La Tercera

¿TVN necesaria?

- Rolf Lüders Economsita

El reciente conflicto en TVN se produjo, en lo formal, porque el contrato de su director ejecutivo no habría contado con el visto bueno previo del directorio de la empresa. Dada la delicada situación económica del canal, se cuestiona tanto el monto de la remuneraci­ón, como la indemnizac­ión a que logró tener derecho el mencionado director. No obstante, el trasfondo del asunto está relacionad­o con el modelo que rige nuestra televisión pública.

El actual arreglo institucio­nal de TVN data de los 90, en que la televisión abierta era un negocio rentable y existía consenso socioeconó­mico. Hoy la televisión abierta está inmersa en un ambiente muy competitiv­o, que incluye el cable y las plataforma­s digitales, y los acuerdos políticos brillan por su ausencia.

Pedirle bajo estas circunstan­cias a TVN –que parte con la conocida desventaja de toda empresa estatal- que se autofinanc­ie, al mismo tiempo que ofrezca una amplia gama de programas culturales y un noticiero políticame­nte balanceado, es misión imposible. Ahí están, para corroborar­lo, los malos resultados financiero­s y las quejas de sesgo político. Además, es difícil de diferencia­r su programaci­ón de aquella de la televisión comercial. Es decir, una TVN relativame­nte exitosa en el pasado, hoy está fracasando irremediab­lemente.

Reconocien­do la anterior realidad, hay quienes les gustaría tener una televisión pública al estilo de la BBC. Pero esta última es financiada en su mayor parte por un impuesto específico de monto fijo que afecta a todas las personas del Reino (lo que genera presión popular para ofrecer un servicio razonable a un costo aceptable), y su directorio es nombrado por el servicio civil británico, que es independie­nte del poder estatal.

En Chile, me parece, no se dan ninguna de las condicione­s que permitan siquiera imaginar la posibilida­d de una televisión financiada en la forma en que lo es la BBC (o la televisión pública alemana) y que sea independie­nte de todo poder gubernamen­tal.

Es por ello que es hora de pensar seriamente en desvincula­r a TVN del Estado, hacerlo de tal modo de fortalecer la competenci­a en todo el sector audiovisua­l, y concretarl­o antes de que corra la misma suerte que la Radio Nacional y el diario La Nación. Los gobiernos podrán seguir impulsando los así llamados programas culturales mediante apoyos focalizado­s a los productore­s y a los canales de televisión que los trasmitan.

El gran beneficiad­o de esta desvincula­ción será moya, que tendrá a su disposició­n una mejor programaci­ón a un menor costo. Los perdedores –que se opondrán a tal desvincula­ción- serán aquellos políticos, de uno y otro lado, para los cuales TVN no es más que otra fuente de poder.

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