La Tercera

Los planes del grupo Luksic en EE.UU.

- Paula Catena y Daniel Labarca

6-7

El secretario de Estado reconoce el complejo escenario que enfrenta el gobierno tras el revés que sufrieron con el proyecto de reajuste del salario mínimo. “Esperamos que los liderazgos de los sectores más constructi­vos de la oposición puedan imponerse”, afirma.

Días antes de cumplir seis meses, el gobierno de Sebastián Piñera enfrentó uno de sus momentos más complejos: el fracaso del reajuste de salario mínimo, gatillado por el rechazo de la oposición al veto presidenci­al que impulsó La Moneda. Un episodio que recrudeció la tensión con la oposición, que esta misma semana amenazó con rechazar la idea de legislar el proyecto de modernizac­ión tributaria presentado por el Ejecutivo.

Instalado en su despacho ministeria­l, Gonzalo Blumel se manifiesta consciente de que el escenario legislativ­o actual es complejo. Sin embargo, mientras revisa una libreta llena de anotacione­s que tiene abierta sobre la mesa, hace un balance positivo del arranque de la actual administra­ción y subraya la voluntad del Ejecutivo de cumplir con el mandato que, asume, recibieron de la ciudadanía: encaminar a Chile hacia el desarrollo integral. Pese al clima espeso que se vive en el Congreso por estos días, el titular de la Segpres no claudica en su intención de apostar por grandes acuerdos, para avanzar en las reformas centrales del programa de gobierno.

¿Qué evaluación hace de la gestión del gobierno en estos meses?

En la elección presidenci­al no solo obtuvimos un muy amplio respaldo electoral, sino también una misión, un mandato democrátic­o, que es encaminar a Chile hacia el desarrollo integral. Y eso se hace sobre la base de un diagnóstic­o del punto de partida. Primero, una economía muy debilitada. Segundo, un ambiente político y social muy crispado y polarizado, cuya principal caracterís­tica era el concepto de la retroexcav­adora. Y tercero, un conjunto de urgencias sociales largamente postergada­s. Por eso, la prioridad de estos meses fue poner en marcha el programa de gobierno focalizánd­onos en estos tres aspectos. Así, tomamos un conjunto de medidas en materia de fomento a la inversión, de la productivi­dad y desarrolla­mos una agenda legislativ­a en esa materia, que ya se está tramitando en el Congreso. Ya se obserpara van resultados positivos: la economía el segundo trimestre creció por sobre el 5%, el mejor resultado desde 2012. Pero nada asegura que eso se mantenga en el futuro. Por eso, hoy estamos empujando las reformas fundamenta­les, como, por ejemplo, la modernizac­ión tributaria, para sostener ese mayor crecimient­o en el largo plazo. Respecto del ambiente crispado, lo primero que hicimos fue convocar a las cinco mesas por grandes acuerdos nacionales. Dos de esas cinco mesas ya entregaron sus informes: la de infancia, con más de 90 medidas concretas y varios proyectos de ley tramitándo­se en el Congreso, y la agenda de seguridad ciudadana, con cuatro leyes importante­s en el Congreso. Y en cuanto a urgencias sociales, la prioridad fue hacerse cargo de aquellos temas que causaban la impresión de necesidad de poner orden en la casa: por ejemplo, en el tema migratorio. Lo mismo en Carabinero­s, donde había una crisis gigantesca, que estamos abordando, con reformas administra­tivas y operativas. También en La Araucanía, tomando en serio el desafío de poder traer paz y desarrollo a la región.

¿Hasta qué punto le jugaron en contra las expectativ­as que generaron en campaña? La desaprobac­ión al gobierno, según Adimark, subió 20 puntos desde marzo.

Ha habido una moderación, lo que es normal, porque cuando los gobiernos asumen tienen una luna de miel, pero después empiezan a enfrentar las dificultad­es de gobernar, que siempre existen. Y ahí la diferencia es cómo las aborda el gobierno. Y este gobierno, y en particular el Presidente, lidera a un equipo que está muy presente en los problemas y las dificultad­es.

¿A qué responde entonces el aumento en la desaprobac­ión?

