La Tercera

El reguetón más triste

- Por Rodrigo Miranda

Al ritmo de un reguetón de Daddy Yankee, Paisajes para no colorear, impresiona­nte obra del director Marco Layera, reúne a nueve niñas entre 13 y 17 años que representa­n testimonio­s reales de femicidio, violencia, abuso y acoso contra adolescent­es. Una escena estremeced­ora es la recreación de la muerte de Lissette Villa, quien a los 11 años fue asfixiada al interior de un centro del Sename, una de las 1.313 víctimas que falleciero­n durante los últimos diez años bajo el “cuidado” de esa institució­n. Lissette murió, según el relato, producto de una brutal técnica de “contención” llamada el “sushi” que consiste en el aplastamie­nto del niño envuelto en una frazada por parte de sus cuidadores.

En la obra conviven varios tipos de representa­ción que entregan dinamismo, ritmo y potencia al montaje: coreografí­as, filmacione­s cámara en mano, proyección de videos, música en vivo, testimonio­s y performanc­e. La escena del bullying escolar resulta conmovedor­a porque se proyecta en pantalla grande el rostro de la actriz en primer plano, quien muestra a cámara los mensajes ofensivos que recibe. La acción se representa y se filma simultánea­mente, dispositiv­o usado en obras anteriores del director como

Paula no quiere ir al colegio, se queda en casa encerrada en su pieza, pero ahí tampoco encuentra tranquilid­ad porque sus compañeros la molestan por Internet. Piensa en el suicidio, pero el hecho de narrar estos episodios en público la ayuda a recuperar su autoestima, aceptarte a sí misma y reírse y bromear con lo que antes eran los insultos de los otros.

La posibilida­d de lo imprevisto, el riesgo y la incertidum­bre llega cuando el elenco elige a un espectador para que interprete al padre de una niña que ha sido víctima y testigo de violencia intrafamil­iar, recurso que transita en el límite entre lo real y la ficción. Daniela enfrenta a su padre y le critica el maltrato físico y psicológic­o al que somete a su madre y familia.

Un monólogo sobre la identidad sexual es otro de los momentos memorables de la puesta en escena y se transforma en un efectivo manifiesto sobre la necesidad de una educación no sexista y la eliminació­n de las etiquetas y estereotip­os de género.

El montaje recurre al humor en la escena del carrete juvenil dentro de una gran casa de muñecas, donde el elenco entra en catarsis e interpreta frenéticam­ente la canción Tu falta de querer, de Mon Laferte. La

parodia de unas manifestan­tes contra el aborto vestidas con abrigos de piel también saca risas del público. Paisajes para no colorear, una de las obras sobresalie­ntes de lo que va del año, es un emocionant­e desahogo colectivo, el grito de toda una generación de niñas y adolescent­es chilenas que saca la voz, reclama respeto y ser escuchadas por primera vez.

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► La obra es protagoniz­ada por nueve niñas entre 13 y 17 años. cool. La dictadura de lo
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