Migrantes venezolanos denuncian una ola xenófoba en Sudamérica
Cerca de 2,3 millones de venezolanos se han visto obligados a dejar su país debido a la crisis política y económica. La mayoría se ha instalado en Colombia, Ecuador, Perú y Brasil. A medida que se intensifica el flujo en las fronteras aumentan los tratos discriminatorios. Seis inmigrantes venezolanos contaron su historia a La Tercera. “Sentí que querían tenerme como una esclava”, afirma una ciudadana venezolana en Ecuador.
María Guevara tiene 47 años y es ingeniera en producción animal. Ante la crisis en Venezuela, el 20 de junio abandonó su país, donde dejó a sus dos hijos, de 15 y 16 años. Después de 48 horas de viaje, durante el cual sólo comió una arepa con queso y cuatro litros de agua, llegó a Boa Vista, en Brasil, donde ha tenido que enfrentar un trato que denuncia como discriminatorio en medio del éxodo de sus compatriotas en ciudades fronterizas. “Me ofrecieron castrar cerdos. Me vino a buscar a la casa una pareja, realicé el trabajo y me dijeron que antes de ir a dejarme tenían que pasar a su vivienda. Ahí me ofrecieron cervezas, pero yo no quise. Después ellos hablaron en portugués y comenzaron a tocarse sexualmente. Les pedí que me dejaran ir porque tenían portón eléctrico, mientras me decían que me quedara. Como pude salí, y preguntando llegué a mi casa. Al otro día el hombre me llamó para decirme que me iba a denunciar a la policía porque no encontraba su celular. De fondo escuché que su hijo le decía que la mamá le pidió esconderlo. Mucha gente me dice que fue para no pagarme. Después él quiso tapar todo con US$ 24, cuando ese trabajo valía casi US$ 1.200. Yo creo que fue porque soy venezolana”, señala Guevara a
La Tercera.
Muchos venezolanos han denunciado un trato discriminatorio y despectivo en los países donde han encontrado refugio, pero el sábado 18 tuvo lugar un hecho inédito. Ese día en Pacaraima, pueblo fronterizo del estado brasileño de Roraima, estalló una ola xenófoba. Esto, después de que manifestantes brasileños expulsaran a cientos de venezolanos y quemaran su campamento improvisado tras un presunto robo. Cerca de 1.200 venezolanos escaparon despavoridos hacia su país. Según el diario El País, en Pacaraima hay 3.000 venezolanos. Por esta frontera han ingresado 127.778 desde enero de 2017 hasta junio pasado.
“Ellos no saben por qué nosotros nos estamos yendo. No lo hacemos porque queremos, sino que es por supervivencia. En Venezuela nuestra familia se está muriendo de hambre, hay gente comiendo basura y eso obliga a salir del lugar de origen”, cuenta María Guevara, quien vio en la esquina de su casa cómo un policía brasileño atropelló a una persona al saber que era venezolano, y más encima no le prestó ayuda.
A pesar de lo ocurrido en Pacaraima, no todos los venezolanos enfrentan malos tratos en Brasil. La venezolana María Villegas, de 41 años, se vio obligada a dejar su país porque no encontró en ninguna farmacia una fórmula alimenticia para sus hijos (en ese entonces el mayor tenía dos años y el menor ocho meses). En Venezuela era profesora universitaria. “De mis exalumnos, prácticamente una generación completa se fue del país”, explicó a La Tercera.
En 2016 Villegas ganó una beca para una maestría en Ingeniería Química en Sao Carlos, en Sao Paulo. Estuvo un año sola. En ese tiempo su esposo fue secuestrado en Venezuela y su padre falleció en 2017. Finalmente su pareja y sus dos hijos pudieron dejar el país. “A mi esposo le ha costado conseguir trabajo. En las entrevistas cuando saben que tenemos dos hijos pequeños, que yo estoy estudiando y que la situación en Venezuela está más complicada, las personas lo llaman no para darle el trabajo, sino para ofrecerle ayuda”, dice.
De “esclava” en Ecuador
El mismo día de los ataques en Pacaraima, en Ecuador entró en vigencia la obligatoriedad del pasaporte para ciudadanos de Venezuela. Esto, para frenar el ingreso de venezolanos al país. Durante este semestre Ecuador recibió cerca de 547.000 a través de la frontera con Colombia y en agosto tuvo su punto más alto con 4.000 venezolanos diarios, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Pero el viernes Quito suspendió esta exigencia, por los próximos 45 días.
