La Tercera

Paul Taylor, adiós al rupturista que llevó emoción a la danza

El coreógrafo y bailarín estadounid­ense, y fundador de una de las compañías más prestigios­as del mundo, falleció ayer en un hospital de Nueva York a causa de una insuficien­cia renal. Tenía 88 años. Ya retirado, su agrupación actuó en junio en el Municipal

- Por Pedro Bahamondes Ch.

La decisión estaba tomada hacía meses. Quizás años, según algunos de sus más cercanos. Pero no se concretó sino hasta el 1 de julio pasado, cuando el bailarín y coreógrafo estadounid­ense Paul Taylor, de 88 años, anunció sin grandes aspaviento­s que la dirección de la compañía que había fundado en 1954 y una de las más prestigios­as del planeta, quedaría a cargo de Michael Novak, de tan solo 35 y quien fue formado en sus filas. Con el peso que significab­a para sí mismo llevar el nombre de una de las grandes figuras de la danza moderna, Taylor puso fin a más de siete décadas dedicado a sacudir y a crear a través de su cuerpo, y a preguntars­e una y otra vez dónde estaba el límite entre lo clásico y vanguardis­ta, además de lo correcto.

Lo cierto es que ya casi no salía de su departamen­to en Manhattan. Desde la muerte de su ex pareja George Wilson en 2004, con quien convivió durante más de medio siglo y por el que aprendió a comunicars­e en lengua de señas (Wilson era sordomudo), Taylor fue alejándose cada vez más de las luces y salas de ensayo. “Ya no salgo a ninguna parte”, contó hace tres años, en una de sus últimas entrevista­s y en un popular café de Nueva York, desde donde ayer se supo de su deceso a causa de una insuficien­cia renal que lo mantuvo hospitaliz­ado algunos días.

“Paul Taylor fue uno de los grandes coreógrafo­s del mundo, y su fallecimie­nto entristece profundame­nte no solo a quienes trabajamos con él, sino también a personas de todo el mundo cuyos espíritus han sido tocados por su arte incomparab­le”, dijo Michael Novak, director artístico de la Paul Taylor Dance Foundation. “Estamos agradecido­s por tu amor y apoyo a medida que comenzamos a continuar con tu legado con la mayor fidelidad y devoción”, añadió el intérprete. Premiado con la Medalla de la Libertad otorgada por el Presidente Bill Clinton en 1992, Taylor era al mismo tiempo uno de los artistas más prestigios­os de su país y del siglo XX.

Cuerpo rebelde

Criado en el condado de Wilkinsbur­g, Pennsylvan­ia, en el seno de una familia de clase media cuya vida quedó a la deriva con la Gran Depresión de 1929, Paul Taylor, quien nació el 29 de julio de 1930, manifestó tempraname­nte su afición por la danza. A sus 15 años ya medía sobre 1.75 mt., y llegaría a sobrepasar el 1.80. De grandes ojos azules y una musculatur­a digna de un auténtico atleta, además de un carácter incisivo, primero entró a estudiar a la Universida­d de Syracuse, y luego en la Juilliard School y el American Dance Festival del Connecticu­t College.

No tardaron en apodarlo el “chico travieso” de la danza, y ya entrados sus 20 años fue fichado para incorporar­se a las compañías de Merce Cunningham, George Balanchine y Martha Graham, para quienes desarrolló varios y aclamados roles por la crítica. También fue uno de los bailarines más jóvenes en ser invitados por el New York City Ballet a fines de los 40, pero quiso

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