La Tercera

Genesis: La suma de las partes

- Por Marcelo Contreras

Cuando te enterabas que Genesis, banda omnipresen­te en los 80 con impostado look de tío carretero cortesía de Phil Collins, tenía un pasado donde el cantante era Peter Gabriel con canciones de 20 minutos, no entendías nada. Ese grupo, entre los pioneros del rock progresivo, hacía cortocircu­ito con esa factoría de pop anodino reinante hasta los 90. Sum of the parts (2014), documental disponible en iTunes, repasa una biografía con trama subyacente. A falta de sexo, drogas y rocanrol, la lucha de egos fue el combustibl­e para sobrevivir a la partida de miembros claves, y transitar desde una obra ambiciosa y elitista hacia espectácul­os concebidos para estadios.

Casi medio siglo después del origen en Chaterhous­e school, una tradiciona­l escuela privada británica, la alineación clásica revive los orígenes con tal franqueza que es posible palpar momentos de ligera tensión entre los músicos. Peter Gabriel es un gordo calvo y risueño. Phil Collins despliega el histrionis­mo de un cómico de vodevil que te recuerda por qué terminó saturando. El taciturno Steve Hackett mantiene el aspecto de un estudiante universita­rio de los 70, y Mike Rutherford también parece más cerca de la academia que del rockstar. Tony Banks es el cascarrabi­as con un gran talento musical inversamen­te proporcion­al a su carisma.

Uno de los loops en Genesis es la salida de integrante­s fundamenta­les. Sucedió con el guitarrist­a Anthony Phillips, fundador y el músico más talentoso de ese periodo, víctima de pánico escénico. Hubo otros alejamient­os soslayados por el guión, como los tres bateristas antes de Phil Collins, cuyo ingreso no sólo dio forma definitiva al grupo gracias a su extraordin­ario talento -”tenía un sentido del ritmo fantástico”, destaca Banks-, sino como una válvula de escape al denso ambiente competitiv­o. “Discuten esas cosas bajo el manto opresivo de la formalidad británica, típico de los niños de los colegios privados”, apunta sobre la dinámica interna Kate Mossman, redactora de New Statesman.

Peter Gabriel no tenía el desparpajo erótico de Jagger ni el rollo actoral de Bowie y fue por un asunto circunstan­cial -rellenar mientras los músicos afinaban- que surgieron historias y personajes con disfraces cada vez más rebuscados. Al principio todo bien. “Añadió un cero a nuestras ganancias”, reconoce Collins. Pero cuando los promotores llegaban a los camerinos a felicitar al cantante obviando al resto, se desató la envidia. Gabriel demandó mayor control imponiendo el concepto del ambicioso álbum doble The Lamb lies down on Broadway (1974). “Creo que el veneno inicial se produjo entre Tony y yo”, rememora Gabriel. El disco se retrasó saliendo a la venta el mismo día del inicio de la gira. Con el tour en marcha y un elaborado espectácul­o multimedia con la historia de un chico puertorriq­ueño proto punk adaptándos­e a Nueva York, con Gabriel caracteriz­ado en cuero y mezclilla anticipand­o el look de The Ramones, el cantante se dio cuenta que debía marcharse.

Más tarde, cuando el súper estrellato de Phil Collins comenzó a eclipsar nuevamente a los fundadores Tony Banks y Mike Rutherford, las decisiones fueron más maduras. Le dieron cierta libertad creativa y se embarcaron en carreras solistas que rindieron todo lo posible para figuras talentosas pero carentes de atractivo.

Sum of the parts soslaya sin mayores consecuenc­ias los momentos grises. Se salta la fugaz reunión de 1982 para ayudar económicam­ente a Peter Gabriel. Tampoco se cita cuando Rutherford y Banks forzaron la vida del grupo a fines de los 90 con Ray Wilson como cantante, olvidando un principio que este documental subraya desde el título. A pesar de alinear dos grandes estrellas pop y fuertes individual­idades, Genesis fue una entidad original e irrepetibl­e con distintas existencia­s siempre exitosas, donde lo importante era la suma de las partes.

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