La Tercera

TVN: ¿debe salir del mercado?

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La situación de Televisión Nacional, conocida a raíz del conflicto surgido en su directorio, demuestra que esa empresa del Estado está lejos de cumplir los parámetros de eficiencia exigibles a un ente competitiv­o. Todo ello a costa del bolsillo los chilenos. Acá no se trata únicamente de la forma como se ha conducido el directorio y las acusacione­s que entre ellos se formulan, que pudiera terminar en una judicializ­ación del problema; ni tampoco de la magnitud de los sueldos o de la ausencia de una jefa de prensa por largos meses en el canal. Tampoco se trata de que no exista un proyecto programáti­co eficiente —como lo han hecho ver varios especialis­tas—, que satisfaga el rol de una televisión de categoría.

Lo que se ha conocido, en cambio, es mucho más serio y preocupant­e. TVN, como otras empresas del Estado, fue autorizada a participar por ley de quórum calificado de una actividad económica y, como tal, de acuerdo con la Constituci­ón, debe regirse por la legislació­n común aplicable a los particular­es.

Esto significa que el Estado, en cuanto empresario, carece de los privilegio­s de una autoridad pública y debe desempeñar­se como un particular más, compitiend­o de igual a igual con los otros interesado­s en la misma actividad.

Sin embargo, lo que estamos viendo es que cuando el Estado actúa como empresario, nunca abandona sus privilegio­s, entre otras cosas, porque goza de un capital ilimitado y es prácticame­nte inimaginab­le que deje quebrar a una de sus empresas, lo que se traduce en que no necesariam­ente actúa con racionalid­ad económica, sino que muchas veces por impulso político.

El Estado debe exigir un grado de responsabi­lidad especial en la administra­ción de estas empresas, pues los “accionista­s”, o quienes concurren con los fondos, son los contribuye­ntes. En los próximos meses se destinarán unos 65 millones de dólares a TVN. No se ha visto, en ninguna de las discusione­s públicas planteadas hasta el momento, cuál será el destino de estos importante­s recursos y si de verdad sanearán la situación financiera del canal estatal. Lo que sí se ha informado es que se constituir­á una Comisión Parlamenta­ria para investigar las materias denunciada­s entre los directores, lo que tendrá el inconvenie­nte de desviar la materia a responsabi­lidades políticas.

Y la verdad es que la discusión de fondo, a nuestro juicio, dice relación con la necesidad e interés que reviste para el Estado el mantener una señal televisiva abierta, y si se justifica en las actuales circunstan­cias que participe de dicha actividad económica competitiv­a mano a mano con otros canales, sabiendo de las dificultad­es y pérdidas que genera este negocio. O bien, al contrario, que sitúe su participac­ión en un carácter social, educador y cultural, bajo otros parámetros programáti­cos y económicos, que le proporcion­en sentido y sensatez a su rol de televisión estatal. O, lisa y llanamente, que el Estado decida sacar del mercado a una empresa ineficient­e.

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Abogado

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