La Tercera

Dos pasos adelante

- Pablo Ortúzar Antropólog­o social

El gobierno, a pesar de seguir bien en las encuestas, comienza a sufrir de “maniobrism­o”: vive al día, sorteando mal pequeños obstáculos, y sacrifican­do la estrategia a la táctica, lo cual siempre es también una mala táctica. Una de las razones que lo ha llevado a esto ha sido caer en el juego de la oposición, que se encuentra estratégic­amente quebrada, y cuya actividad se ha reducido a reventar petardos mediáticos esperando causar daño. En la medida en que la derecha actúe reactiva e histéricam­ente cada vez que revienta uno de estos petardos, confundirá sus prioridade­s políticas al mismo tiempo que perderá el control de la agenda.

Salir del “maniobrism­o” exige cambios que dependen de estar en posesión de una estrategia política. Este gobierno tiene la oportunida­d de hacer visibles a las víctimas del orden actual en nombre de las cuales debería gobernarse los próximos 20 años, así como las décadas anteriores lo hizo la Concertaci­ón en nombre de las víctimas de la dictadura. Esto involucra a sectores de la clase media vulnerable y, por cierto, al núcleo duro de pobreza que nos queda. Mostrar un horizonte que conduzca a la promoción de estos grupos postergado­s, cosa que la izquierda parece haber renunciado a hacer, es el gran desafío estratégic­o de Piñera.

Luego, una vez que se sepa a dónde ir, es necesario mapear los puntos de conflicto. A estas alturas son evidentes: la oposición reventará petardos vinculados a la dictadura de Pinochet (porque unifica a la izquierda), a la agenda “valórica” (porque divide a la coalición gobernante) y al crecimient­o económico (porque lo juzgan la principal expectativ­a popular respecto al gobierno). También irá, con cualquier excusa, tras la cabeza de los ministros más importante­s.

Los partidos de gobierno deben consensuar respuestas para cada una de estas maniobras, además de blindar a los ministros clave. Lo primero exige elevar la calidad de la discusión interna, para que no sea una guerra de cuñas oportunist­as y venenosas. No se trata de prohibir el debate, sino de articularl­o bien. Lo segundo también exige preparar a los ministros para enfrentar con eficacia a los medios.

Asegurada la defensa, debe articulars­e el ataque. Hay temas que descolocan a la oposición. Cada vez que relativiza­n las violacione­s a los derechos humanos en Venezuela o Nicaragua, se hacen daño. Lo mismo cuando defienden el “legado” de Bachelet. O cuando se refugian en la jerga vacía de la “retroexcav­adora” y la “superación del neoliberal­ismo”, mostrando ignorancia o desinterés por la economía. Todo esto los pierde, al igual que la ilusión de volver a articulars­e a partir de la oposición a Pinochet.

Ya mapeado el horizonte buscado y el campo de maniobras, lo que sigue es tratar de avanzar, eligiendo bien las peleas y evaluando los riesgos y oportunida­des, evitando confundir a la opinión pública con las redes sociales.

No estar a la altura de estos desafíos equivale, lamentable­mente, a no tener méritos para gobernar, más allá de la total discapacid­ad del adversario.

Mostrar un horizonte que conduzca a la promoción de los grupos medios es el gran desafío estratégic­o de Piñera.

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