Abrir corazones
No es, seguramente, una obra de arte mayor ni será recordada en 20 años más como un clásico. Pero me gusta (y llegó a estar 6° en el Billboard). Estoy hablando de una canción del 2015 de Rachel Platten (“Fight Song”). A continuación mi traducción de la primera estrofa: “Como un pequeño bote en medio del océano, poniendo fuertes olas en movimiento;
Como una simple palabra puede abrir un corazón;
Puede que tenga un solo fósforo, pero puedo hacer una explosión”.
Ese es el tema que se me vino a la mente al observar los efectos que ha tenido el encuentro privado, la semana pasada, entre el lonco Aniceto Norín y Jorge Luchsinger.
Dos hombres con historias muy distintas se reúnen. Para escucharse. Uno, el lonco, Norín, vive marcado, sin duda, por la condena a cinco años que debió cumplir luego que, con aplicación de la ley antiterrorista, se le condenara, en 2002, en un segundo juicio, por el delito de amenazas de incendio. Es la misma sentencia que años después fue reprochada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ente que, además, conminó al Estado de Chile a indemnizar a los inculpados en ese juicio. El otro hombre de la conversación, Jorge Luchsinger, carga, a su vez, con el dolor terrible de la muerte violenta de sus padres, Werner Luchsinger y Vivianne Mackay, ambos asesinados como consecuencia de un incendio intencional hace menos de cinco años.
A los pocos días, Jorge Luchsinger se manifestó dispuesto a que Gendarmería autorizara a Celestino Córdova, que cumple condena por el delito de incendio, precisamente el que causó la muerte de sus padres, para que pudiera salir por algunas horas de su lugar de reclusión para participar en una ceremonia religiosa en el lugar donde se encuentra su Rehue. En paralelo, el lonco Norín ha venido reiterando un llamado a la paz en la zona de La Araucanía.
Problemas complejos como los que vive la Región de La Araucanía no se van a resolver a partir de un par de gestos. Más allá de la buena recepción general que ha tenido la decisión de Gendarmería en orden a permitir el beneficio reclamado desde hace meses por el condenado Córdova, es probable, por lo mismo, que sigan produciéndose hechos de violencia.
La chispa de diálogo y respeto que han encendido Norín y Luchsinger no significa, entonces, descuidar la dimensión de seguridad y orden público que legítimamente demandan las comunidades que sufren los atentados violentistas. Lo importante es que ese trabajo policial no se transforme en el eje principalísimo de la política del Estado chileno. En términos de la canción de Platten, se abre, entonces, una oportunidad para usar el pequeño fósforo que cada uno tiene, no para causar más incendios, sino que para animar fogatas de conversación en que las palabras puedan abrir corazones.