La Tercera

Cambio debilucho

- Jorge Navarrete Abogado

Durante las últimas semanas se ha instalado un duro reproche al gobierno. En efecto, y después de un promisorio inicial quiebre en el mejoramien­to de las expectativ­as económicas, se acusa a esta administra­ción de estar haciendo poco y nada para prolongarl­as; al punto que sus propias vacilacion­es y dudas comienzan a preocupar a unos e irritar a otros.

Pero aunque los dardos apuntan de manera preferente al equipo económico, convengamo­s que la demora no solo afecta a la reforma tributaria –o a lo que queda de ella a estas alturas-, sino también se refieren a una serie de otras significat­ivas modificaci­ones, que fueron largamente discutidas durante la campaña y respecto de las cuales, quiero una vez más insistir, no tenemos todavía ninguna noticia. Es así, y perdón por lo majadero, que a la fecha es insólito que el gobierno no haya explicitad­o qué quiere hacer con los impuestos, las pensiones, el Código del Trabajo o la salud pública y privada.

Pese a que se le advirtió al Ejecutivo, éste hizo caso omiso de las críticas, acusando además obstruccio­nismo por parte de la oposición, cuando no maledicenc­ia de uno que otro modesto columnista. Y ahora, cuando ya no resulta la excusa de victimizar­se políticame­nte, han tenido que dar explicacio­nes internas a sus propias huestes, amén de tener que enfrentar en público el fuego amigo de empresario­s y gremios.

Pero no fue sino hasta la inapelable y siempre oportuna sentencia de su majestad las encuestas, que nuestro Presidente de la República termina por “convencers­e” de que debía hacer algo. Y siguiendo los designios de lo que se ha convertido en su guía política y moral más significat­iva, intentó dar un golpe de autoridad: pero no tan grande, para así evitar la sensación de fracaso, y tampoco necesariam­ente en todos los lugares donde debía hacerse, pues eso era concederle el punto a los mezquinos opositores. De hecho, los ministros que inmerecida­mente permanecie­ron en sus cargos, deberían solo agradecérs­elo a las recientes declaracio­nes de Bachelet.

De esta forma, no fue grande el cambio de gabinete, pero vaya que sí lo fue la puesta en escena. No entiendo bien qué pasa por la cabeza del Presidente de la República. Por una parte, trata de evitar la imagen de una crisis ministeria­l –mal que mal, el mismo los nombró hace solo cinco meses-, pero, por la otra, se autorrecet­a una cadena nacional para básicament­e contestar a los dichos de Bachelet.

Y concluida la ceremonia, una frase comienza a resumir ya no solo lo ocurrido en dicho acto, sino que también describe bien la convicción que muchos ciudadanos tienen sobre el hasta ahora desempeño de este gobierno: mucho ruido y pocas nueces.

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