“Sentí que querían tenerme como una esclava”, cuenta Leydy, de 30 años. Esta venezolana llegó hace dos meses a Ecuador junto a su hijo de 13 años, después de que la ferretería donde trabajaba cerró. Una prima le consiguió un trabajo de empleada doméstica. Así, tenía que cuidar a varios niños, además de realizar las labores del hogar. Pronto renunció debido a la extenuante jornada laboral.
“En los buses ves como algunos miran mal a los venezolanos que se suben a vender cosas. También empiezan a hablar en voz baja y uno siente que es rechazado”, explica Leydy, quien todavía busca un colegio para su hijo.
En junio del año pasado, José y Karime llegaron a Guayaquil después de esperar más de nueve meses por sus pasaportes. José acudió a diario a las oficinas del Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (Saime) a la espera del documento y pagó tres veces por la solicitud antes de tener éxito.
Llegaron a Ecuador sin tener amigos o familiares, pero la necesidad los obligó a dejar a toda su familia, incluida una hija de 11 años y una de 15 años. “Hemos visto la discriminación contra los venezolanos, cómo nos tratan, cómo nos explotan. Cuando llegamos se nos maltrató en el sentido laboral. Se aprovechaban de nosotros, de los salarios, de las horas que teníamos que trabajar, por 10 o 12 horas. A mi esposa durante los primero cuatro o cinco meses que trabajó no le pagaron”, contó José, que espera reencontrarse con su hija menor la próxima semana.
Miedo en Perú
A su vez, en Perú, desde ayer comenzó a regir la exigencia de pasaporte para los venezolanos. El jueves las autoridades peruanas aseguraron que esperaban el arribo de más de 20.000 venezolanos en la frontera para cruzar antes de la medianoche. Perú es el segundo país con mayor cantidad de venezolanos. Alrededor de 400.000 llegaron el último año, según la agencia EFE.
“Salí de Venezuela porque no tenía cómo comprar leche para mi hija recién nacida. Ni siquiera podía alimentarme bien para darle pecho. Sólo tenía para comer una vez al día”, señala María Cordero, de 22 años.
Junto a su esposo e hija llegaron a Lima el 13 de octubre después de un viaje de seis días en el que su mayor temor era la xenofobia. “Iba con miedo a que nos pasara algo en el camino, cómo iban a actuar con uno. Vi varios compañeros que viajaron en los mismos buses que yo, que los discriminaban por ser venezolanos”, explica Cordero, voluntaria del albergue Sin Fronteras en Lima, que cada día acoge a más venezolanos.
Toda la familia de Cordero quiere viajar a Perú debido a que la situación “sigue peor” en Venezuela, pero no tienen cómo pagar el pasaporte. La solicitud oficial vale US$ 280. Sin embargo, para tramitarlo, los venezolanos deben pagar entre US$ 500 y US$ 800 en el mercado negro.
“Veneco”
Colombia es el primer país al que huyeron los venezolanos ante la crisis. Hoy, hay cerca de 800.000 en ese país. “Una amiga de mi mamá que vive en Bogotá sufrió xenofobia en el TransMilenio. Estaba sentada, en ningún momento habló, pero igual una mujer le dijo: ¡párate!, esos asientos son para colombianos, no para los ‘veneco’ (sobrenombre despectivo)”, cuenta Julio Aguirre, venezolano de 38 años que el 27 de agosto cumplirá tres meses en Cali.
A diferencia de sus compatriotas, Julio tiene nacionalidad colombiana debido a su madre, aunque esto no agilizó los trámites en Venezuela. En diciembre decidió irse junto a su pareja después de que el restaurante que tenían no resistió la escasez de alimentos y la hiperinflación. Fue ahí cuando decidió cómo “en dos maletas llevarte la vida” y dejar atrás a la familia.
“Siempre te comentan ‘están llegando tus paisanos’ o ‘en cada semáforo hay venezolanos’, y no es mentira porque lo he visto. De alguna manera te marcan y tienes que estar dando una explicación por los demás”, explica Julio. ●