La Tercera

Las prácticas que indaga la Fiscalía sobre las asesorías parlamenta­rias

El Ministerio Público ha puesto el foco de su investigac­ión en los think tanks que concentran casi un cuarto de los más de $ 15 mil millones pagados por la Cámara entre 2011 y 2016.

- @melnickser­gio Sergio I. Melnick

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Al parecer somos un país que no aprende. En febrero del 2014 se entregó el primer informe de la Cámara sobre el Sename, que Bachelet tuvo en el escritorio desde el día 1. Pero se obvió, a pesar de que hablaba de muertes, violacione­s y maltratos. Después hubo un segundo informe, que la Cámara simplement­e no reconoció por presiones del gobierno y en defensa de Javiera Blanco. Claro, iba a ser un tema de DD.HH. en plena democracia, en gobiernos de izquierda. La gravedad de lo que ocurre en el Sename es que sigue como siempre: de las palabras a los hechos hay demasiado trecho. Lo concreto es que los niños siguen escapando de los Cread porque prefieren la calle.

El arzobispo de Santiago afirmó ya el año 2016 que el Estado aporta unos $ 2 millones por niño, pero un hogar recibe solo 170 mil por cada menor. No hay explicacio­nes. Las remuneraci­ones no son malas e igual tratan mal a los niños. Hay excepcione­s sin duda, pero es la tónica. De los 10 mil niños comprometi­dos, el Sename atiende 2 mil en 11 centros, otros 58 son con temas de justicia y 8 mil están en otros hogares (220) que reciben 1/6 de los recursos por niño que tienen los Cread.

Es verdad que hay un techo y alimentaci­ón, pero es verdad también que hay abuso, maltrato, amenazas, prostituci­ón, drogadicci­ón, medicación psiquiátri­ca que no parece muy cuidadosa. Están en una lógica de cárcel. A los 18 años son “egresados”, pero no están preparados aún para la vida social, porque el Estado hizo una muy mala gestión. 30% de los niños de la calle menores de 18 años han estado más de seis años institucio­nalizados; 50% de los menores en la calle pasó por el Sename. Nadie los quiere emplear, tampoco los recibe el servicio militar.

Los niños del Sename tienen problemas de discapacid­ad, de salud mental que el sistema público no es capaz de atender adecuadame­nte; están dañados de distintas maneras, han ido de un hogar a otro, están sin educación apropiada. Este no es el tema de un gobierno, es de Estado, nos incumbe a todos. Los parlamenta­rios se autorregal­an días de vacaciones en vez de dedicarse a estas urgencias, quién lo puede entender.

Cuando los niños se arrancan de los hogares y van a la calle, quedan en terreno de nadie, se les califica en la jerga técnica como “en seguimient­o”. No hay recursos de prevención para sacarlos de la calle. Hay fundacione­s privadas que quieren ayudar, pero es muy difícil, ya que empiezan a ser testigos de todo lo que ocurre con los niños. Es increíble la pasividad de la clase política en su conjunto.

Este gobierno lo ha señalado como primera prioridad, pero después de seis meses las cosas siguen más o menos igual, con las leyes empantanad­as en el Congreso. Se requiere una política de shock, de urgencia. Hay que intervenir la institució­n desde la raíz. Obviamente las asociacion­es de funcionari­os amenazan con paros, por cierto ilegales, si se dan esos cambios. Con todo, Felipe Kast tiene razón: los niños primero, aunque signifique sobreinver­tir, pero es una voz en el desierto.

En otros países funcionan con éxito los hogares compartido­s, sin duda con supervisió­n, acompañami­ento y apoyo. Esa política debe hacerse al menos hasta los 25 años o lo que sea necesario. Hay que lograr la reinserció­n que pasa por ser capaces de darles educación, contenerlo­s, y enseñarles a soñar con realismo, que tengan alguna esperanza por la que luchar. Las FF.AA. pueden hacer un enorme rol; el servicio militar es un ejercicio formativo formidable que ayudaría a estos niños. En estos días hemos escuchado que hay 15 mil propiedade­s estatales de bienes nacionales que están en forma irregular, mal usadas, tomadas, etc. ¿Y no hay acaso 100 para los niños? ¿Podemos seguir con la danza populista de los bonos cuando los niños están así?

Amigos, es un tema de Estado y la política sigue fallando. Aquel hoy es el padre más negligente, indolente y despiadado con sus hijos más desvalidos. Esto tiene prioridad uno.

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