Berta Ovando Rojas, la verdadera Negra Ester
Una investigación del director del Museo de San Antonio, José Luis Brito, saca a la luz el único retrato y detalles desconocidos de la mujer que inspiró las décimas de Roberto Parra y el popular montaje de Andrés Pérez de 1988. Murió de tuberculosis en 1991, a los 73 años, y nunca supo de la obra.
DECÍA el poeta y cantautor Roberto Parra (19211995) que en los años 40 y en un perdido burdel de San Antonio, fue a conocer al gran amor de su vida: una tal Negra Ester, “su Estercita”, como la llamaba, una prostituta del bar Luces del Puerto que lo había seducido con sus encantos y el vaivén de sus caderas. Borracho de su amor, la misma y misteriosa mujer lo animó a dedicarle las décimas que hace exactamente 30 años el fallecido director Andrés Pérez sacó a las calles en la popular versión teatral que, hasta el 2012, protagonizó la actriz Rosa Ramírez.
“Conocí a la negra Ester/ aquí en casa de doña Berta/ esta casa llena e’ puertas/ me hizo conocer el querer/ corazón sin enloquecer./ Un día por la mañana/ antes que rayara el sol/ más linda que un arrebol/ fresquita como manzana/ muy alegre muy ufana/ venía la negra Ester”, recita la primera escena del texto, que con los años se hizo leyenda: más de 6 millones de espectadores hicieron de la obra la más popular del teatro chileno de los últimos años. Y a su desconocida protagonista, de quien poco y nada se sabía, desde entonces muchos quisieron arrancarla de su escondite en la ficción y derribar el mito. Hasta ahora, había sido inútil.
Tras esa larga cadena de fallidos intentos, una nueva investigación encabezada por el investigador y director del Museo de San Antonio (Musa), José Luis Brito (1966), quien actualmente prepara su nuevo libro, San Antonio, a 200 años de la Independencia: una exploración a su historia y geografía, acaba de ponerle nombre, apellido y rostro, además, al famoso personaje.
“Se llamó Berta Ovando Rojas”, dice firme y claro el investigador al teléfono. “Y según su certificado de nacimiento, nació el 19 de junio de 1917 en Iquique”, agrega.
Le tomó más de tres años dar con su nombre, cuenta, aunque la idea de desenmascarar a la musa del hermano de Nicanor y Violeta venía de mucho antes. “La busqué durante años, pero no lograba hallar datos, ni siquiera pistas. En 1988 fui a ver la obra aquí, cuando el Gran
Circo Teatro la trajo al paseo Bellamar (al norte de San Antonio y donde hoy se encuentra el mall, justo frente al puerto). Al verla quedé fascinado, como muchos. Era una historia muy local además, y como soy investigador me intrigaba saber a qué época correspondía, si a los años 40 o 50, y si ella realmente había existido o era un cuento de Roberto Parra”, recuerda quien dirige el mismo museo desde 1993.
Lo conversó con Andrés Pérez, dice, “pero él solo sabía que las décimas de Parra eran biográficas y nada más. Ni un rastro de la Negra Ester. Mucho menos el elenco”. Años después, ya entrada la década de los 90, Brito fue en su búsqueda hasta el cementerio Parroquial, el más antiguo de San Antonio. “Le pregunté al administrador de esos años si acaso la Negra Ester estaba enterrada ahí y me dijo que tenía que tener una autorización de la familia para entregarme ese dato. Lo que el tipo no sabía era que con eso acababa de corroborarlo todo: ella sí había existido y además el cuerpo estaba ahí, en alguna parte”, relata. Pero aún faltaba su nombre.
El único retrato
Por esos años, el autor de El desquite llegó hasta San Antonio para presentarse en dos shows en el mítico Luces del Puerto. “Ya no era una boite. Aún existe el local, incluso,