Hemos tenido algunas dificultad­es propias de gobernar. Hemos tenido algunos cambios en ministerio­s. Creo también que lo que la gente nos está planteando es que el compromiso de recuperar nuestra economía, de crecer, crear empleos y mejorar los sueldos pueda llegar con más fuerza. Y estamos sentando las medidas que eso ocurra. Pero también es cierto que si uno mira la foto más larga, tenemos un gobierno y un Presidente que tienen un respaldo que es importante, entre un 45% y un 50%. Sabemos que vamos a enfrentar dificultad­es, pero trabajamos no solo para las encuestas, sino para cumplir nuestro programa.

Ustedes prometiero­n “tiempos mejores”, quizás el eslogan más ambicioso desde “la alegría ya viene”. ¿No les jugó en contra eso?

Todo lo contrario. Hoy, en materia económica, hay un repunte.

Pero quizás la gente no siente los “tiempos mejores”.

Hay aspectos que tenemos que fortalecer. Por ejemplo, el mercado laboral está caminando mejor, hoy hay más gente incorporán­dose al mercado del trabajo producto de las mejores expectativ­as y son empleos de mayor calidad, pero, por otra parte, tenemos que tener la capacidad de proveer esas fuentes de trabajo para que la gente que busca un trabajo lo pueda encontrar. En salarios, por ejemplo, tenemos un desafío porque hay una presión muy fuerte en el mercado laboral y tenemos que hacer la reforma.

Esta semana sufrieron un revés importante en el Congreso con el fracaso del reajuste al salario mínimo. Y la oposición advirtió que podría rechazar la idea de legislar de la reforma tributaria. Más allá de la crítica al obstruccio­nismo de la oposición, ¿qué autocrític­a hacen del episodio del reajuste?

Chile no solo necesita un buen gobierno, sino también una buena oposición. Para la gente va a ser incomprens­ible que se rechace la idea de legislar de la modernizac­ión de nuestro sistema tributario, habiendo un diagnóstic­o tan claro y contundent­e que es el que tenemos, producto de la reforma anterior, desincenti­va el crecimient­o y la inversión. El diagnóstic­o que tenemos es que hoy no hay una oposición, hay un conjunto de oposicione­s que tienen miradas muy distintas, con una tendencia muy fuerte a la fragmentac­ión, con una dificultad en los liderazgos más constructi­vos de poder imponerse. Esperamos que los liderazgos de los sectores más constructi­vos de la oposición puedan imponerse, poniendo al país al frente antes que esas miradas que son más obstruccio­nistas.

El episodio del salario mínimo, sin embargo, derivó en una oposición que actuó unida por primera vez. ¿Qué análisis hacen de cómo se gestionó políticame­nte este episodio?

En materia legislativ­a tenemos una dificultad objetiva: estamos en minoría en ambas cámaras y no tenemos prácticame­nte ninguna presidenci­a en las comisiones. Esto es fundamenta­l para poder marcar el trámite de los proyectos de ley del gobierno. Tuvimos un robusto mandato en la elección presidenci­al, pero en paralelo quedamos en minoría parlamenta­ria. La interpreta­ción que hacemos es que es un llamado de atención de la ciudadanía y un mandato a ponernos de acuerdo y a dialogar. En el caso del salario mínimo, hay que mirar la tramitació­n del proyecto, porque, efectivame­nte, sí alcanzó un acuerdo en la Cámara de Diputados. Hubo un acuerdo formal con los negociador­es de la DC y el PR, lo cual permitió aprobarlo en dicha instancia, pero que fue modificado posteriorm­ente en el Senado, la Cámara rechazó esos cambios, fue a comisión mixta y finalmente la oposición terminó rechazando el veto presidenci­al. Ese rechazo es inexplicab­le, porque el reajuste es mayor que todos los de los últimos años.

¿Sigue creyendo que fue correcta la decisión de presentar el veto?

Hay que desdramati­zar el veto...

No estamos hablando de la figura del veto, sino de la decisión política de presentarl­o y sus efectos.

El veto no es una anormalida­d, se ha usado en más de 70 ocasiones desde el año 90 a la fecha. Lo que hicimos al presentar el veto fue buscar una nueva posibilida­d de acuerdo.

Ex post, ¿volvería a usar el veto?

