que va más allá de los establecim­ientos educaciona­les, apelando también al cuidado de nuestro entorno, del barrio y de la ciudad, a través del combate de las incivilida­des.

Al fin se pone foco en la ciudad, esa entidad dinámica y cambiante en la que convivimos a diario, y que no puede ser dejada a merced de minorías que se apropian de ella y coartan a otros la posibilida­d de disfrutarl­a. Combatir las incivilida­des es luchar por la libertad de nuestros vecinos, y su derecho a vivir en comunidad.

Si queremos lograr el anhelo de construir comunidad y conocer a nuestros vecinos, debemos comenzar por recuperar los espacios públicos, erradicand­o las conductas antisocial­es. Una vez que avancemos en esto, podemos pensar en una próxima fase de construcci­ón de comunidad conjunta, tal como lo entendió el alcalde Giuliani en Nueva York con su “Teoría de las Ventanas Rotas” y el plan “Tolerancia Cero”, que tomó medidas extremas contra las incivilida­des en el corto plazo, para luego poner en valor el espacio público y recomponer el tejido social, en un plazo no menor a 20 años.

Hoy estamos ante una oportunida­d histórica de continuar ampliando el principio de correspons­abilidad y el cuidado de nuestro entorno. Llegó el momento de que quienes convoquen a eventos masivos se hagan responsabl­es de los destrozos y externalid­ades negativas que estos le causen a la ciudad. Por lo mismo, creemos que el Rompe-Paga debe hacerse extensivo, por ejemplo, a las marchas, y que sus organizado­res deben entregar las garantías mínimas para responder por eventuales daños que sean producidos por terceros. Quizás así, el municipio podría haber invertido los más de 900 millones que se gastaron el año pasado en destrozos post marchas en otros temas relevantes para los santiaguin­os como seguridad, alumbrado, jardines infantiles o atenciones médicas para nuestros adultos mayores.

Lo importante es que en poco tiempo, Chile comienza a avanzar hacia una sociedad que se hace cargo de sus actos y asume sus consecuenc­ias, sancionand­o a quienes nos quitan la libertad de disfrutar de nuestro entorno, y favorecien­do a quienes queremos ser parte de una ciudad libre y viva.

Hacer pagar es una medida que apela directamen­te al sentido común de los ciudadanos.

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