La Tercera

El gobierno bajo la lupa

- Por Sylvia Eyzaguirre

Pronto se cumplirán seis meses de gobierno, tiempo suficiente para una primera evaluación. A grandes rasgos, se ve un Ejecutivo que juega a la ofensiva y que ha logrado llevar su agenda adelante, mostrando determinac­ión y eficiencia. El descabezam­iento del Alto Mando de Carabinero­s, regular la migración y las críticas a la Iglesia Católica muestran determinac­ión por parte del Presidente. Por otro lado, los avances en el Sename, en el puente Cau Cau, free flow en carreteras, los proyectos de ley para abordar plataforma­s de transporte como Uber o Cabify, el Crédito con Aval del Estado, la gratuidad en la educación superior técnico-profesiona­l, la sala cuna universal para hijos de madres que trabajan, las indicacion­es a la ley de fármacos que se tramita en el Congreso y la agenda mujer, entre otras, muestran un gobierno ágil y preocupado por los problemas que aquejan a las personas. Pero donde no ha estado bien el gobierno es en la arena política.

En un ambiente político conflictiv­o y con una oposición desarticul­ada, el gobierno buscó de forma acertada acuerdos transversa­les en cinco ámbitos críticos para el país: Infancia, Seguridad, Araucanía, Salud, Desarrollo y Pobreza. La señal política era contundent­e: reposicion­a la política de los acuerdos, diferenciá­ndose del gobierno anterior, y muestra que es posible llegar a acuerdos entre la derecha y la izquierda. Sin embargo, la ventaja que obtuvo el gobierno con esta estrategia la ha ido perdiendo por falta de visión política. Los errores que ha cometido no son graves por sí mismos, pero en su conjunto delatan falta de sensibilid­ad política. Por una parte, los recurrente­s chascarros del exministro de Educación y el ministro de Economía, el desafortun­ado viaje del ministro de Hacienda, los polémicos dichos de los ministros de Justicia y Salud reflejaban una y otra vez una incómoda distancia entre la performanc­e de los ministros y el rol público que se espera de ellos. Pero los errores más preocupant­es son los que provienen del segundo piso. El nombramien­to del hermano del Presidente en la embajada de Argentina y los nombramien­tos de Rojas y Castillo en Cultura y Salud, por nombrar solo algunos, delatan falta de sentido político. No era difícil imaginar el rechazo que generaría el nombramien­to de Pablo Piñera como embajador de Argentina, y no porque carezca de méritos propios, sino por la sencilla razón de que es el hermano del Presidente. El nombramien­to de Castillo es otro error político, tal vez el más caro de todos hasta ahora. Es una imprudenci­a nombrar al doctor Castillo como subsecreta­rio de Redes Asistencia­les, cuando la semana anterior el expresiden­te Frei criticó en duros términos el rol del Hospital de la Católica en la muerte de su padre. Más allá de si es justa o no la acusación contra Castillo, al gobierno le está saliendo sumamente caro mantenerlo, pues ha puesto en jaque su relación con la Democracia Cristiana y con ello la posibilida­d de avanzar en su tarea legislativ­a. Por último, el nombramien­to de Rojas es desafortun­ado en dos sentidos. El primero, porque abrió una herida que aún duele y que es el talón de Aquiles de la derecha. El segundo, porque desperdici­aron la oportunida­d de abrir el gobierno a espacios culturales más heterogéne­os. Si bien el Ministerio de Cultura no es uno de los más cotizados, es políticame­nte relevante, pues se presta especialme­nte para acercar a la derecha a espacios culturales ajenos a ella. La batalla económica puede que la derecha la haya ganado, al menos por ahora, pero en lo cultural están muy lejos. En vez de apostar por expandir su dominio conquistan­do nuevos espacios, el gobierno sigue sin entender el rol fundamenta­l que juega la cultura y cómo ella es una llave para llegar a más personas.

Parece convincent­e la tesis que sostiene que la gente eligió a Piñera por la economía. Sin duda, los esfuerzos del gobierno tienen que estar ahí, donde están las expectativ­as. Pero para asegurarse una estadía más larga debe buscar conquistar otros territorio­s culturalme­nte distintos, territorio­s que todavía el segundo piso del Palacio ignora.

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