La Tercera

El Estado y los bingos

- Por Gloria de la Fuente

Para ser francos, no hay quien pudiera adelantar el sorpresivo cambio de gabinete ocurrido esta semana. No es que esto sea un hecho inédito en la gestión de los gobiernos, de hecho, los cambios de gabinete ocurren en momentos en que los presidente­s requieren dar señales de renovación de sus equipos o giros en su administra­ción. Lo que sucede es que después de que el propio gobierno había minimizado las múltiples “salidas de libreto” de su ministro de Educación, asumiendo incluso el costo que ello había significad­o en términos de apoyo en las encuestas, nos encontramo­s de pronto con un ajuste ministeria­l que sin duda tuvo como protagonis­ta principal a la autoridad cuestionad­a, más allá de los limitados ajustes en otras carteras.

Lo anterior muestra que, más allá del discurso público o de lo que el Ejecutivo señaló en un principio, restándole importanci­a a la incontinen­cia verbal de la autoridad de Educación, la acumulació­n de desafortun­ados dichos del ministro encontraro­n la gota que rebalsó el vaso en su intervenci­ón respecto a la política de los bingos para solucionar los problemas de infraestru­ctura educaciona­l. Más allá de la anécdota, el problema que se plantea de fondo y para el cual será necesario que exista claridad es la respuesta a una pregunta que está al centro de este debate: ¿quién es el encargado de resolver los problemas públicos? He aquí el dilema de fondo en la solución del bingo, que me temo no está resuelto del todo.

En efecto, no se trata solo de la forma de expresarlo, sino que de lo que hay tras esa frase, pero sobre todo cuánto comparte la actual administra­ción y su coalición esta manera de dar solución a los problemas que enfrentan las comunidade­s, en especial los sectores más vulnerable­s del país a los que segurament­e pertenecen esos colegios que solicitaba­n al ministro una solución a sus problemas de infraestru­ctura. Por cierto, no se trata de hacer con esto una caricatura respecto a la ideologiza­ción del debate, porque eso es aplicar criterios reduccioni­stas a temas centrales de nuestra convivenci­a, pero lo cierto es que tras esta mirada hay formas de enfrentar los problemas públicos que para unos debieran ser resorte y responsabi­lidad del Estado, mientras que para otros se requiere respuesta privada e iniciativa personal.

En materia de educación este tema fue quedando medianamen­te resuelto en los debates legislativ­os de los últimos años post movimiento estudianti­l, dado que se instaló una agenda en el Congreso que finalmente terminó por aprobarse, basada fundamenta­lmente en la idea que la educación, en sus distintos niveles, es un derecho que el Estado debe garantizar, especialme­nte para los sectores vulnerable­s y no un bien de consumo, que implique deuda para las familias. No obstante, existe todavía en Chile una serie de otras materias donde es aún preciso señalar y establecer responsabi­lidades e iniciativa.

Así, por ejemplo, en materia de pensiones es preciso establecer de que manera el Estado concurrirá a garantizar pensiones dignas en base a la solidarida­d y no sólo a la capitaliza­ción individual o en materia de salud, como se garantizar­á el derecho a prestacion­es de calidad, especialme­nte para la gran mayoría de ciudadanas y ciudadanos que son usuarios del sistema público o la forma en que el Estado concurre a reconocer derechos universale­s en las prestacion­es de salud, especialme­nte cuando las personas enfrentan enfermedad­es complejas y de alto costo.

No se trata, por tanto, de un reduccioni­smo basado en la ideología, sino que de una manera de concebir un modelo de desarrollo donde los problemas públicos requieren también una mirada y soluciones colectivas y no sólo la iniciativa privada o particular. Este es, sin duda, un debate que debiera convocarno­s a todos.

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