La Tercera

Te voy a olvidar

- Por Alejandro Tapia Editor de Mundo de La Tercera

Nunca he ido a un show de Luis Miguel. Tampoco he comprado ninguno de sus discos. Mucho menos he indagado en algún aspecto de su vida. Pero en un momento de mi infancia, el “Sol de México” significó algo.

A mediados de los 80 te gustaban Los Prisionero­s o Luis Miguel. O en mi caso, ambos. A los ojos de un niño, el mexicano era todo a lo que podía aspirar alguien interesado en la música: tenía pinta, era un gran intérprete y más encima su novia era Lucerito. En el caso del trío de San Miguel, era el modelo a seguir si la idea era formar una banda con un discurso contestata­rio. Así, ambas cosas de algún modo se complement­aban.

Cuando tenía como ocho años llegó a mis manos el casete de La Voz de los 80 y poco después el Pateando Piedras.

En esa misma época, para uno de mis cumpleaños una tía me regaló Palabra de honor y Decídete. A todos esos casetes les dimos como caja en las fiestas del pasaje. Para bailar un lento, lo mejor era aplicar algún tema de Luis Miguel. Al margen de aquello, nos provocaba gracia, con los amigos de ese entonces, ese falsete que sacaba el joven mexicano al final de Palabra de honor.

En aquella era, poco y nada se sabía de Luismi, más allá de que estaba a punto de cambiar la voz, que vendría al Festival de Viña y que en una película, Ya nunca más, que vimos en una edición ultra pirata en Betamax, le amputaban una pierna. La misma tía que me regaló el Palabra de honor me llevó al cine Santa Lucía a ver Fiebre de

amor, cuya coprotagon­ista era Lucerito. Cuando Luis Miguel fue por primera vez al Festival de Viña, en 1985, con una bufanda blanca y traje negro, en mi cuadra se paralizó todo. Lo disfrutamo­s un buen rato, hasta que se cortó la luz. Los apagones eran pan de cada día en ese Chile. Al año siguiente volvió a Viña, con una faja roja, y muchos más éxitos que mostrar.

Después de todo eso, perdí todo interés en Luis Miguel. Nunca más supe de su carrera, ni de los discos que sacó, ni de Lucerito, hasta que apareció la serie sobre su vida, que seguí sin prejuicio alguno. En un comienzo mi interés era ver cómo estaba recreada la primera época del cantante, que era la que tenía en la memoria. Pero de pronto la trama me atrapó, porque finalmente se narra el auge y la caída -o viceversad­e un rockstar latino. Hay historias de abusos, de fama, de rock and roll, de drogas, de amantes, de éxito, de fracaso y muchísimas más sombras que luces. Y aunque el personaje de Luisito Rey se termina comiendo al protagonis­ta, impacta la vida miserable que tuvo Luis Miguel en su infancia, cuando Palabra de honor llegó a mis manos y no tenía ni la más remota idea de quién era realmente el “Sol de México”.

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