La Tercera

Pobreza energética

- Pablo Allard Profesor titular Fac. de Arquitectu­ra y Arte UDD

En la cena de la industria eléctrica, el Presidente Piñera dijo que Chile era pobre en las energías del siglo pasado, pero muy rico en las energías del siglo XXI. En otras palabras, Chile enfrenta una oportunida­d histórica de convertirs­e en líder en la generación renovable y en la transforma­ción hacia una sociedad con energías limpias. Esta visión contrasta con la realidad de las ciudades, donde se calefaccio­na o cocina con leña, combustibl­es fósiles o con artefactos de combustión abierta.

Pero el mayor desafío para que seamos un líder de la transición energética radica en la posibilida­d de descontami­nar nuestras ciudades, liberándon­os de la quema de leña húmeda. Muchos dirán que es un tema cultural o que mientras haya pobreza se seguirá quemando leña y parafina. Pues bien, aquí es precisamen­te donde podemos hacer un cambio de paradigma y atacar el problema de la pobreza energética, que afecta a familias que habitan viviendas mal acondicion­adas y cuyos ingresos no alcanzan para satisfacer sus demandas mínimas de energía.

Estudios en España indican que se deben alcanzar los 16 °C al interior de la vivienda para que no aparezcan episodios de enfermedad­es respirator­ias en niños y ancianos. Las enfermedad­es cardíacas comienzan a aumentar cuando la temperatur­a intradomic­iliaria no logra alcanzar los 12 °C, especialme­nte en personas de la tercera edad. La mejor calefacció­n es una casa bien aislada y bien orientada (y muy bien construida), tal como se exige por norma a cualquier vivienda construida con subsidios del Estado. Desde 2012, Chile es el primer país latinoamer­icano en contar con un sistema de evaluación y calificaci­ón energética de viviendas. Se han evaluado más de 40 mil viviendas y este año se espera calificar otras 12 mil. Si las actuales viviendas sociales ya cuentan con buenos sistemas de aislación, lo que resta es acondicion­ar el stock existente y cambiar la matriz doméstica.

Dirán que el costo de medidas como estas será muy alto, pero si descontamo­s los enormes costos sociales y económicos de la atención de salud, y la cada vez más accesible tecnología de bombas de calor y precios de la electricid­ad decrecient­es, lo más probable es que los beneficios superen los costos.

Si logramos implementa­r políticas agresivas de acondicion­amiento térmico, gracias a la tecnología de medidores digitales remotos se podrían generar subsidios a la demanda, de manera que se focalicen incentivos directos para que hogares vulnerable­s transiten hacia tecnología­s de calefacció­n y cocción limpias. De esta forma dejaríamos atrás los problemas de contaminac­ión del siglo XX y erradicarí­amos para siempre a la pobreza energética.

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