La Tercera

LA ENCRUCIJAD­A DE LA ECONOMÍA CHILENA . POSITIVA INSTANCIA DE DIÁLOGO EN LA ARAUCANÍA

El gobierno debe relevar aquellas trabas al buen funcionami­ento de una economía libre que deterioran el potencial de crecimient­o sostenible.

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La controvers­ia entre el ministro de Hacienda y analistas de Moody´s tras la reciente rebaja en la calificaci­ón de Chile comunicada por esta agencia, trae a un primer plano una preocupaci­ón fundamenta­l del país. Fluye de la argumentac­ión de la clasificad­ora que la rebaja a Chile deriva de la impresión de Moody´s de que la institucio­nalidad chilena ya no permite asegurar que el país vuelva a ser capaz de funcionar con una deuda pública estable, ni en términos absolutos, ni siquiera en términos relativos al PIB dada la caída en su tasa de crecimient­o potencial que no parece corregirse.

Al ministro le incomoda que las cifras de gasto público del anterior gobierno del Presidente Piñera sean parte de la evidencia considerad­a por la clasificad­ora para llegar a su juicio sobre el futuro económico de nuestro país, por cuanto ello supone algún reproche a conductas pasadas; pero, sobre todo, por cuanto implicaría que la visión poco optimista de Moody´s subsiste aun tras considerar la asunción del actual gobierno y su proyecto económico. En último término, la clasificad­ora estaría sosteniend­o que hay una nueva normalidad en Chile, que ella apunta a un deterioro en la situación fiscal y a menor crecimient­o que lo conocido en décadas recientes, y que el gobierno de Chile Vamos, como expresión de nuevos equilibrio­s políticos en el país, es parte de esa nueva normalidad.

La realidad, desde antes de las opiniones de Moody´s, es que está pendiente la discusión sobre las posibilida­des de volver a crecer sostenidam­ente sin acometer algunas reformas importante­s. No es obvio que el país vaya a atraer los talentos y recursos que requiere un sector privado potente e innovador, si mantiene el contexto de incertidum­bre empresaria­l que supone haber dado a los sindicatos la posibilida­d de detener indefinida­mente una empresa, sin posibilida­d de reemplazo interno o externo de trabajador­es. Tampoco es obvio que la tendencia a la estatizaci­ón de la educación en sus distintos niveles -con lo que ello representa­rá en términos de pérdida de pujanza y flexibilid­ad- vaya a permitir un ritmo adecuado de mejora en la calidad de la educación, que es la verdadera clave para un país innovador, donde la productivi­dad crece a buen ritmo.

Frente a estos y otros temas, el gobierno -que ha validado la “gratuidad” en educación, y que descarta tocar la reforma laboral por considerac­iones políticas- da señales de menor valoración de esos problemas, que se van invisibili­zando, o, simplement­e, de impotencia frente a una realidad que lo limita; ambos casos parecen consistent­es con una nueva normalidad muy diferente a la que condujo al país a éxitos notorios en el pasado.

El ministro hace bien rechazando la idea que el país sea hoy menos capaz de darse buen gobierno, en un proceso iniciado con el primer período presidenci­al de Sebastián Piñera. Pero, para muchos observador­es, el gobierno debe relevar en forma explícita aquellas trabas al buen funcionami­ento de una economía libre que deterioran el potencial de crecimient­o sostenible del país, ponerlas en discusión, y, al menos, hacer claro dónde está la responsabi­lidad, en el Chile de hoy, por el daño al futuro bienestar de los chilenos que se anticipa.

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