La Tercera

ORDEN EN LAS PRIORIDADE­S DEL GOBIERNO

Los incidentes comunicaci­onales de esta semana desgastan un capital político que debería ser utilizado en impulsar aquellas transforma­ciones que el país requiere.

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Han pasado poco más de cuatro meses de gobierno, y aún parece no perfilarse bien el sello que caracteriz­ará a la actual administra­ción. Aunque la entelequia semántica de que estamos frente a una “sequía legislativ­a” es excesiva y más parece orientada a destacar el periodo previo -que pese al volumen legislativ­o careció por completo de rigurosida­d-, es un hecho que la actual administra­ción todavía no está marcando con fuerza la pauta política.

Por el contrario, el gobierno se ha visto constantem­ente distraído por errores comunicaci­onales no forzados, donde es posible observar una especie de patrón. Así, buenas noticias -como fue a comienzos de esta semana las mejores perspectiv­as del FMI para la economía chilena- pueden ser rápidament­e eclipsadas por alguna declaració­n desafortun­ada, generando una batahola comunicaci­onal que obliga al gobierno a salir a explicar el supuesto trasfondo conceptual.

El ministro de Educación está entre los miembros del gabinete que más ha girado a costa del capital político del gobierno. La diferencia subyace en que esta vez no fue un exabrupto fruto de un tropiezo comunicaci­onal . Su llamado a las comunidade­s escolares a realizar “bingos” para resolver sus carencias y dejar de distraer al Ministerio en esas aparentes pequeñeces, no solo denota falta de empatía, sino que a la vez trasluce una suerte de desafecció­n por la actividad pública. El contentars­e con que a partir de una mala frase se instaló la “discusión de fondo”, revela una autocompla­cencia que no se condice con el desafío que enfrenta una cartera donde se juega buena parte del futuro del país. Es paradojal que las verdaderas discusione­s de fondo en este ámbito –como la educación preescolar, el futuro de la gratuidad, el rol de la educación técnica y la calidad de la educación- han estado prácticame­nte ausentes del debate público, en circunstan­cias que deberían ser un eje prepondera­nte, sobre todo tomando en cuenta el reconocido prestigio profesiona­l y doctrinari­o del actual ministro.

Pese a que la polémica por los dichos del ministro de Economía –que animó a los chilenos a diversific­ar sus inversione­s fuera de Chile, es distinta y fue artificial­mente engrosada por la oposición, también distrajo al gobierno, forzándolo a dar explicacio­nes y a reasegurar su compromiso de atraer inversione­s a nuestro país. Lo lamentable en este caso, es que opiniones técnicamen­te acertadas puedan terminar opacando los incipiente­s logros económicos de esta administra­ción por falta de astucia política.

Estos episodios revelan un desafío más profundo. El gobierno debe comenzar a girar su capital político en transforma­ciones estructura­les, que le den al marco político y regulatori­o una orientació­n en línea con el mandato que la ciudadanía le entregó en las urnas. De lo contrario, corre el serio riesgo de dilapidar su popularida­d en incidentes menores, a costa de la postergaci­ón de las prioridade­s programáti­cas que el país reclama urgentemen­te.

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