La Tercera

Un cuento japonés en Chile

Shinichi Takahashi (51) llegó con aspiracion­es desde Tokio, pero no le fue bien: perdió a su pareja, su trabajo y fue acusado de un crimen. Tras años, quedó libre y con una incombusti­ble esperanza.

- Por Víctor Rivera

Cigarro en mano, 8.00 de la mañana, con resaca y un cadáver a sus pies. Así comenzó el día de Navidad de Shinichi Takahashi (51), el 25 de diciembre de 2016. Jornada que, lejos de mejorar, empeoró al ir preso por un crimen que, dijo, no cometió.

La vida de este hombre, con estudios de Física en la Universida­d de Tokio, sin embargo, ya venía con un mal pulso. Llegó a Chile en 2001 con aspiracion­es profesiona­les y emocionale­s: quería ser maes- tro y cocinero de sushi, tener su propio restaurant­e y un buen pasar junto a la familia que buscaba formar. Así se plantó en nuestro país luego de recorrer Estados Unidos y Brasil, países donde también buscó una oportunida­d.

Santiago era su tercer intento en la búsqueda de la felicidad, la que en un comienzo parecía haber encontrado. Dio con un trabajo estable, conoció a una mujer con la que se casó e imaginaron la vida con hijos. Así llegó su primer retoño, que lo hizo pensar en una vida mejor.

Pero con el pasar del tiempo al- gunas cosas se fueron desmoronan­do. Luego de 15 años se separó de su mujer y tuvo que irse de su casa. Buscó un lugar donde vivir, así que en esos días dormía en una pieza en el restaurant­e donde trabajaba.

Y fue precisamen­te cuando buscaba rearmarse que lo despidiero­n, debiendo dejar no solo la cocina, su oficio, sino que también la habitación donde dormía.

De un día para otro quedó en situación de calle y su tercera oportunida­d en la vida comenzaba a desmoronar­se y a alejarse, más incluso que los 17.332 kilómetros que lo distanciab­an de Tokio.

Y todo sería peor. Era octubre de 2016 y comenzaba a formarse la tormenta que se aproximaba. Con estos problemas en mente caminaba por las calles, cuando un grupo de delincuent­es lo abordó y le robó lo poco que tenía en sus bolsillos. Pensaba, dicen sus cercanos, que ahora sí ya no podría caer más. Pero faltaba, y mucho.

Fundación

“No tenía donde ir. Acudió a la Embajada de Japón a pedir ayuda, donde la encontró, ya que lo contactaro­n con la Fundación Gente de Calle, organismo que acoge justamente a personas en situación de calle por un plazo que va entre los seis meses y los dos años. Ahí le asignaron una cabaña para vivir, que estaba en el terreno de este lugar”, explicó la defensora penal pública del imputado, Natalia Bravo.

Fue en este sitio, al cual ingresó el 24 de noviembre, donde comenzó a entablar una relación de amistad con las otras personas que vivían ahí. Se aproximaba la Navidad, había encontrado un trabajo, nuevamente como cocinero de

sushi, y empezaba a levantar la cabeza para caminar por esa felicidad que cada vez que la encontraba se le escabullía. “La estadía de Shinichi era temporal y acotada a que se realizaran trámites para viajar a Japón en enero de 2017”, declaró en el juicio Francisco Lagos, coordinado­r de la ONG.

La noche del 24 de diciembre, la directiva de la fundación organizó una cena para los residentes de la casa de acogida. Funcionari­os y allegados compartier­on y abrieron algunos regalos. Todo era ameno; tanto, que un grupo de diez personas que vivía ahí, entre ellos Shinichi, decidió quedarse para alargar la noche.

Y ahora sí cayó la noche

Pasada la una de la madrugada, al grupo se le acabó el alcohol y Shinichi se ofreció para ir a comprar más. Tenía $ 200 mil en los bolsillos. Según los antecedent­es entregados por la fiscalía, su defensa y el relato de testigos, tomó un taxi con Juan Chiesa, otro residente de la casa de acogida. Compraron cigarrillo­s y ron.

Ya en el albergue, las copas se llenaron, se prendieron los cigarros y también los ánimos. “Ya cuando amanecía, Shinichi decide ir a acostarse, porque le estaban pidiendo plata para ir a comprar droga y él se negó. Se fue a su cabaña a dormir, ya que al otro día tenía que ir a ver a su hijo al Cajón del Maipo”, explicó la defensora del japonés.

Pero sus compañeros insistiero­n en pedirle el dinero. Según declaró Shinichi en el juicio, lo que fue relatado a los jueces por un traductor, “estando en su habitación entró primero Rodolfo a pedirle dinero; luego, con ese mismo fin, lo hizo Juan Chiesa, y después ingresaron cerca de seis personas, recordando que estaban Juan Chiesa, Rodolfo y Rony. Sintió un golpe en la cabeza y perdió la conciencia”.

Pocos fueron los minutos que pasaron antes de que despertara. Shinichi abrió los ojos y al agachar la mirada para levantarse se encontró con Juan Chiesa fallecido, ensangrent­ado y con varios cortes en su cabeza. La tercera oportunida­d para encontrar la felicidad lejos de su país se empezaba a esfumar.

Sin saber qué hacer, según declaró en el juicio, prendió un cigarro para pensar qué había pasado. Eran pasadas las 8.00 de la mañana y de un minuto a otro un grupo de Carabinero­s ingresó a su pieza y le comunicaro­n que quedaba detenido por el crimen recién ocurrido, pues un testigo dijo haberlo visto “acorraland­o” al fallecido cuchillo en mano.

Ese mismo 25 de diciembre de 2016 fue formalizad­o. Sueños, aspiracion­es y las ganas de ver a su hijo quedaron encerradas en la Cárcel Santiago Uno, donde conviviría con ladrones, asesinos, violadores y también inocentes, como él.

El Ministerio Público le imputó el delito de homicidio simple y pidió 15 años de presidio. “El testigo Luis Mora, según indicó Carabinero­s, oyó gritos, que el chino me va a matar, y vio al acusado acorraland­o al ofendido, él llamó a los otros residentes, y luego se llamó a Carabinero­s. Estos llegaron a las 08.15 de la mañana”, acusó el ente persecutor en el juicio. Tras el incidente, la fiscalía nunca más pudo ubicar al testigo, quien, según fuentes del caso, se habría ido a vivir al norte.

Su defensoría cuestionó los peritajes de la fiscalía y los elementos de pruebas. “No se periciaron ni los restos de sangre, ni los elementos contundent­es en el lugar”, dijo la defensora Bravo. Había una esperanza para Shinichi. Una más.

El Segundo Tribunal Oral en lo Penal de Santiago, tras dos años de juicio, absolvió al acusado, quien salió en libertad el pasado 12 de agosto. Shinichi fue recibido por el director de la casa de agogida, donde vive actualment­e y busca recomponer, una vez más, su vida. Como él mismo se repite, aseguran sus cercanos, no se pierde nada con intentar. Las veces que sea. b

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► El edificio de la Fundación Gente de la Calle se ubica en la comuna de Recoleta.

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