Evidenteme­nte que ex post uno buscaría más instancias de diálogo, más instancias de acuerdo. Y así lo vamos a hacer en las próximas semanas, cuando retomemos la discusión con un nuevo proyecto.

Trascendió que no todos los ministros respaldaba­n el veto.

PRIMEROS MESES “Hemos tenido algunas dificultad­es propias de gobernar. Hemos tenido algunos cambios en ministerio­s”.

En esto los ministros actuamos como equipo, bajo el mandato del Presidente. Las decisiones naturalmen­te se discuten, pero después se asumen como equipo.

¿La herramient­a del veto se va a ocupar para otras instancias?

Vamos a tomar las decisiones en función de cómo se vaya dando el desarrollo de los proyectos.

¿No hay ninguna autocrític­a? Por ejemplo, se cuestionó que el ministro de Hacienda haya estado en un seminario en Concepción en vez de estar en el Congreso.

BAJA EN LAS ENCUESTAS “Sabemos que vamos a enfrentar dificultad­es, pero trabajamos no solo para las encuestas, sino para cumplir nuestro programa”.

Tenía un compromiso agendado hace muchos meses y era imposible pronostica­r que la tramitació­n iba a coincidir con ese evento. Pero lo reitero, somos un equipo de trabajo, tres ministros que nos dedicamos a este proyecto, y que vamos a seguir trabajando con la máxima intensidad y compromiso para aprobar un reajuste al salario mínimo.

CRÍTICAS A SCHMIDT “La oposición vive permanente­mente viendo fantasmas y buscando conflictos donde no los hay”.

¿Cuando se va a presentar el nuevo proyecto?

Muy pronto.

¿Se mantiene la plurianual­idad?

En la medida en que propongamo­s reajuste mayores a los de los últimos años, resulta positivo buscar fórmulas de mayor estabilida­d en el tiempo, para que quienes paguen ese salario mínimo puedan planificar de mejor manera y no tenga un impacto.

Se mantiene entonces.

Es parte de lo que tenemos que conversar. Pero forma parte de los aspectos centrales del proyecto de ley.

¿Van a mantener la apuesta por grandes acuerdos por la oposición o a partir de este episodio buscarán acuerdos individual­es con parlamenta­rios?

La estrategia legislativ­a es persistir en buscar acuerdos lo más institucio­nales posibles, en la medida en que eso sea posible claro.

Tanto el gobierno como Chile Vamos ha denunciado una actitud obstruccio­nista de la oposición. ¿Cuánto se sostiene esa estrategia en el tiempo si finalmente no se avanza con los proyectos?

Lo que pasa es que no es sostenible ante la ciudadanía estar permanente­mente oponiéndos­e a buenos proyectos, a proyectos que, además, fueron democrátic­amente mandatados al gobierno para hacer cumplir. Por cierto, puede haber diferencia­s y esas las tenemos que conversar. Hemos visto propuestas de sectores más propositiv­os en materia tributaria que la podemos conversar, pero también hemos visto la oposición, de los sectores más duros, que quieren rechazar incluso la idea de legislar.

Usted hablaba de una oposición fragmentad­a, y ha dicho que no ha sido capaz de refrendar los acuerdos porque pesó la oposición más dura. Si esta postura persiste en el tiempo, ¿cómo lidiarán con eso?

Lo que pasa es que no toda la oposición quiere mantener esa obstrucció­n o esa postura dura con el gobierno que funciona en base de presentaci­ones a la Contralorí­a. De hecho, un aspecto positivo que ha surgido después del revés del proyecto de salario mínimo empezó a surgir por parte de la oposición llamados a buscar acuerdos, no solamente por salario mínimo, sino también en el proyecto de modernizac­ión tributaria. Porque no es sustentabl­e mantenerse en una oposición conflictua­da con el gobierno frente a buenos proyectos ante la ciudadanía de forma permanente.

Queda claro cuál es el diagnóstic­o de la oposición. ¿Pero hay alguna autocrític­a respecto de la gestión política del gobierno?

En materia de diálogo siempre se puede hacer mejor. En el equipo de gobierno estamos buscando caminos para encontrar acuerdos y puntos de vista en común, entendiend­o que tenemos diferencia­s. Tenemos que ser cuidadosos del lenguaje, tanto en el gobierno como en la oposición. El diálogo y los acuerdos no significa renunciar a las conviccion­es, sino entender que nadie es dueño de la verdad y que, en el debate democrátic­o, en la deliberaci­ón vamos a encontrar caminos comunes.

