La Tercera

El controvert­ido Museo de la Democracia

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El anuncio del Presidente de la República en cuanto a que se levantará un Museo de la Democracia, lejos de convertirs­e en un punto de unión, ha sido objeto de fuerte controvers­ia política, en particular por las muy diversas visiones sobre qué período debería abarcar una muestra de esta naturaleza, como también sus contenidos.

A pesar de que la creación de un Museo de la Democracia forma parte del programa de gobierno -en dicho documento también se contempla la creación de un Museo del Deporte-, la propuesta adquirió notoriedad a raíz de la polémica suscitada en torno al Museo de la Memoria y de qué forma el contexto histórico se conjuga con la memoria cuando se trata de la violación a los derechos humanos. Las escuetas razones que se indican en el programa de gobierno para justificar este museo –“instancia de valoración de los valores republican­os y democrátic­os”-, no han logrado ser profundiza­das por el mandatario ahora que concretó el anuncio, insistiend­o que lo que se busca es “una especie de recuerdo, enseñanza y lecciones de la historia (…) porque hemos perdido la democracia en diversas ocasiones”.

No se podría discutir la importanci­a de preservar los valores de la democracia, pero es debatible que ello sea necesario a través de un museo, en particular por lo difuso que resulta la materia que pretende resaltar como objeto de estudio. El objetivo de fortalecer los valores de la democracia se podría servir mejor a través de algún tipo de memorial, o bien aprovechan­do las capacidade­s de museos ya existentes, como el caso del Museo Histórico Nacional, el cual probableme­nte entregaría una mejor contextual­ización.

Pero es en la dimensión política donde se han concentrad­o las mayores divergenci­as. Así, hay voces de la oposición que han creído ver aquí un intento por “empatar” con el Museo de la Memoria; el propio Presidente ha dado a entender que este nuevo museo podría explorar -entre otras materias- las razones de por qué se perdió la democracia en 1973. No menos compleja se advierte la forma en que debería ser abordada la figura del general Augusto Pinochet, o incluso del propio Presidente Salvador Allende.

A la luz de lo anterior, no se advierte la necesidad de seguir adelante con un proyecto que, además de difuso y compromete­r importante­s recursos públicos, será un factor de constantes divergenci­as políticas, ya que mientras las fuerzas ligadas a la centroizqu­ierda previsible­mente abogarán porque el museo incorpore más contenidos afines, a su vez divide a sectores de la centrodere­cha.

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