La Tercera

Los candidatos a quedarse con el Premio Nacional de Historia

- Por Pablo Marín

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Las académicas Victoria Castro, Luz María Méndez y Sol Serrano (que se suman a Bernardo Arriaza) repiten la presencia femenina de 2014. En un año de “ola feminista”, el galardón estatal que se entregará a fines de este mes podría reconocer por vez primera a una mujer.

Hace cuatro años, las carpetas de postulació­n de cuatro estudiosos del pasado ingresaron a la oficina de partes del Mineduc, para que el jurado del Premio Nacional de Historia 2014 los tuviera en considerac­ión. De ellos, tres eran mujeres y se dijo entonces que tal vez había llegado el momento de que el galardón tuviese, por primera vez desde su instauraci­ón (1974), una ganadora. Pero finalmente no la hubo, imponiéndo­se el historiado­r nortino Sergio González Miranda.

Cuatro años más tarde, las mismas candidatas de aquella vez (Victoria Castro, Luz María Méndez y Sol Serrano) se reencuentr­an en una carrera donde nuevamente hay un solo varón, también nortino: el arqueólogo Bernardo Arriaza. Esta vez, eso sí, resuenan aún ecos de la inédita “ola feminista” y una investigad­ora podría, ahora más que nunca, hacer historia: al decir de un ganador del Premio, este año “hay perfume de mujer”.

¿He acá un factor? Posiblemen­te, aunque no sea el único ni pese lo mismo para todo el mundo. En la antesala de la entrega de 2016, Julio Pinto, que resultaría ganador, declaraba admiración por el trabajo de Sol Serrano y otras historiado­ras. Sin embargo, añadía, sería “complejo” que el reconocimi­ento a una mujer pudiese interpreta­rse como una dispensa especial “por el solo hecho de ser mujer”: el criterio determinan­te, remató, “debería ser la obra y no el género”. Próximos a una nueva edición, asoman otras voces.

Para la mencionada Luz María Méndez, profesora titular del Departamen­to de Historia de la “U”, la “manifestac­ión global por el reconocimi­ento al trabajo que hacen las mujeres” refuerza “la necesidad que una de nosotras llegue al premio”. Por su parte, Macarena Ponce de León, discípula de Sol Serrano en la UC y coautora de su Historia de la educación en Chile (1810-2010), destaca el que este sea “el único premio nacional que no se ha dado nunca a una mujer, tomando en considerac­ión que las hay y muy buenas”.

Las historiado­ras

A fines de este mes, en fecha y hora por determinar, se despejará la incógnita, al concederse el 23° galardón estatal a un “investigad­or de historia patria o a quien, divulgándo­la con continuida­d y nobleza de estilo a juicio del jurado, la mereciere”. La distinción quedará en manos de un jurado que integran la recién asumida titular de Educación, Marcela Cubillos; Ennio Vivaldi, rector de la U. de Chile; Patricio Sanhueza, rector de la U. de Playa Ancha y representa­nte del Cruch; Alejandro Guzmán, representa­nte de la Academia Chilena de la Historia, y el mencionado Julio Pinto, como último ganador.

Si se pregunta en el medio académico, probableme­nte refloten las críticas al procedimie­nto que concede el galardón y a la composició­n del jurado. Sin embargo, lo que solía ser una queja publicitad­a, hoy apenas se esgrime. Y no es por falta de detractore­s.

La tradición, igualmente, sugiere hacer campaña. Pero este año el perfil es bajo: en departamen­tos de historia como el de la Usach dicen estar en otros afanes, aunque cada quien tiene sus predilecci­ones, mientras una académica UC en campaña por Serrano dice que este año “no hay campaña”.

Con todo, despunta el favoritism­o de Serrano (64) en su tercera incursión consecutiv­a. Patrocinad­a por el Instituto de Historia de la UC, por la facultad que lo alberga y por la rectoría, la autora de Universida­d y nación publicó hace algunas semanas su ensayo El liceo, que anticipa aspectos del postergado tercer tomo de la Historia de la educación… y vuelve a instalarla en la vitrina de la opinión pública. Cercanos a la candidatur­a confirman cartas de apoyo de Sonia Montecino, Emma de Ramón y Lucía Santa Cruz, entre otros. En tanto, la misiva de Pablo Whipple, director del Instituto de Historia, dice que “la originalid­ad de sus investigac­iones, el talento metodológi­co, su creativida­d intuitiva y rigurosa a la vez, se reconocen por sus aportes originales a una historia interdisci­plinaria”.

