La Tercera

RETIRO DE COLOMBIA DE UNASUR

La irrelevanc­ia en que ha caído este organismo es razón suficiente para que Chile siga el mismo camino de Colombia.

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El 10 de agosto pasado, solo tres días después de asumir, el nuevo presidente de Colombia, Iván Duque, ratificó lo adelantado durante su campaña y confirmó el retiro de su país de la Unión de Naciones Sudamerica­nas (Unasur), a la que acusa de ser “cómplice silencioso de la dictadura de Venezuela”. Según el canciller de ese país, Carlos Holmes Trujillo, se trata de “una decisión política irreversib­le”, pero precisó que antes de enviar la nota diplomátic­a para denunciar el tratado constituti­vo y concretar la salida, Colombia se encuentra en “un proceso de consultas con otros países que aparenteme­nte desearían tomar el mismo rumbo”. La decisión de Bogotá no solo va en la dirección correcta sino que ofrece también una oportunida­d para que otros países –incluido Chile- se sumen y concreten también su retiro del organismo.

En abril pasado, seis de los 12 países que integran Unasur decidieron “suspender” su participac­ión denunciand­o, tanto “la falta de resultados concretos que garanticen el funcionami­ento adecuado” del organismo, como la “alarmante situación de indiscipli­na que se ha venido presentado al interior de la Secretaría General”. El panorama denunciado por Colombia, Brasil, Argentina, Perú, Paraguay y Chile, daba cuenta de la profunda crisis que atravesaba el organismo y frente a la cual no se ha observado, desde entonces, ningún cambio evidente. Desde enero pasado, el organismo ha sido incapaz de designar a su nuevo secretario general, en reemplazo del expresiden­te Ernesto Samper, por falta de acuerdo, y desde 2014 que no se llevan a cabo las reuniones ordinarias de jefes de Estado y de Gobierno, pese a que según el tratado constituti­vo de 2011 debían realizarse anualmente.

Lo anterior deja en evidencia la irrelevanc­ia de un organismo creado en 2004, inicialmen­te como Comunidad Suramerica­na de Naciones, a instancias del entonces presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva –y el apoyo de su par venezolano Hugo Chávez- para ser un espacio que le hiciera contrapeso a la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA) y mantuviera al margen a Estados Unidos. Pero lo cierto es que se convirtió en un organismo con un fuerte sesgo ideológico y funcional a los intereses regionales del propio Lula y de Venezuela. Desde su creación, no sólo ha mostrado una evidente incapacida­d de validarse como instancia multilater­al sino que resulta paradójico que los países que actualment­e más la defienden, como Venezuela, son los que han violado abiertamen­te algunos de sus principios fundaciona­les, como “el respeto irrestrict­o de los derechos humanos” y a “las institucio­nes democrátic­as”.

Frente a ese panorama, y consideran­do que desde que Chile anunció su decisión de “suspender su participac­ión” en abril pasado, no hubo ningún cambio relevante y no existe justificac­ión alguna para que nuestro país siga integrando formalment­e esa instancia. Unasur, además, surgió en un escenario político muy distinto y por motivacion­es ideológica­s que hoy carecen de sustento. Por ello, el retiro definitivo anunciado por el presidente colombiano ofrece una inmejorabl­e oportunida­d para seguir ese mismo camino.

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