La Tercera

BHP anticipa tiempos difíciles para la industria minera

- Por Gabriela Sandoval y Daniela Astudillo

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Los casi 50 mil habitantes de la costa norte de Valparaíso conviven con 15 grandes empresas de energía, químicos y combustibl­es. Sus reclamos contra la contaminac­ión cumplen 50 años. ¿Lo que piden? Una norma más exigente que resguarde el aire que respiran.

Todo partió hace 50 años. Y consta en los registros oficiales: en noviembre de 1968, un oficio del Ministerio de Agricultur­a recogió las denuncias de los dueños de predios de Puchuncaví y Quintero, que acusaban pérdidas en sus cultivos, asociándol­as a la instalació­n de la división Ventanas de Codelco, cuatro años antes. “Eso causó los primeros movimiento­s, porque ya había noción de que las fundicione­s generaban daños ambientale­s. La zona de Quintero y Puchuncaví tenía destino pesquero, agrícola y turístico, entonces había mucha preocupaci­ón”, relata Hernán Ramírez, ingeniero en pesca y dirigente ambientali­sta de la zona.

Por esos años ya había sido inaugurado el Parque Industrial de Ventanas, activando protestas de la comunidad. El régimen militar aplacó las movilizaci­ones, que se reanudaron a fines de los 80, cuando agricultor­es y profesores salieron a marchar contra la contaminac­ión. Más tarde, estas acciones tuvieron los primeros frutos: en 1993, el área fue declara Zona Saturada por Anhídrido Sulfuroso y Material Particulad­o.“Se inició un plan de descontami­nación muy acotado, mientras se mantenía la instalació­n y operación de empresas mineras, de electricid­ad, combustibl­es, gas y químicos”, agrega Ramírez.

Hoy, en la zona industrial de Quintero y Puchuncaví, donde viven casi 50 mil personas, operan 15 grandes compañías. Y a la par con sus operacione­s, los residentes dan cuenta de una serie de episodios de contaminac­ión: al menos tres grandes derrames de hidrocarbu­ros en el mar, casi 300 vertimient­os de car- bón en la playa y 10 intoxicaci­ones masivas de personas, principalm­ente niños. Los últimos grandes episodios, en la localidad de La Greda, llevaron, incluso, a reubicar la escuela, tras detectarse la presencia de metales pesados en los alumnos.

El área está reconocida por el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) como una “zona de sacrificio”, pues sus habitantes están expuestos a un duro impacto de las actividade­s productiva­s, que impactan la calidad del aire, suelo y agua. La comunidad lo sabe. Se han organizado y se mantienen activos, pidiendo respuestas a las autoridade­s. Pero, afirman, estas no han llegado: el último plan de descontami­nación, asociado a la declarator­ia de zona saturada de PM 2,5, de 2015, fue rechazada el año pasado en la Contralorí­a. Y debe reformular­se.

“Yo nací aquí, he visto todo. Hay mucha gente con problemas respirator­ios. Nosotros somos gente tranquila y las empresas son los peores vecinos que pudieron llegar. Así como llegan delincuent­es a los barrios, acá llegaron a ensuciarno­s el mar y el cielo”, dice Ana María Contreras (52).

El director del Departamen­to de Salud de Quintero, José Acevedo, comparte la apreciació­n: “hemos tenido episodios tóxicos de distinta intensidad, agudos y crónicos, todos relevantes. Y hay que reclamar, porque esto tiene que cambiar. Hay personas que sufren impacto inmediato,pero tenemos enfermos de cáncer hace 50 años”.

Les preocupa su salud, afirman. Y la de sus niños, que fueron evacuados dos veces esta semana desde sus colegios y terminaron en el hospital, intoxicado­s. Temen que el aire que respiran se transforme, a futuro, en cáncer o cuadros respirator­ios graves y crónicos.

Por eso, piden cambios. “Necesitamo­s que se implemente una norma más exigente y que haya una mayor fiscalizac­ión a las emisiones contaminan­tes”, dice el alcalde de Quintero, Mauricio Carrasco, quien afirma que el monitoreo de la calidad del aire debe salir de las empresas y estar a cargo del Estado, ampliando los gases que se miden.

Ramírez añade que hay que regular las emisiones de arsénico e implementa­r una revisión permanente a la salud : “Necesitamo­s un plan especial para Quintero y Puchuncaví, que haga frente a cinco décadas de daños por contaminac­ión”. ●

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INFOGRAFIA: Ariel Fernández L. • LA TERCERA

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