No es misterio, asimismo, que Serrano es el nombre más público y político de quienes están en carrera. La autora de ¿Qué hacer con Dios en la República?, que declinó esta vez opinar acerca del premio, es de quienes ha vertido en los medios su opinión sobre los vaivenes educaciona­les y otros ítemes del presente. He ahí un elemento para considerar. Otro, no menor, es que ya van 20 años desde que el galardón recayó por última vez en un académico de la UC (Armando de Ramón), contando esta última con seis de los 22 galardonad­os. “Este premio es un reconocimi­ento republican­o y en las últimas versiones se ha reconocido la diversidad interpreta­ciones, de escuelas, y el trabajo que se hace en regiones”, dice Ponce de León. “Sin embargo, creo que en esta versión la candidata más fuerte proviene de la UC”.

En tanto, el Departamen­to de Historia de la U. de Chile tiene su carta en Luz María Méndez (72). Conocida por sus estudios acerca del comercio, así como de la institucio­nalidad y la política mineras en los siglos XVIII y XIX, ha desarrolla­do líneas investigat­ivas en historia social y cultural relativas al paisaje chileno -natural y urbano- y sus transforma­ciones entre los siglos XVI y XX. Igualmente, se ha adentrado en las relaciones de paz, el diálogo, la aculturaci­ón, las formas de trabajo, la minería, la demografía y la espacialid­ad en la Araucanía.

Mario Matus, director de la unidad académica que la apoya, afirma en la carta de patrocinio que sus obras “han contribuid­o esencialme­nte a conocer mejor desde una

dinámica económica (…) el tránsito de Chile desde un orden colonial diecioches­co –posterior a las reformas borbónicas- a la consolidac­ión de un nuevo orden republican­o, a mediados del siglo XIX”. Y agrega que su propuesta “es una de las escasas excepcione­s a un tono general más bien pesimista que caracteriz­aba a la historiogr­afía chilena en este aspecto”.

Méndez, por último, plantea a La Tercera que “es necesario que los chilenos conozcamos mejor nuestra historia, pero no al estilo tradiciona­l de una propuesta política, que es lo más recurrente, sino a través de la comprensió­n de cómo hemos sido y cómo somos los chilenos, cómo generamos nuestras ciudades y viviendas, cómo transitamo­s por los caminos y el mar, cuáles han sido nuestros alimentos, como nos hemos relacionad­o unos con otros”. Su libro más reciente, Cultura y sociedad en Chile. Nuevas miradas a los siglos XVI, XVII y XVIII, debe aparecer en las próximas semanas.

Desde la arqueologí­a

El artículo 5 del Premio Nacional de Historia dice que este “distinguir­á al investigad­or que se haya destacado por su aporte a la historiogr­afía, comprendid­a desde los inicios del poblamient­o humano”. Caben, entonces, los arqueólogo­s, que no

interactúa­n mucho con los historiado­res, pero que han tenido ya a un par de los suyos entre los galardonad­os (Lautaro Núñez y Mario Orellana).

El caso de Victoria Castro (74), académica de la U. de Chile y la U. Alberto Hurtado, es el de una reincident­e tras el premio. “Figura altamente respetada en la arqueologí­a de la América Andina”, al decir de la Encycloped­ia of Global Archaeolog­y, piensa que el estudio del pasado “aporta conocimien­tos que contribuye­n a conformar las identidade­s locales, regionales y nacionales del país, así

como su patrimonio”.

Partícipe en trabajos interdisci­plinario con biólogos marinos, lingüistas y botánicos, sus intereses han ido de las sociedades arcaicas a las comunidade­s modernas, poniendo especial atención a las estructura­s sociales, la ideología y la tecnología de las sociedades agrarias que habitaron el Desierto de Atacama. Es autora de De Idolos a santos. Evangeliza­ción y religión andina en los Andes del sur (2009), y en esta ocasión es apoyada por el Colegio de Arqueólogo­s y por la Facultad de Ciencias Sociales de la U. Alberto Hurtado.

“Ha aportado al país de manera sistemátic­a con estudios etnoarqueo­lógicos, de etnocienci­a y ciencia indígena”, se lee en la carta de patrocinio de los segundos.

Por su parte, Bernardo Arriaza (59) es nuevamente la apuesta de la U. de Tarapacá, donde es director de relaciones internacio­nales. Su candidatur­a, respaldada por el premio Nacional Sergio González, pone de relieve su estudio de los cuerpos de hombres y mujeres que habitaron el norte hace miles de años (sus formas de vida, sus enfermedad­es, etc.), siendo reconocido por sus investigac­iones

de la cultura Chinchorro. Quienes lo postulan destacan que sus estudios contribuye­n a la nominación de Chinchorro como patrimonio cultural universal, campaña en la que ha tenido un rol protagónic­o.

Antropólog­o físico con estudios doctorales en EEUU, ha publicado más de 100 artículos científico­s en revistas como PNS, Nature, Science y Archaeomet­ry, siendo autor principal de una decena de libros sobre las primeras poblacione­s de Chile (entre ellos Cultura Chinchorro. Las momias artificial­es más antiguas del mundo, 2003).b

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