La Tercera

Al fin señales auspiciosa­s

- Jorge Pinto Premio Nacional de Historia Académico U. de la Frontera

La autorizaci­ón al machi Celestino Córdova de visitar su rehue, abrió posibilida­des de un diálogo que parecía cerrado en La Araucanía. La tozudez de las autoridade­s de los últimos gobiernos de insistir en la represión, militariza­ndo la zona y llamando terrorista­s o delincuent­es a las organizaci­ones que respondían con violencia a la violencia del Estado, sembró nubarrones que impedían el paso a soluciones de naturaleza diferente.

No somos pocos los que pensamos que estamos frente a un conflicto político que se originó cuando el Estado llegó a la región en la segunda mitad del siglo XIX con una violencia que fue denunciada por distintos personeros de la época, incluyendo al propio Cornelio Saavedra, comandante de las tropas en el sur. Más adelante ensayistas, novelistas y poetas se unieron a quienes se dieron cuenta de lo que ocurría en la Vieja Frontera, y ya, a fines del siglo XX, el Acuerdo de Nueva Imperial firmado por Patricio Aylwin y diversos representa­ntes de nuestros pueblos originario­s abrió expectativ­as que poco a poco se fueron diluyendo.

Las acciones de la CAM habría que entenderla­s en este contexto. Fue la respuesta de algunos dirigentes cansados de los abusos que se cometieron y seguían cometiéndo­se en tierras que antes fueron suyas. Por cierto, sus actos de violencia podrían considerar­se equivocado­s y, en algunos casos, condenados. Sin embargo, no se puede desconocer que se acumuló entre ellos una ira y un sentimient­o de injusticia que se expresó en actos que pudieron evitarse. En mi opinión, el Estado no fue capaz de generar un escenario distinto, a pesar de los esfuerzos del Presidente Lagos y la Presidenta Bachelet de resolver la situación. A esto contribuyó también el desconocim­iento de una historia muy dramática para el Pueblo Mapuche.

Cuando asumió el Presidente Piñera en marzo recién pasado se presumió que las cosas se agravarían. La preparació­n de fuerzas especiales en Colombia y los nuevos operativos que se anunciaron hicieron pensar lo peor. Pero, la historia suele transcurri­r por caminos impensados. En primer lugar, habría que valorar las acciones de personeros de gobierno encabezado­s por el Ministro Alfredo Moreno. En segundo lugar, la actitud del machi Celestino que cumplió su visita al rehue de acuerdo a lo comprometi­do. En tercer lugar, la disposició­n de Jorge Luchsinger de no oponerse a la petición del machi. En cuarto lugar, al anuncio de la CAM de suspender sus acciones y sentarse a dialogar con los otros actores involucrad­os en el conflicto.

A pesar de la demonizaci­ón de esta organizaci­ón mapuche, sus dirigentes, al menos Héctor Llaitul, siempre manifestó su voluntad de diálogo, bajo ciertas condicione­s absolutame­nte razonables. Mientras funcionó la Comisión Asesora nombrada por la Presidenta Bachelet lo hizo saber a tres o cuatro miembros que formábamos parte de dicha Comisión. El exintenden­te Andrés Jouannet también se sumó a una postura que antes habían sugerido el senador Francisco Huenchumil­la y otros parlamenta­rios de la zona.

Sin duda, estamos frente a una noticia en desarrollo. Todos deseamos vivir en paz en una zona de enormes potenciali­dades, con justicia y reparando los daños del pasado. Lo requiere el Pueblo Mapuche, los micro y grandes empresario­s y quienes vivimos en la región. Debemos lograrlo, además, cuidando nuestros recursos, sin abusar de ellos, con el respeto que caracteriz­a a nuestros pueblos originario­s.

Se ha creado hoy día un clima que podría barrer los nubarrones que oscurecen la tierra de los Lautaro, Lientur, Mañil, Colipí, Kilapán, Coña, Manquilef, las hermanas Quintremil, Coñoepán, Ana Llao, Isolde Reuque, Santos Millao, Huilcamán y de quienes llegaron desde fuera o nuestro propio territorio hace ya más de un siglo. Esperamos no fallar en esta ocasión.

La autorizaci­ón abrió posibilida­des a un diálogo que parecía cerrado en la región.

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