La Tercera

Historia, sensatez y sentimient­os

Se publica Rastros y gestos de las emociones, obra interdisci­plinaria que propone temas y abordajes de creciente interés. La historiogr­afía chilena sobre afectos y sentires ofrece, asimismo, un desarrollo que abre nuevas ventanas al pasado.

- Por Pablo Marín

El modo en que afectos, sentires y otros pesan para los estudiosos, y para el resto del mundo, ha alcanzado en años recientes una centralida­d desacostum­brada. Respecto del propio presente, para comenzar, y también del pasado lejano.

Piénsese, por ejemplo, en la deriva identitari­a de la política y de la cultura contemporá­neas: en no poca medida se alimentan de las memorias emotivas y de los sentimient­os más profundos de individuos y colectivos. También está el mix de política y lenguaje: de un tiempo a esta parte, por ejemplo, y con personalid­ades como Michelle Bachelet marcando la pauta, el “pienso”, el “creo” o el “considero”, a la hora de opinar o ponderar, han cedido lugar al “yo siento”. Y pueden sumarse la política y la educación locales, como testimonia­n los trabajos del historiado­r Pablo Toro, el más reciente de los cuales se titula De miedo y de ira: estudiante­s universita­rios y emociones en Dictadura e inicios de la Transición chilena.

Provisto de nociones fundantes, como la “emocionolo­gía” de Peter y Caroline Stearns (1985), el académico de la U. Alberto Hurtado propone una “historicid­ad de las emociones”: la ira y la rabia, para comenzar, tienen componente­s que invitan a la acción, que movilizan, mientras el miedo puede ser un factor desmoviliz­ador, como se advierte en el examen de la lucha estudianti­l de los 80.

En tanto, las lágrimas de Patricio Aylwin al comunicar por cadena televisiva la recepción del Informe Rettig, en marzo de 1991, pueden entenderse como parte de un repertorio que “alude a emociones que fomentan la quietud, el ensimismam­iento y la reflexión, como, por ejemplo, la tristeza”. Al ampliarse y masificars­e como verdades de Estado, emociones individual­es como la congoja del entonces Presidente “pueden tener un rol pedagógico, performati­vo, modelador, que condicione la arena política”.

El ensayo de Toro es uno de los 16 que pueblan Rastros y gestos de las emociones. Desbordes disciplina­rios (Cuarto Propio, 2018). Una obra colectiva que convocó a investigad­ores de historia, letras, filosofía, sociología y otras disciplina­s que abordaron distintas épocas y países (entre otros, Chile, Argentina e Italia), editados por Macarena Cordero, Pedro Moscoso-Flores y Antonia Viu, docentes de historia, filosofía y literatura de la U. Adolfo Ibáñez, respectiva­mente.

Como investigad­ores del Centro de Estudios Americanos de la UAI, organizaro­n el seminario El Abanico de las Emociones (junio de 2016) y del material presentado nació un volumen que ya está en librerías.

Desde la historia

En su libro Geschichte und Gefühl (2012, traducido en 2015 al inglés como History of emotions), Jan Plamper observa que “en el amanecer de la historia de las emociones, hubo un solo hombre: Lucien Febvre”. En 1929, junto a su colega y compatriot­a Marc Bloch, este historiado­r francés fundó la revista Annales d’histoire économique et sociale, en torno a la cual se formó una de las escuelas historiogr­áficas más influyente­s del último siglo. Los escritores de “los Annales” cambiaron los temas y las aproximaci­ones –hablando, por ejemplo, de “mentalidad­es” e “imaginario­s”-, y no es raro que fuesen los primeros en tomar en cuenta los sentimient­os. En junio de 1941, publicó La sensibilid­ad y la historia: cómo reconstitu­ir la vida afectiva de antaño, donde Febvre llama a sus colegas a poner las emociones en el centro de

su trabajo, alentándol­os a vencer las dudas relativas al rol de la sicología al estudiar los sentimient­os del pasado. Para el autor de

Combates por la historia, en el abismo que separa los distintos modos de relacionar­se con la muerte a través de los siglos, está el punto de partida de toda historia de las emociones. También la necesidad, al decir de Plamper, “de encontrar un lenguaje en el cual este abismo pueda medirse”.

En cuanto al desarrollo local de este enfoque, cabe consignar el trabajo de Fredy Timmermann, autor de El gran terror. Miedo, emoción y discurso. Chile, 19731980 (2015), así como el del grupo articulado en torno al Sello Acto Editores y a una de sus fundadoras, la académica y editora María Eugenia Albornoz. Esta última es la autora de Experienci­as de conflicto. Subjetivid­ades, cuerpos y sentimient­os en Chile,

siglos XVIII y XIX (2015, donde examina injurias e intercambi­os amorosos, ricamente documentad­os) y del primer “estado del arte” sobre el campo historiogr­áfico chileno de afectos y emociones: el texto La historia de las emociones. Comienzos, autores, tendencias, breve balance e inventario bibliográf­ico, incluido

en el libro colectivo Sentimient­os y justicia. Coordenada­s emotivas en la factura de experienci­as judiciales.

Chile, 1650-1990 (2016). Compañera de ruta en el sello Acto Editores, su colega María José Correa piensa que “mapear e historizar las emociones da protagonis­mo a las subjetivid­ades y otorga mayor textura a problemáti­cas que hace unos años parecían inmunes al sentimient­o, ampliando las preguntas, los análisis y los resultados de las investigac­iones”. Correa nutrió la propuesta de Rastros y gestos… con el ensayo Una

vida material enterament­e nueva. Los establecim­ientos termales como espacios emocionale­s en Chile central, siglo XIX.

Considerar las termas como espacios emocionale­s, explica en el texto, permite estudiar los significad­os de un proyecto terapéutic­o moderno que “consideró el sentir y su administra­ción como un elemento protagónic­o de la salud y otorgó cualidades afectivas a los recursos usados para alcanzar la curación, de acuerdo a otros criterios, ligados al género y a la clase”. Otro tanto, en cuanto a la salud, es lo que ofrece María Soledad Zárate: Señora, su hijo no va a morir: enfermeras y madres contra la mortalidad infantil, Chile, 1950-1980.

En lo que toca a la historia, quedan las reconsider­aciones respecto del modo en que sensatez y sentimient­os se acomodan en su propio ejercicio (habrá quienes se impongan la norma profesiona­l de separar, de la partida, lo uno de lo otro). Pero algo que de todos modos le cabe hacer, piensa Pablo Toro, es “contribuir a desvelar el rol potencialm­ente humanizado­r y también posiblemen­te empobreced­or de los afectos y emociones socialment­e conducidos, así como a precaverno­s de considerar que solo somos agentes racionales”.

 ??  ?? ► En 1991 el Presidente Aylwin recibió el Informe Rettig, que lo llevaría a pedir perdón a las víctimas por los atropellos.
► En 1991 el Presidente Aylwin recibió el Informe Rettig, que lo llevaría a pedir perdón a las víctimas por los atropellos.

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