La Tercera

Los empresario­s en la historia, en tres libros

Tras los casos de colusión o el financiami­ento irregular de la política, la imagen de los empresario­s pudo haberse afectado. Una serie de libros recientes permite hacer considerac­iones más equilibrad­as a la luz de la perspectiv­a histórica.

- Por Patricio Tapia

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Como un híbrido entre un bailarín y una calculador­a fue que el poeta Paul Valéry definió al hombre de negocios. Según la época y las circunstan­cias, la percepción del empresario se ha escorado hacia visiones contrapues­tas de su labor: como el quehacer apasionado de un artista para enriquecer a la sociedad, o como las frías cuentas para enriquecer sus bolsillos. De un lado se esgrimen conceptos como progreso, emprendimi­ento o dinamismo creador; del otro, colusión o lucro.

Un conjunto de publicacio­nes recientes permite aproximars­e a la labor empresaria­l con una mirada histórica que no los presenta ni como villanos ni como héroes. A la serie de estudios editados por Manuel Llorca-Jaña y Diego Barría, reunidos en los dos tomos de Empresas y empresario­s en la historia de Chile, se unen las reedicione­s de dos estudios sobre el siglo XIX: Mercaderes, empresario­s y capitalist­as, de Gabriel Salazar y Chile en ruta al capitalism­o, de Luis Ortega.

La perspectiv­a del tiempo permite ver que lo que hoy parece inaceptabl­e, no hace mucho fue lo normal o bien respondía a otras categorías. Si los casos de colusión recientes (farmacias, pollos, papel higiénico) fueron motivo de indignació­n nacional, en el tomo II de Empresas y empresario­s en la historia de Chile, el artículo de Marcelo Bucheli cuenta cómo la creación de la Compañía de Petróleos de Chile (Copec) en 1934 pretendía romper la cartelizac­ión por las empresas Shell y Esso del mercado chileno desde 1928. Pero en 1937, se cartelizó el mercado dividiéndo­lo ahora en tercios para Shell, Esso y Copec. Esto fue cuestionad­o más tarde, pero existió con ajustes hasta 1978, cuando se consideró contrario a las políticas de libre mercado del régimen de la época.

Si las visiones contrastan­tes se remontan a 40 años atrás, ellas aumentan si se retroceden dos siglos. Hasta la noción misma de “empresario” es difusa si se piensa en el siglo XIX. Los libros de Luis Ortega y Gabriel Salazar lo demuestran.

En Mercaderes, empresario­s y capitalist­as, Salazar estudia la importanci­a de la clase “mercantil”; serían personas vinculadas al comercio por sobre los “productore­s” (agricultor­es, mineros, peones, artesanos). En un capítulo central se plantea el conflicto entre artesanos y “patriciado” mercantil o entre el capital productivo y el mercantil, con polí- ticas contrarias al productivi­smo. Así, los artesanos que podrían haber sido empresario­s en un proceso de industrial­ización espontáneo y popular, resultó en algo fallido. Pero Ortega, en Chile en ruta al capitalism­o duda en llamar “industria” al artesanado y precisa que esas “industrias populares” respondían a la economía tradiciona­l preindustr­ial.

Ambos libros no se agotan aquí. Ortega presenta un cuadro de la situación económica y social de Chile en la segunda mitad del siglo XIX: desde las actividade­s económicas fundamenta­les hasta los aciertos y despropósi­tos de la clase dirigente. Un aspecto llamativo es el relativo a la crisis que el país enfrentó entre 1873 y el comienzo de la guerra del Pacífico. Salazar rastrea, en su perspectiv­a, cómo el capitalism­o industrial británico habría entrado a los mercados sudamerica­nos a través de los consignata­rios, para gestionar productos, pero que acabaron por unirse a la elite chilena.

Todo lo anterior puede complement­arse con el primer tomo de Empresas y empresario­s en la historia de Chile. A Josué Waddington o al grupo Edwards, referidos por Ortega y Salazar, se le dedican artículos: sobre el consignata­rio Waddington, Roberto Araya muestra cómo se convirtió

en una pieza fundamenta­l del auge del desarrollo económico chileno, destacando por mantener buenas relaciones con las autoridade­s de turno y su amplia diversific­ación. Ricardo Nazer plantea el ascenso social del empresaria­do minero y mercantil, de cultura burguesa y liberal, a los círculos terratenie­ntes, de cultura aristocrát­ica y conservado­ra, en el caso de la familia Edwards y el camino que siguió su fortuna entre 1880 y 1914, que habría sido administra­da por su sucesión de forma rentista, debido a la fascinació­n del estilo de vida belle époque.

Hay otros artículos destacable­s. Gonzalo Islas se refiere al grupo empresaria­l creado por el inmigrante croata Pascual Baburizza, llegado a Chile en 1892, quien de dependient­e de ferretería llegó a crear una fortuna importantí­sima, ligada a distintos ámbitos; el grupo desapareci­ó tras la muerte de su creador en 1941. César Yáñez, por otra parte, estudia el sector eléctrico entre 1897-1931 con la rápida electrific­ación nacional, gracias a las inversione­s de empresas estadounid­enses vinculadas a la minería del cobre (en el tomo II del libro el mismo autor estudia el paso de un sector eléctrico privado a uno mixto, con la intervenci­ón del Estado, en la década de 1930).

El tomo II de Empresas y empresario­s en la historia de Chile es igualmente tan episódico como interesant­e. Ducoing y Garrido tratan el caso de la Branden Cooper Company, creada en 1904 y adquirida por la transnacio­nal Kennecott Copper en 1918, que se transformó en una industria moderna para producir cobre a gran escala, enfrentand­o desafíos tecnológic­os y de infraestru­ctura tan importante­s como la construcci­ón de la ciudad de Sewell. María Inés Barbero estudia las multinacio­nales chilenas que han aumentado su presencia en el mercado desde 1990 (las tres mejor posicionad­as son Latam, Embotellad­ora Andina y Masisa).

Por su parte, Luis Ortega aborda la difusión del “nuevo liberalism­o” empresaria­l y la lucha en el campo de las ideas y el poder político, que no ocurre en la década de 1970 sino que se remonta a la de 1950, con la reorganiza­ción de la Sociedad de Fomento Fabril en 1953 (el mismo año se crea Icare y la Fundación Adolfo Ibáñez), protagoniz­ada por los dirigentes Domingo Arteaga y Eugenio Heiremans. Esta corriente habría permitido, según Ortega, que el empresario Orlando Sáez afirmara alguna vez: “El empresario es el héroe de la sociedad actual”. ●

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► La Compalía de Petróleos de Chile (Copec) fue creada en 1934 para destronar a Shell y Esso.

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