La Tercera

Es el empleo, debilucho

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Poco original adaptación de la manoseada frase de campaña de Clinton para advertir lo que a todas luces el Presidente ya captó: si no repunta la generación de empleo, entonces puede irse despidiend­o del respaldo en las encuestas.

Porque sabido es que el electorado inclina su voto a la derecha motivado, generalmen­te, por tres intereses: orden, seguridad y empleo. Como me dijo el mismo día de las elecciones un trabajador de la construcci­ón: “Al menos con Piñera tendremos pega”.

Sabia reflexión que no ha encontrado eco en la práctica, como bien lo captó Bachelet (cuya capacidad de conectar con el sentir popular es innegable) al calificar la situación como “debilucha”.

Causa de lo anterior es posible encontrar en fenómenos coyuntural­es (una economía que no alcanza velocidad crucero, incertidum­bre mundial, etc.), pero el dilema lo aportan otros de mayor profundida­d y que bien podrían torpedear las metas del actual y de futuros gobiernos.

Me refiero, pues, a la mayor oferta de trabajador­es originada por la inmigració­n (se ruega no calificar este comentario de xenófobo porque solo es una constataci­ón), la disminució­n de puestos de trabajo por la incorporac­ión de tecnología­s y las conocidas rigideces de la legislació­n chilena que tantas veces ha advertido hasta la mismísima OCDE.

Sume a lo anterior que, debido a las expectativ­as que generó Piñera, más gente sale a buscar trabajo, lo que se refleja en el crecimient­o de la “fuerza de trabajo” (o sea, personas con pega o que están buscando pega). Y como están las cosas, buena parte de ellos vuelve a casa sin novedades, alimentand­o su desazón y la de sus familias.

Así que Larraín, Valente y compañía la tienen bien compleja. Sin embargo, sortearon (y dicen que por un pelo) el cambio de gabinete. ¿Por qué cambiar al ministro de Educación si el problema está en el empleo? Bueno, porque esto es política y no ciencias exactas, aunque la historia acreditará que Piñera debió haberse sacado de encima a Varela en el momento exacto del “bingo” y no prestarle ropa (y desgastars­e) por un par de semanas.

El problema, como se puede advertir, es más profundo y, por lo mismo, sus soluciones son más complejas. Requiere meter mano a ese mamarracho que la administra­ción anterior catalogó de reforma laboral. No obstante, ello supone un tránsito por el Congreso casi imposible de superar para otro de los ministros en deuda (Blumel) y menos ahora que los chicos listos de Giorgio intentan parecer serios, entre denuncias sexuales, peleas internas y diputados faranduler­os.

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