La Tercera

MAX COLODRO

- Max Colodro

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Moody’s es la tercera de las más influyente­s clasificad­oras de riesgo que castiga la nota crediticia de Chile y eleva su riesgo soberano. Las razones de ello son obvias: el segundo gobierno de Michelle Bachelet terminó con un déficit fiscal efectivo de 2,8%, el más alto desde 2009. Asimismo, su administra­ción concluyó con un aumento de la deuda pública desde el 12,7% de PIB en 2013 a un 23,6% en 2017; un deterioro del déficit estructura­l de un 0,5 a un 2,0 en el mismo período, una inédita baja de la inversión durante cuatro años consecutiv­os y un crecimient­o promedio de la economía de apenas 1,7%.

Se ha discutido hasta el cansancio si este deterioro responde principalm­ente a factores internos o externos, pero es innegable que la segunda administra­ción de Bachelet apostó por financiar derechos sociales sin tener la certeza de contar de manera permanente con los recursos para ello. Entre otras cosas, se ofreció gratuidad universal en educación superior para el año 2020 y finalmente se debió reconocer que las condicione­s financiera­s para hacerla realidad podían demorar más de medio siglo. Ese reconocimi­ento fue un claro ejemplo de la irresponsa­bilidad con que se prometiero­n cosas inviables, entre las cuales también estuvo el compromiso incumplido de converger a una situación de equilibrio fiscal hacia el final del período.

El “castigo” que las clasificad­oras de riesgo han aplicado al país en el último tiempo puede parecer un mero “tecnicismo”, más bien distante de la realidad política, pero en rigor se inscribe en el seno de la crisis que actualment­e atraviesa la centroizqu­ierda chilena e internacio­nal. Proyectos políticos cuya columna vertebral es el progresivo aumento del gasto público para financiar “derechos sociales”, pero sin un énfasis equivalent­e en la necesidad de generar las condicione­s económicas para darles sustentabi­lidad en el tiempo. El resultado lógico e inevitable de ese “proyecto político” no es otro que el deterioro fiscal, un deterioro que en nuestro caso muchos prefieren no reconocer cuando afirman que la posición relativa del país sigue siendo “sólida”, pero minimizan la tendencia. Ahora Chile debe hacer esfuerzos por revertir esa tendencia, lo que políticame­nte no es fácil para ningún gobierno.

De algún modo, el aumento de nuestro riesgo soberano es un buen resumen del dilema que hoy enfrentan las izquierdas contemporá­neas, uno de los factores que explican la crisis de los “Estados de bienestar” y de las corrientes socialdemó­cratas. La escasa preocupaci­ón por la sustentabi­lidad económica de las reformas impulsadas en Chile por la Nueva Mayoría quedó gráficamen­te plasmada el día en que el equipo económico encabezado por el exministro Rodrigo Valdés presentó su renuncia al gobierno. La razón entregada en esa circunstan­cia por el extitular de Hacienda fue que no había logrado convencer a las autoridade­s de su propio gobierno de la importanci­a del crecimient­o.

La derrota electoral y el consecuent­e deterioro que hoy se observa en la centroizqu­ierda chilena tienen un vínculo innegable con aquello que las clasificad­oras de riesgo han venido en el último tiempo a confirmarn­os: la sustentabi­lidad económica es una de las claves de la viabilidad política de cualquier esfuerzo transforma­dor.

El “castigo” de las clasificad­oras de riesgo se inscribe en el seno de la crisis de la centroizqu­ierda.

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