¿TVN necesaria?
El reciente conflicto en TVN se produjo, en lo formal, porque el contrato de su director ejecutivo no habría contado con el visto bueno previo del directorio de la empresa. Dada la delicada situación económica del canal, se cuestiona tanto el monto de la remuneración, como la indemnización a que logró tener derecho el mencionado director. No obstante, el trasfondo del asunto está relacionado con el modelo que rige nuestra televisión pública.
El actual arreglo institucional de TVN data de los 90, en que la televisión abierta era un negocio rentable y existía consenso socioeconómico. Hoy la televisión abierta está inmersa en un ambiente muy competitivo, que incluye el cable y las plataformas digitales, y los acuerdos políticos brillan por su ausencia.
Pedirle bajo estas circunstancias a TVN –que parte con la conocida desventaja de toda empresa estatal- que se autofinancie, al mismo tiempo que ofrezca una amplia gama de programas culturales y un noticiero políticamente balanceado, es misión imposible. Ahí están, para corroborarlo, los malos resultados financieros y las quejas de sesgo político. Además, es difícil de diferenciar su programación de aquella de la televisión comercial. Es decir, una TVN relativamente exitosa en el pasado, hoy está fracasando irremediablemente.
Reconociendo la anterior realidad, hay quienes les gustaría tener una televisión pública al estilo de la BBC. Pero esta última es financiada en su mayor parte por un impuesto específico de monto fijo que afecta a todas las personas del Reino (lo que genera presión popular para ofrecer un servicio razonable a un costo aceptable), y su directorio es nombrado por el servicio civil británico, que es independiente del poder estatal.
En Chile, me parece, no se dan ninguna de las condiciones que permitan siquiera imaginar la posibilidad de una televisión financiada en la forma en que lo es la BBC (o la televisión pública alemana) y que sea independiente de todo poder gubernamental.
Es por ello que es hora de pensar seriamente en desvincular a TVN del Estado, hacerlo de tal modo de fortalecer la competencia en todo el sector audiovisual, y concretarlo antes de que corra la misma suerte que la Radio Nacional y el diario La Nación. Los gobiernos podrán seguir impulsando los así llamados programas culturales mediante apoyos focalizados a los productores y a los canales de televisión que los trasmitan.
El gran beneficiado de esta desvinculación será moya, que tendrá a su disposición una mejor programación a un menor costo. Los perdedores –que se opondrán a tal desvinculación- serán aquellos políticos, de uno y otro lado, para los cuales TVN no es más que otra fuente de poder.