La Tercera

Doblar la apuesta

- Axel Buchheiste­r Abogado

Que la acusación constituci­onal de los diputados de izquierda contra tres ministros de Corte Suprema carece de base, no lo duda nadie. Es una simple interferen­cia en la potestad de los jueces de fallar las causas judiciales; peor aún, que el libelo más bien se funda en el “notable cumpliment­o de los deberes”, al haber aplicado las leyes como están escritas. En suma, que constituye una burda intimidaci­ón para que ningún juez se atreva nuevamente a dictar fallos que sean contrarios a los designios de la izquierda.

Pero el asunto se les viene abajo y casi es un dato que la acusación no será aprobada. Y no porque haya diputados opositores que rasguen vestiduras por ser contraria a un principio básico de la democracia y el Estado de Derecho, como es la independen­cia de los tribunales, sino porque el diputado Ignacio Urrutia los dejó “marcando ocupado”, cuando anunció que aprobaría la acusación, ya que –según él- “es una oportunida­d nuestra para sacar de una vez por todas a jueces de izquierda”; idea que no molestó a otros miembros de su bancada.

Ignoro si lo planificó como jugada maestra, pero así le resultó. Sobrepasó a los acusadores por la derecha y les recogió el guante. Porque entonces, sectores DC o PR se verían votando junto a la UDI, algo poco grato para ellos. Pregunta: ¿qué hará el diputado PC Hugo Gutiérrez, que ha declarado votar siempre al revés que la UDI? Pero hay otro factor: sucede que destituido­s los ministros acusados, habría que designar reemplazan­tes, lo que se hace mediante una quina que tendría que preparar una Corte Suprema muy enojada y de la cual el Presidente de la República, cuyo ministro de justicia ha dicho que hay que designar menos jueces de izquierda, propone un nombre al Senado. Y en éste, la izquierda habría desgastado su línea de crédito al aprobar la acusación y se vería a esa altura en dificultad­es para negar que estén tratando de politizar la nominación de los jueces. Es decir, que van por lana y pueden resultar trasquilad­os.

La lección que deja el diputado Urrutia es que en política lo que sirve es el coraje, y no el entreguism­o o el escapismo. Si la izquierda quiere prescindir de la institucio­nalidad, entonces la mejor alternativ­a es doblar la apuesta. Algo que jamás se imaginaron, porque la derecha siempre se desgasta por proteger la institucio­nalidad. Ahora le toca –gracias al diputado- a la izquierda.

¿Y qué ha hecho el gobierno sobre todo esto? Nada. Como tampoco lo ha hecho respecto de la remoción ilegal de la Subcontral­ora por parte del Contralor, no obstante que según ley del órgano fiscalizad­or (art. 4°), su destitució­n es potestad exclusiva del Presidente de la República, el único que puede iniciarle un “juicio de amovilidad” con tal fin, ya que es inamovible y no una funcionari­a de exclusiva confianza del Contralor. Es que al Presidente no le gusta pagar costos, ni siquiera para defender sus atribucion­es. Y la gente se da cuenta: es cosa de ver las encuestas.

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