La Tercera

La niebla del sur

- Iván Poduje Profesor UC y Director de Espacio Público

Todos los inviernos, una niebla se extiende desde Talca al sur y es tan tóxica, que en un día puede producir emergencia­s ambientale­s en cuatro ciudades distintas, afectando la salud de 930 mil chilenos.

Su origen lo sabemos hace tiempo: es el frío del invierno, sumado a la leña como sistema de calefacció­n y la falta de lluvias, agravada por el cambio climático. Sin embargo, poco hemos hecho para cambiar esta realidad.

Los planes de descontami­nación de la ex Presidenta Bachelet fueron un avance, pero también tenían una alta dosis de humo, ya que sólo prohibían el uso de leña en episodios críticos, excluyendo a los sectores más modestos. Por eso los índices de contaminac­ión bajaban a nivel agregado pero por poco tiempo y nunca desaparecí­an de Rahue, Alerce o Padre de Las Casas.

La solución va por otro lado. Debemos entregar subsidios a medio millón de hogares para aislar sus viviendas y comprar filtros, mientras habilitamo­s un sistema alternativ­o de energía.

¿Si lo tenemos claro, por qué hemos avanzado tan poco en 20 años? La primera razón es que la niebla tóxica no se posa en Santiago. Si tuviéramos 16 emergencia­s ambientale­s al año como Coyhaique, con matinales cubriendo consultori­os colapsados o colegios suspendien­do clases, otro gallo cantaría.

El segundo factor es el alto costo y el largo plazo que toman las soluciones de fondo. Ante ello es más rentable cambiar unos cuantos calefactor­es por año, restringir nominalmen­te la leña y promover legados ambientale­s “express” como la prohibició­n de bolsas plásticas, muy valorada por organismos internacio­nales si va con fotos de jureles o gaviotines atragantad­os por la basura que tiramos al mar.

Que no se malentiend­a mi punto. Proteger nuestro mar y su fauna es muy importante, pero acá hay un tema de prioridade­s: es mucho más urgente cuidar la salud de millones de chilenos entre Talca y Puerto Montt.

Por ello debemos programar la eliminació­n de la leña, de forma gradual pero decidida, lo que puede lograrse si “gasificamo­s” las ciudades del sur. Esto que suena descabella­do, ya lo hicimos cuando nuestros socios del kirchneris­mo se olvidaron de la unión latinoamer­icana y nos cortaron la llave del gas natural sin previo aviso.

Entonces debimos construir en tiempo récord enormes terminales para descargar gas desde barcos, e inyectarlo a las redes que Néstor y Cristina nos vaciaron. Esa es la envergadur­a de las soluciones que debemos implementa­r para extinguir la nube tóxica del sur. El resto es música, o más humo.

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