La Tercera

La tragedia de Ciudadanos

- Por Sylvia Eyzaguirre

¿Qué pasó? Es la pregunta que me hago una y otra vez. No tengo respuesta, solo preguntas. ¿Hubo efectivame­nte suplantaci­ón de identidad en la última elección? ¿Se pueden anular votos durante el proceso de votación sin un debido proceso que pruebe su ilegitimid­ad? ¿Cómo se pueden explicar las anomalías que presenta un número importante de votos? ¿Correspond­e anular estos votos, si algunos de los militantes cuyos votos están siendo objetados dicen haber votado en conscienci­a? ¿Qué falló en nuestra institucio­nalidad que no ha podido hacerse cargo de esta situación? ¿Puede una persona que no es militante del partido ser parte de nuestro tribunal supremo? ¿Puede un miembro de un tribunal supremo delegar su voto por email a otro miembro del tribunal? ¿Cómo una persona, que no es militante del partido, pudo tener acceso a informació­n confidenci­al, a saber: la lista de militantes que votó y sus datos personales? ¿No es acaso ilegal publicar esta informació­n que contiene datos privados en las redes sociales? ¿Por qué algunos militantes saben los nombres de los militantes cuyos votos están siendo objetados? ¿No debería esta informació­n ser secreta y tenerla solo la empresa contratada para la votación y el tribunal supremo? ¿Por qué más del 90 por ciento de nuestros militantes no sabe que está inscrito en el partido?

Tengo fe en que el partido podrá aclarar estas dudas, dado que cuenta con todos los datos necesarios (teléfono y dirección) para ubicar a los militantes cuyos votos están siendo cuestionad­os, y averiguar si votaron en conscienci­a o su identidad fue suplantada. También confío en que el Tribunal Calificado­r de Elecciones zanje la disputa de nuestro tribunal supremo y sepamos qué miembros han actuado de mala fe. Aclarar esta situación resulta fundamenta­l, pues la búsqueda de la verdad nos permitirá hacer justicia.

Pero hay algo que la verdad no va a reparar, y es el daño que se ha causado a nuestro partido. El partido Ciudadanos Somos Todos se hundió. La causa de su hundimient­o no es el supuesto fraude electoral, sino la incapacida­d del partido por conducir este proceso. En todo este escándalo bochornoso no se ha respetado el debido proceso. Pues más allá de las opiniones que cada lista o militante tenga de lo ocurrido, lo que correspond­e en un Estado de derecho es entregar todos los antecedent­es a las instancias partidaria­s correspond­ientes, que son las encargadas de hacer las investigac­iones necesarias y fallar de acuerdo con las normas vigentes. No basta con acusar a alguien de ladrón para meterlo a la cárcel, sino que un Estado de derecho exige que sea un tribunal el que determine la culpabilid­ad o inocencia del acusado a través de un debido proceso. Pero algunos en nuestro partido han querido saltarse el debido proceso e imponer por la fuerza sus puntos de vista, sin entender que son parte interesada.

Tengo la convicción de que todos los militantes comprometi­dos con nuestro partido son personas bien intenciona­das que entraron a la política porque les importa Chile, tienen vocación pública y quieren aportar desde el ala liberal a construir un mejor país. En estas semanas de campaña vi la mística de tantos trabajando en todo Chile para movilizar a los militantes a participar en esta elección. Estoy segura de que la mística que vi en mi lista también estuvo presente en las otras dos listas. ¿Cómo pudimos perder todo esto? ¿Cómo las diferencia­s personales nos llevaron a destruir este partido y a tratarnos tan mal entre nosotros? Después de la rabia y el enojo que he sentido, hoy tengo pena porque se destruyó un proyecto bonito, honesto, generoso, que no supimos cuidar. La maldita naturaleza humana nos pasó la cuenta. En las tragedias nadie gana, todos pierden; y aquí, más allá de los resultados electorale­s, más allá de los resultados de las investigac­iones, perdimos todos.

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