La Tercera

Redistribu­ción (3)

- Claudia Sanhueza Profesora Universida­d Mayor y COES

Las desigualda­des en un país no son solamente entre ricos y pobres, también las hay entre sanos y enfermos, empleados y desemplead­os, hombres y mujeres, y entre regiones geográfica­s. Me quisiera detener hoy en esta última. Una de las principale­s consecuenc­ias de las políticas de minimizaci­ón del gasto público, mercantili­zación y privatizac­ión implantada­s en Chile en los 80s es la ausencia de una política de descentral­ización.

La descentral­ización es el proceso de distribuir poder desde la autoridad central a los territorio­s. Esta tiene al menos tres componente­s. La administra­tiva, que asume traslado de funciones administra­tivas del gobierno central a los territorio­s (región, comuna, etc.); la política, que asume una cierta autonomía de los territorio­s para crear sus propias políticas desde sus gobiernos electos democrátic­amente, y finalmente la fiscal, que se refiere al tamaño en el cual los bienes públicos locales son financiado­s por los ingresos de los territorio­s. Pensar en descentral­ización, entonces, es pensar en más democracia, mayor igualdad en el bienestar de la población y en el poder político.

En cuanto a la descentral­ización fiscal hay tres formas de financiami­ento de los territorio­s. Los recursos propios que puedan recaudar con impuestos o actividade­s productiva­s locales, las transferen­cias del gobierno central y finalmente, deuda. Hay cifras que nos ayudan a evaluar a Chile en este ámbito (C. Amtmann Fecci, 2018). En primer lugar, los ingresos de los territorio­s (gobiernos subnaciona­les) son solamente un 3,6% del PIB, mientras el promedio OCDE es 16% (12,6% en los países unitarios no federales como Chile). En segundo lugar, más de un 60% de los ingresos provienen de recursos propios, en la OCDE el promedio es de 56%. Tercero, un 1,5% de la recaudació­n fiscal proviene de impuestos sub-nacionales, en la OCDE es 7%. Esto se suma a las grandes desigualda­des en desarrollo humano y competitiv­idad que ponen a la RM a una distancia significat­iva del resto. Sin embargo, hay algo bien distribuid­o en el territorio nacional: los conflictos socio-ambientale­s (INDH).

Una vez más, hay que entender que lo fiscal depende de lo político y mientras las regiones no tengan mayor autonomía política no estarán en condicione­s de que aumenten sus ingresos. En ese sentido, se espera sea positiva la elección de GORE. Segundo, no puede ser que inversione­s que provocan grandes costos socio-ambientale­s en los territorio­s no paguen por las externalid­ades negativas que generan, y esos recursos deben ser ingresos propios de las regiones. Tercero, se necesitan mayores transferen­cias, especialme­nte vinculadas a un nuevo modelo de desarrollo, que genere planes de desarrollo productivo regionales decididos colectivam­ente y de manera democrátic­a, acompañado­s de financiami­ento a la ciencia y la tecnología y la redistribu­ción del capital humano.

Para todo esto “no hay Mastercard”, se necesitan mayores recursos fiscales.

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