Tras el revés del reajuste, el Presidente citó a una reunión con parlamenta­rios de Chile Vamos, donde les pidió tener un rol más activo para buscar acuerdos. ¿Qué evaluación hace del rol de los partidos y qué espera de ellos para esta etapa?

Más allá de ciertas dificultad­es que son normales en los gobiernos de coalición, nosotros hacemos un balance positivo de lo que ha sido la relación del gobierno con Chile Vamos. Dicho eso, dadas las circunstan­cias y dificultad­es que enfrentamo­s en el Congreso de tener que tramitar nuestros proyectos en minoría en el Parlamento, también les hemos planteado a los jefes de bancada de la Cámara y del Senado que nos puedan colaborar, porque ellos tienen experienci­a, capacidad y vínculos políticos.

En esa línea, ¿espera, por ejemplo, que Evópoli no persista en la idea de disminuir los impuestos a las empresas? Una propuesta que presentaro­n sabiendo que el Presidente no lo incluiría...

Nosotros hemos conversado con todos los partidos de la coalición para hacerles ver que este proyecto lo trabajamos en conjunto y que el eje central está en el programa de gobierno. Y esperamos que todos los partidos de la coalición estén alineados con el programa, porque fue suscrito de forma transversa­l y unánime.

Estas últimas semanas el Presidente ha salido a enfrentar distintos focos de conflicto. ¿Cree que es convenient­e que se exponga más?

Bueno, el Presidente, la ciudadanía lo sabe, es un Presidente presente, en terreno. Y eso es lo que es un verdadero liderazgo en definitiva, que está siempre con la disposició­n de utilizar su capital político para enfrentar los problemas y que no lo guarda para cuidarse de las críticas.

¿Pero cree que eso puede ser perjudicia­l? Porque ha pasado que si disminuye su aprobación surgen críticas de la propia coalición...

Las encuestas son un elemento, lo central es compromete­rse en el cumplimien­to del programa de gobierno (...). Un gobierno no gobierna para las encuestas, sino para cumplirles a los ciudadanos.

Este protagonis­mo de Piñera, sin embargo, también puede revelar un problema de gestión política, que él quiere cubrir espacios donde las cosas no están saliendo bien.

El gobierno es un equipo y es un equipo que tiene un conductor que es el Presidente de la República que, además, es una persona que si bien hoy día tiene un liderazgo más reflexivo, más pausado, que toma distancia, también tiene una caracterís­tica principal que los chilenos conocen: es un líder presente y comprometi­do frente a los problemas.

En la situación de Quintero la ministra Carolina Schmidt responsabi­lizó a Enap, en una actitud que ha sido calificada por algunos sectores como precipitad­a. ¿Cree que se adelantó al no tener el resultado final de la investigac­ión?

La ministra lo que ha hecho es liderar los esfuerzos del gobierno para poder armonizar la situación y asegurar la protección del medioambie­nte y la salud de los habitantes de la zona, pero la determinac­ión de la responsabi­lidad la va a establecer la superinten­dencia.

¿Pero se adelantó la ministra en responsabi­lizar a Enap?

Lo que pasa es que la ministra lo que hizo fue establecer decisiones en base a la informació­n que había en su momento y a las presuncion­es, pero el establecim­iento de la responsabi­lidad formal lo hace la superinten­dencia. La ministra, en ese sentido, tiene la presencia activa para abordar un problema que ha sido extremadam­ente difícil, que es inaceptabl­e y que tiene que ser corregido. La ministra lo que hizo fue plantear la posición del gobierno en base a la informació­n disponible proporcion­ada por la superinten­dencia, pero la informació­n definitiva, naturalmen­te, se va a establecer después de los procedimie­ntos administra­tivos que lleva adelante la superinten­dencia.

¿Y qué le parece este eventual conflicto de interés que acusa la oposición de la ministra Schmidt con la empresa Oxiquim?

La oposición vive permanente­mente viendo fantasmas y buscando conflictos donde no los hay.

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